jueves, 22 de septiembre de 2011

No es lo que se dice, sino cómo se dice

“Si el ciudadano promedio recibe mensajes cruzados de sus autoridades, no solamente queda confundido, sino que además las medidas de política pierden credibilidad y fuerza.”

En política pública son importantes tres cosas: tener claridad con respecto a lo que hay que hacer, contar con los recursos necesarios para implementar medidas, y saber comunicar bien decisiones y resultados. Si cualquiera de estos tres elementos falla, el efecto de cualquier intervención se diluye, o peor aún, puede resultar contraproducente.

La última medición de pobreza en Colombia ilustra muy bien este punto. El gobierno salió hace unos días a presentar los resultados de la última medición que habían realizado. Para fortuna de los colombianos, los datos revelan un relativo mejoramiento en las condiciones de vida de la población. Tanto la pobreza general y extrema se redujeron.

Sin embargo, no todo es regocijo. La población rural continúa siendo mayoritariamente pobre (53%), mientras que en las ciudades el porcentaje de pobres es del 24%. Además, el país retrocedió en materia de equidad, reportando un índice de Gini de 0.56. Es decir, se pone en la pelea por el liderato regional en desigualdad.

Según el Director de Planeación, Hernando José Gómez, hay tres variables que explican la desigualdad colombiana: el analfabetismo, la informalidad, y calidad de la oferta pública de los servicios sociales. Y si usted lo piensa despacio, se dará cuanta que revertir cualquiera de estos factores no es algo que se pueda hacer de la noche a la mañana. De allí la cantaleta de la equidad como algo que toma mucho más tiempo para alcanzarse en comparación con la reducción de pobreza.

Pero bueno, estos son los datos fríos y hasta aquí todo iba bien. ¿En dónde está el alboroto entonces? Resulta que la grilla se armó porque las autoridades colombianas implementaron un nuevo método para medir pobreza. Decidieron (acertadamente creo yo) ir un paso más allá de las mediciones tradicionales de ingreso, consumo o de necesidades básicas insatisfechas, y le apostaron a un método más integral: el índice multidimensional de la pobreza (IMP).

El índice captura el entorno más amplio de una familia. Es decir, educación de los hijos, trabajo infantil, desempleo e informalidad, acceso al aseguramiento de la salud y condiciones de vivienda (agua potable, calidad de los materiales y del piso, eliminación de excretas y hacinamiento). La ventaja de esta herramienta es que permite afinar mejor la puntería de la política pública. Revela no solamente porcentajes sino también el tipo de necesidades particulares que enfrentan los pobres en diferentes territorios.

El problema estuvo en la forma de comunicar los resultados. El vicepresidente tomó los datos y lanzó una interpretación un tanto apresurada de la línea de pobreza que ahora es de 190,000 pesos colombianos al mes por persona – aproximadamente USD100.00 –. Cuestionó la cifra y retó a los técnicos para que fueran a hacer compras de mercado con esa cantidad de dinero. La confusión estuvo en que el vicepresidente interpretó la línea de pobreza como si fuera para un hogar completo y no como gasto per capita, que es como usualmente se calcula.

Este incidente revela con mucha nitidez la importancia de contar con una adecuada estrategia de comunicación al momento de hacer públicos resultados sensibles. Si el ciudadano promedio recibe mensajes cruzados de sus autoridades, no solamente queda confundido, sino que además las medidas de política pierden credibilidad y fuerza.

En Guatemala están por salir a luz los datos y resultados de la ECOVI 2011, encuesta de hogares por excelencia para actualizar mediciones de pobreza. Es muy importante que paralelamente a todo el trabajo técnico, de campo, y de análisis que se ha hecho, también se dedique suficiente tiempo a preparar una adecuada estrategia de comunicación. Presumiblemente los datos se publicaran justo a las puertas de que un nuevo equipo de gobierno este por estrenarse en el cargo. Es una oportunidad privilegiada para el INE, pues contará con el oído de la clase política y de la tecnocracia nacional e internacional interesada en el tema.

