jueves, 24 de enero de 2013

Transferencias, ahorro y pobreza

“Efectivo, monederos electrónicos, tarjetas prepago o cuentas de ahorro no son la misma cosa en términos de liquidez, seguridad, visibilidad política, transparencia, costos, inclusión, etc.”

Me llegó hace poco un artículo de Carlos Chiapa, profesor del Colegio de México, titulado “Diagnóstico sobre los beneficios de unir ahorro y transferencias monetarias condicionadas”.  Un trabajo realizado en el marco del Proyecto Capital (www.proyectocapital.org), el cual tiene como objetivo articular programas de inclusión financiera con programas de protección social. 

Interesante reflexión en torno a los beneficios de vincular programas de transferencias condicionadas con cuentas de ahorro.   La pregunta central que plantea es ¿qué pasaría si los pagos de dichas transferencias monetarias condicionadas se hicieran de manera directa y automática en cuentas de ahorro de los beneficiarios?  Una innovación aparentemente intrascendente, pues al fin y al cabo podríamos pensar que la manera en que se hacen llegar los recursos a los pobres no tiene mayor importancia. 

Sin embargo no es así, la forma de pago tiene impactos distintos.  Efectivo, monederos electrónicos, tarjetas prepago o cuentas de ahorro no son la misma cosa en términos de liquidez, seguridad, visibilidad política, transparencia, costos, inclusión, etc.   

Al utilizar cuentas de ahorro hay beneficios claros para todos los actores involucrados.  Para los programas sociales porque reducen sus costos de entrega, disminuyen posibilidades de corrupción y captura política.  De igual forma, los hogares receptores de la transferencia también se benefician al reducir sus costos de transacción, pudiendo además acumular recursos con un instrumento formal y más seguro (cuenta de ahorro), y gradualmente tener acceso a otros instrumentos financieros.  Y las instituciones financieras pueden hacerse de una masa crítica de clientes, no solo de una cuenta de ahorro sino de un abanico de otros productos.    

Pero me parece que conceptualmente la idea más poderosa de esta innovación es romper con la dicotomía que se tenía en el modelo de las transferencias monetarias condicionadas.  El modelo original proponía una intervención en dos niveles: romper el ciclo intergeneracional de la pobreza a través de inversiones en salud y educación de los niños, y paliar un poco el efecto de la pobreza de ingreso con una transferencia monetaria.  Al vincular la transferencia a un instrumento financiero menos líquido, como es el caso de una cuenta de ahorro, hace que los hogares puedan usar estos recursos tanto para cubrir necesidades de corto (para gasto corriente) como de mediano plazo (ahorrando para eventualidades futuras). 

Por supuesto que no todo es así de simple.  Como bien señala el autor, la unión de ahorro con transferencia puede no ser apropiada en algunos contextos.  Se necesitan unas condiciones mínimas de desarrollo institucional, infraestructura, marcos regulatorios, etc., que lo hagan viable.  Sin embargo, son áreas en donde claramente se pueden explorar innovaciones para una gestión más eficiente de la política social así como para impulsar una agenda de inclusión financiera. 

De suyo, estas preguntas son interesantes, porque ponen a competir distintas ideas sobre cómo atender mejor a poblaciones en pobreza e indigencia, y por tanto obligan a más investigación y análisis para documentar efectos e implicaciones de política.  Curiosamente – y quizás debo decir también desafortunadamente – discusiones de este calibre parecen haber desaparecido de la agenda nacional. 

Curiosamente porque tan solo un par de años atrás se vertían litros de tinta en papel de prensa, debatiendo fervientemente sobre la validez técnica y motivaciones políticas del modelo MIFAPRO, hoy llamado Mi Bono Seguro.  Y digo desafortunadamente porque hay tanta investigación y debate sucediendo fuera de nuestras fronteras, haciéndose preguntas de segunda generación sobre la mejor manera de empalmar objetivos sociales con eficiencia económica y financiera.  Para muestra este pequeño botón. 

