jueves, 16 de diciembre de 2010

Reflexiones de fin de año

“Cuatro cosas que no son del otro mundo, pero que por ahora y a ratos nos parecen tan lejanas y míticas como el mismo Olimpo.”

El fin de año es uno de esos ritos de pasaje muy propicios para la reflexión sobre lo actuado, pero también para la planificación del futuro próximo. Este año, además, coincide con una coyuntura política que necesariamente nos obliga a repasar el rumbo que lleva el país. Faltan pocos meses para que nuevamente hagamos el ejercicio democrático formal de acudir a las urnas, reafirmándonos así que la democracia – aunque plagada de imperfecciones – sigue siendo el arreglo social más adecuado para construir nuestro desarrollo.

Si nos preguntaran hoy a todos los guatemaltecos cuáles son prioridades nacionales que el gobierno (saliente y entrante) debieran enfrentar, los principales retos o amenazas, oportunidades ó grandes temas, que demandan la atención de nuestras elites, posiblemente la lista no estaría muy lejos de lo siguiente: seguridad de que volveré vivo a casa cada día; condiciones físicas para hacer producir el changarro y poco a poco crecer económicamente; contar con una escuela y centro de salud para los patojos; y saber que si por alguna razón me va mal, hay una red mínima de protección que no me dejará caer al vacío de la miseria. Cuatro cosas que no son del otro mundo, pero que por ahora y a ratos nos parecen tan lejanas y míticas como el mismo Olimpo.

La seguridad ciudadana y combate al crimen organizado muy probablemente hoy sea número uno en la lista. Es un clamor generalizado, no solamente en Guatemala sino desde México hasta Costa Rica. Y esto no es retórica sino más bien un llamado de atención para que se le preste la importancia mayúscula que merece. Ha quedado claro que ninguno de nuestros débiles Estados en centroamericanos – mucho menos cualquier equipo de gobierno de turno – tiene ni tendrá la capacidad institucional, humana y financiera para hacer frente a tamaño reto.

Es una amenaza supranacional, que demanda el concurso paciente y sostenido de muchos actores en nuestra sociedad, así como la actuación coordinada con otros Estados. Así lo han reconocido líderes mundiales en distintos foros, al reconocer que el animal tiene dos cabezas. Por una parte, una oferta, canales de comercialización, y capacidad de fuego cada vez más sofisticados; y por la otra, una demanda creciente e insatisfecha, que pone todos los incentivos para procurar una tajada de tan jugoso negocio. Verlo de otra manera es miopía y más de lo mismo.

La consolidación fiscal es otro gran tema, eterno e inconcluso, que ya casi nos define como país en el concierto internacional. A Guatemala se la pinta bajo tres colores: pobre, desigual, y con poca capacidad de sus elites para movilizar recursos propios y financiar su propio desarrollo.

Nótese que se habla del tema fiscal en un sentido amplio. Claro reconocimiento que el nudo ciego no es solo de impuestos. La relevancia del tema es tal, que ya está en boca y tinta de representantes de todo el espectro político. Cualquiera que pretenda plantearse como una opción seria en las próximas elecciones deberá hablarnos con franqueza sobre su visión del financiamiento y rol del Estado guatemalteco.


Otro gran reto es la recuperación – primero – y ampliación – después – de nuestra maltratada infraestructura productiva. Es evidente que necesitamos crecer. Las tasas que traemos durante los últimos años no alcanzan ni para los pañales de los chirices que parimos cada año, mucho menos para ahorrar y pensar en inversiones de más largo aliento.

Y quien mejor para generar crecimiento que nuestro sector privado (micro, pequeño, mediano y grande), provisto de unas condiciones mínimas que lo hagan competitivo. En buen chapín eso significa recuperar carreteras, puentes y agua potable, que fueron dañadas por los desastres naturales.

Pero también hay espacio y necesidad de pensar en nuevas obras para la siguiente década. Hay financiamiento disponible en la banca internacional y multilateral, hay leyes que facilitan alianzas entre el gobierno y el empresariado, hay un interés declarado de nuestros principales socios comerciales en traducir ideas en proyectos regionales, y poder así relanzar una visión de mercados integrados.

Finalmente no podemos dejar olvidadas a nuestras grandes mayorías. Es absolutamente esencial continuar en la profundización de nuestras redes de protección social para atender mínimamente las paupérrimas condiciones en que sobreviven muchos. Nuestros indicadores de pobreza y desigualdad, aunque cifras viejas, dan cuenta de unas condiciones que necesitan atenderse con la urgencia del grito de la desnutrición infantil e inseguridad alimentaria en el oriente del país, con la profundidad y persistencia que revelan los niveles de pobreza del norte y noroccidente, y con los niveles de desigualdad económica y social que arroja cualquier comparación entre la región metropolitana y cualquier otra parte del territorio nacional.

Cuatro grandes retos, cuatro patas de la misma mesa sobre la cual podremos sentarnos en paz, a convivir como miembros de una misma familia guatemalteca; o sobre la cual echaremos los dados y nos daremos a la suerte. Menuda responsabilidad tienen nuestras elites, ojalá den la talla.

Prensa Libre, 16 de diciembre de 2010.

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