Los guatemaltecos esperamos que no solamente hagan públicos porcentajes, sino que también bases de datos y metodologías de cálculo utilizadas. Ello permitirá, entre otras cosas, legitimar un trabajo que el INE ha venido realizando desde hace ya varios años. Pero también hará posible compararnos con el resto del barrio latino, y constatar, por ejemplo, si Colombia ha destronado a Brasil, Chile y Guatemala en materia de desigualdad.

Prensa Libre, 22 de septiembre de 2011.

jueves, 15 de septiembre de 2011

De cóncavo a convexo (parte II y final)

“La capacidad de absorción del sector formal de la economía es muchísimo más lenta que la velocidad a la que se generan trabajadores con diploma de sexto grado.”

La semana pasada comentaba sobre el cambio que en los últimos años han tenido los retornos a la educación en el mundo en desarrollo. La idea central era la siguiente: por años habíamos pregonado que invertir en educación primaria era el mejor negocio, y ahora parece que sus beneficios se vuelven más y más reducidos en comparación con los retornos a la educación secundaria y universitaria.

Esto es un fenómeno que no apareció por generación espontánea. Mucha evidencia había comenzado a señalar que algo ocurría en los retornos a la educación desde hace algunos años. Sin embargo, ahora toca tratar de entender las causas y asumir el reto que ofrece para la política social en países en desarrollo.

En cuanto a razones de esta reversión, básicamente se proponen tres posibilidades para los países de renta baja, y una cuarta que se suma para los países de renta media, en donde cae la gran mayoría de países de América Latina. Todas, como solemos hacer los economistas, explicadas por curvas de oferta y demanda.

En primer lugar, hoy se perciben los beneficios del tremendo avance en cobertura educativa. La recomendación desde los años ochentas y noventas no cayeron en saco roto. Sin embargo, no se previó la reacción de un mercado que de manera natural ajusta su precio ante la abundancia o la escasez de un bien o servicio. Más graduados de primaria, el salario tiende a caer o bien los requerimientos para empleos se desplaza a aquellos con enseñanza media. Además, la capacidad de absorción del sector formal de la economía es muchísimo más lenta que la velocidad a la que se generan trabajadores con diploma de sexto grado.

En segundo lugar, hay evidencia de que esta ampliación acelerada en la cobertura no ha ido de la mano con un aumento de recursos suficientes para garantizar calidad en la enseñanza. De esto, los guatemaltecos sabemos mucho. Es una de las patas de la mesa que sostiene la discusión sobre reforma tributaria en el país: calidad y eficiencia del gasto público. Si a ello sumamos gobiernos que dentro de sus programas de trabajo han propiciado la gratuidad, pues la pita tiene que romperse por algún lado. ¡Eureka!, la variable de ajuste más silenciosa es la calidad del material y destrezas que se dan a nuestros niños.

El efecto por supuesto que no es neutro. Después tenemos analfabetas con diplomas y niveles muy bajos de competencias laborales. En otras palabras, la productividad se pone en riesgo y con ello se compromete el crecimiento económico de largo plazo.

Y en tercer lugar, aunque no se cuenta con mucha evidencia para este argumento, no es del todo descabellado pensar que las habilidades del estudiante “en el margen” son menores que las del promedio. Cuando se tiene cobertura casi completa, el último 5% puede no tener las condiciones óptimas en el hogar (e.g. baja escolaridad y desinterés de los padres, hábitos y estímulos poco conducentes a un buen aprendizaje).

Sumado a lo anterior, América Latina al ser una región de ingreso medio, se piensa que la liberalización y apertura indiscriminadas han favorecido un sesgo en la estructura económica hacia aquella mano de obra más calificada. ¿Por qué? Simplemente porque nuestra región no está tan escasa de infraestructura, instituciones y capital humano como otros países mucho más pobres. Entonces la predicción teórica de que la apertura económica favorecería el factor más abundante – que en el caso de los países pobres es mano de obra no calificada –, no sucedió tan así.

Somos una región desigual, y eso al final se traduce en mano de obra igualmente desigual. Es decir, hay sectores que pueden ofrecer mayores calificaciones a la inversión extranjera, y con ello deprimen los retornos en términos relativos de aquellos individuos que sólo han tenido acceso a unos pocos años de escolaridad.