A veces me pregunto ¿por qué nuestra tendencia a la llamarada de tusas? ¿Por qué dejamos que ciertos temas desmayen y mueran de inanición cuando cambia la propaganda oficial o los actores de turno? 

Prensa Libre, 24 de enero de 2013.
 

jueves, 17 de enero de 2013

Un proyecto de historia económica

 “Es una deuda que mantienen con la población aquellos economistas que han jugado un papel protagónico.”

El domingo pasado apareció publicado un artículo del Licenciado Federico Linares titulado “Apuntes sobre la política económica durante los primeros años del gobierno del presidente Cerezo”.  Lectura no solamente sabrosa sino muy ilustrativa y llena de contenido.  De esas agradables sorpresas dominicales que aparecen de cuando en vez, y que vale la pena guardar como referencia.  

Me hizo pensar en otra publicación que por razones de trabajo he tenido que revisar, para familiarizarme un poco de la historia económica de México.  Se llama “Gobernantes Mexicanos”.  Una compilación de ensayos escritos por especialistas mexicanos y extranjeros, sobre los mandatarios de aquel país.  Un proyecto que originalmente surgió con la idea de indagar la naturaleza del presidencialismo en México y que terminó siendo una compilación de prácticamente todos los gobernantes del siglo XIX y XX. 

Al analizar a cada gobernante, necesariamente pasan por un análisis de las distintas decisiones de política económica que adoptaron, la economía política detrás, el peso del contexto nacional e internacional de cada momento, y los principales resultados de su gestión.  Un proyecto de investigación realmente interesante pero sobre todo útil, pues de manera sucinta permite tener una referencia y visión general del país.

La nota de Linares me hizo pensar también en Guatemala y la escasa producción y debate que tenemos sobre historia económica contemporánea.  Tenemos alguna documentación, como la del profesor Alfredo Guerra Borges “Guatemala 60 años de historia económica”, Juan Alberto Fuentes y sus reflexiones sobre su experiencia en el gobierno como Ministro de Finanzas, Mayra Palencia analizando reformas y política fiscal del país, y algunas de centros de investigación como ASIES, por citar algunos ejemplos.  Pero la verdad es que no tenemos una producción bibliográfica equivalente a la que se generó con la transición democrática y con el proceso de paz.  Es una deuda que mantienen con la población aquellos economistas que han jugado un papel protagónico.

Pensé también en la experiencia de otros países, en donde casi cualquier funcionario público con cierta jerarquía, al dejar el cargo publica un libro y deja por escrito su narrativa del momento que le tocó vivir y explica los por qué de las cosas que hizo o dejó de hacer.

Es verdad que cualquier análisis está tamizado por la opinión y percepción del narrador.  Por eso es importante generar testimonios desde visiones y posiciones políticas distintas, porque en su combinación y contraste, de alguna manera, se crean condiciones para una apreciación balanceada del hecho histórico. 

La importancia de escribir la historia económica contemporánea va mucho más allá del mero interés académico.  En un país tan pequeño como Guatemala, es una necesidad para la construcción de la conciencia ciudadana.  Es casi una deuda moral que tienen con las nuevas generaciones aquellos economistas que han tenido bajo su responsabilidad la conducción de la política económica nacional.  Es el aporte que falta para generar debates cada vez más informados y basados en hechos y argumentos y cada vez menos en percepciones y fundamentalismos.

El artículo de Linares me dejó pensando en cómo se vería una colección de ensayos sobre Guatemala como la que logró Will Fowler para el caso de México.  ¿Qué tal sería que economistas renombrados como Sosa, Aitkenhead, Del Cid, Zelaya, Beteta, Velásquez, Lamport, Gaitán, Paiz, y tantos otros que han tenido papeles protagónicos en la construcción de la historia económica reciente, desde ministerios, banco central, junta monetaria y otras instituciones del gabinete económico del país nos fueran contando franca y abiertamente los entresijos del gobierno y la economía política chapina? 

Por de pronto me quedo esperando su siguiente entrega sobre los primeros años del presidente Jorge Serrano Elías. 