Cierro con un par de ideas para agitar la discusión de política social. Por un lado, hay que recordar que esta evidencia solamente sugiere que la relación educación-ingresos ha cambiado en el tiempo. Sin embargo, no hay que olvidar que existen muchos otros beneficios extra monetarios de invertir en educación primaria – e.g. mayor participación política y capacidad de articular de mejor manera sus demandas ciudadanas, ¡por ejemplo! –.

Y por otro lado, evidentemente toca ahora pensar e invertir recursos en entender el gonce entre política social y política laboral. Si no lo hacemos es muy posible que se genere frustración y abandono escolar o más informalidad. Esta es un área muy fértil para investigación y perfeccionamiento de programas como los de transferencias condicionadas en efectivo, que esencialmente se ocupan de la oferta de mano de obra modestamente más calificada, pero muy pocos recursos se dedican a la inserción laboral y generación de empleos de calidad (demanda). ¡Después de todo puede que la convexidad no sea tan mala!

Prensa Libre, 15 de septiembre de 2011.

jueves, 8 de septiembre de 2011

De cóncavo a convexo (parte I)

“(…) con el paso de los años los beneficios en términos de ingresos adicionales para aquellos con educación primaria se están volviendo cada vez más enanos.”

Bien dicen que casi nada está escrito en piedra en este mundo. Las verdades absolutas no existen. O dicho de otra manera, siempre hay que hay procurar poner en su contexto histórico las cosas. Lo que hoy es bueno y válido quizás no lo fue ayer y probablemente deje de serlo mañana. Para muestra un botón.

Un grupo de reconocidos economistas que han dedicado buena parte de su vida al análisis del capital humano y su importancia en la economía ponen un artículo sobre la mesa, en el cual interpelan una verdad que hasta hace muy pocos años era incuestionable: invertir en educación primaria era de las mejores apuestas que podía hacer en un individuo, un hogar, un país. Los ingresos adicionales que cada año de escolaridad generaría superaban con creces los costos de proveer dicha educación.

Con el tiempo se nos olvidó preguntarnos ¿y qué pasa si eso deja de ser verdad? ¿Y qué tal que la rentabilidad invertir en patojos y patojas de primaria se mueve a otro lado? Porque hasta hace muy pocos años el modelo era perfecto y la recomendación simple y directa: había que invertir mucho en educación (mejor si es pública), de manera gradual, cuidando no solamente cobertura sino también calidad. Al hacerlo así, los individuos se beneficiarían de ir a la escuela obteniendo mayores ingresos y con eso salir de la pobreza.

Dichos ingresos irían en aumento pero de manera decreciente. Es decir, el cambio de ir a la primaria versus no tener ninguna escolaridad era como pasar de la noche al día. Y a medida que aumentaban años de escuela, esos cambios serían comparativamente menores cada vez (marginales) en comparación con los años iniciales. A esa noción la llamábamos retornos decrecientes a la educación. O como dicen algunos colegas más sofisticados, los retornos a la educación eran cóncavos.

Pero ¡vaya vaya la papaya! Parece que ya no va por allí la cosa. Hace unos días vi una gráfica en un artículo de publicación reciente con las tendencias históricas de los retornos a la educación en tres niveles: primaria, segundaria y terciaria. Francamente es de parar el pelo. Las tendencias son tres.

Primero, los retornos a la educación están cayendo para todo el mundo y en todo el mundo. Es decir, no es solamente un fenómeno guatemalteco o latinoamericano, sino que está sucediendo en todo el mundo en desarrollo. Está pasando en China, Brasil, Sudan, Taiwán, Filipinas, etc., y por supuesto en nuestro propio gallinero.

Segundo, la caída más fuerte la tiene la educación primaria. Durante los últimos cincuenta años (1960-2010) ha pasado de niveles cercanos al 30% hasta un 8% ó 9%. Pero no solamente eso, antes era el nivel educativo con mayores retornos, y hoy es el nivel educativo con menores retornos de todos.

Tercero, para los niveles secundarios y terciarios los retornos también han caído, pero muchísimo menos. Por ejemplo, en cincuenta años la secundaria ha pasado de 16% a 14%, y el nivel terciario (superior) ha pasado de 21% a 19% aproximadamente.