Prensa Libre, 17 de enero de 2013. 

jueves, 10 de enero de 2013

Cambio discreto pero estratégico

“En un Estado moderno la función de planificación y evaluación es no solamente estratégica sino esencial.”

Como el canto de la gran Mercedes Sosa: cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar, cambia todo en este mundo; el actual equipo gobernante enfrenta su primer enroque de piezas tras 12 meses de gestión. 

Así desde la tribuna, en los cambios que al momento han sido hecho públicos se ve un poco de todo: cambios potencialmente buenos (agricultura), cambios necesarios (relaciones exteriores), cambios inciertos (Segeplan), cambios raros (IGSS) y cambios urgentes (Fonapaz).  El resultado final, como siempre, dependerá de las personas que lleguen, del espacio real con que cuenten para operar, y de la claridad de objetivos que se propongan. 

Además, hay que estar claros en que los cambios –sobre todo en el sector público guatemalteco– no están exentos de costos.  Para comenzar, ocasionan cierta parálisis institucional, pérdida de ritmo y rumbo mientras la organización entiende y asimila las prioridades del nuevo funcionario a cargo.  Porque es bien sabido que nuestra burocracia le tiene tomada la medida al disfuncional sistema político que hoy impera, y ha aprendido a estar mucho más atenta a las señales e intereses del ministro o secretario que a prioridades institucionales y estrategias de mediano plazo.  

De los movimientos anunciados por el presidente, quizás el que menos prensa reciba es el de la SEGEPLAN, lo cual es hasta cierto punto natural pues se trata de una institución diseñada para trabajar discretamente, desde el ámbito más bien técnico, y con perspectiva y horizonte de mediano plazo.  Por lo mismo, poco apetecible para periodicazos. 

Sin embargo, en este caso no hay que confundir poca prensa con irrelevancia política, ¡todo lo contrario!  En un Estado moderno la función de planificación y evaluación es no solamente estratégica sino esencial.  Es lo que debe dar brújula, estabilidad y capacidad de afinar la puntería a las acciones gubernamentales. 

Y en la gestión pública de Guatemala ese es claramente uno de nuestros puntos flacos, un área de mejora.  Por eso mismo es indispensable seguir formando y fomentar una tecnocracia que sea capaz de dar seguimiento a políticas, programas y proyectos; evaluando impactos y alimentando con evidencia dura discusiones del gabinete de gobierno.  Dicha secretaría es el espacio natural para la discusión técnica de las decisiones de inversión pública en el país, así como donde debe suceder la armonización de prioridades de territorios, gobiernos locales y gobierno central.    

Como el INE y el banco central, la SEGEPLAN es una institución estratégica para el funcionamiento del aparato público, y en consecuencia hay que sacarles todo el millaje que sea posible.  En ese contexto, el relevo debiera ser alguien con un perfil esencialmente técnico, pero con una mezcla de cualificaciones que le permitan dialogar a distintos niveles: internamente, en materia de planificación para el desarrollo, seguimiento y evaluación de políticas; de manera sectorial con el resto del gabinete, pero fundamentalmente con el Ministerio de Finanzas para coordinar y reflejar adecuadamente las prioridades de inversión en el presupuesto anual; y con capacidad de comunicar de manera fluida a la sociedad y a las distintas formas de cooperación internacional que llegan al país, prioridades, avances y desafíos del gobierno. 

Durante los últimos años la institución ha sido confiada, salvo contadísimas excepciones, a tecnócratas que paulatina y consistentemente han logrado recuperar el espacio que una secretaría como esta debe tener dentro del aparato estatal.  Esperemos entonces que el movimiento de Carrera a Relaciones Exteriores y la elección de su sucesor sigan en la misma línea de fortalecimiento de una tecnocracia modernizante, clara y consciente del rol que el Estado y sus instituciones deben jugar para promover el desarrollo del país.  De otra manera el presidente habrá desvestido un santo para vestir otro. 

Prensa Libre, 10 de enero de 2013.