De manera que la evidencia empírica nos pone una vez más contra las cuerdas, y nos muestra hoy que con el paso de los años los beneficios en términos de ingresos adicionales para aquellos con educación primaria se están volviendo cada vez más enanos. La pregunta de cajón es ¿qué está pasando? ¿y ahora qué hacemos?

En mi siguiente columna comentaré un poco sobre las posibles causas de este cambio de cóncavo a convexo en los retornos a la educación, así como algunas de las implicaciones que tiene para la política social de los países en desarrollo.

Prensa Libre, 8 de septiembre de 2011.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Lobistas del campo

“Dejarlos en la periferia de la economía e instituciones formales del desarrollo los pone de facto en el centro de la economía sumergida, las instituciones ilegales y la vulnerabilidad.”

Leí hace unos días la entrevista que hizo Enrique Naveda en Plaza Pública a Juan Alberto Fuentes Knight, ex ministro de Finanzas Públicas, quien justamente hoy estará presentando su libro “Rendición de cuentas”. Un texto que seguramente va a despertar mucha discusión, no solamente por lo reciente de la experiencia allí consignada, sino además porque el momento electoral es campo fértil para este tipo de discusiones entre la clase política e intelectual de la sociedad guatemalteca.

Quiero rescatar una idea solamente de esa entrevista, haciendo la salvedad que aún no he leído el libro. Simplemente basado en la transcripción del diálogo Naveda-Fuentes. Es la siguiente: a partir de un comentario de Edelberto Torres Rivas sobre la importancia de la reforma fiscal y su carácter más revolucionario y de mayor importancia que la misma reforma agraria , Fuentes Knight reflexiona y señala tres problemas estructurales de Guatemala. Tres nudos ciegos que históricamente han trabado discusiones (¡y hasta balazos y muertos!) entre los guatemaltecos: la reforma agraria, el papel del ejército, y la reforma fiscal. En el lenguaje de Rodrick, los tres temas constituyen restricciones a un crecimiento económico elevado y sostenido en el país.

Sin embargo también lanza otra hipótesis, casi fulminante para uno de los tres grandes problemas, cuando deja entrever que el tema de la reforma agraria ha quedado relegado por la historia y la evolución del a estructura económica nacional. La aseveración que mejor lo ejemplifica en la entrevista es cuando dice (sic) “(…) el sector agrícola es cierto que todavía tiene la mayor proporción de personas que trabajan ahí, pero aunque se distribuyera toda la tierra entre esas personas ya no alcanzaría. Entonces, sin que deje de justificarse alguna redistribución de tierra ya no es algo tan importante como antes en el sentido de que antes podía ser un aporte decisivo para el desarrollo del país.”

Trato de decodificar el mensaje. Por un lado, lo fiscal y el rol del ejército encuentran hoy, nos guste o no, condiciones históricas favorables, cuñas, en el plano internacional. La crisis económica mundial y la de seguridad que vive Mesoamérica han puesto ambos temas en el radar de todos. Pero además a nivel local hay ya una cierta masa crítica de guatemaltecas y guatemaltecos que construyen hipótesis, investigan, hacen gobierno por un rato y oposición otro rato, que generan opinión escribiendo en prensa y educando en las aulas. En fin, voceros que garantizan, cuando menos, mantener vivo el debate interno. Otro cuento es que logremos ponernos de acuerdo. En suma, fiscalidad, seguridad y sus instituciones tienen sus respectivos lobistas. Y en democracia eso cuenta mucho, o quizás eso es lo que cuenta.

Pero ¿qué pasa con el tema agrario, y con el desarrollo rural en un sentido más amplio? ¿Quién lo está atendiendo? ¿Tenemos masa crítica para reflexionarlo seriamente o estamos todavía en la fase de grupitos inconexos de presión o de choque? Tengo la impresión que en dicha arena no hay abanderados todavía. O por lo menos no los suficientes como para posicionar una agenda básica en el imaginario de la población y del gobierno mismo.

Un panorama así no hace más que condenar a la invisibilidad mediática a la mitad de nuestra población y con ello mantenerlos fuera de alcance del poco músculo que tiene nuestro Estado. Y no es porque sean una minoría despreciable. Son, entre otras cosas, el 70% de nuestros pobres. Por otra parte, como dice Fuentes, el sector agrícola es quizás el más intensivo en mano de obra y paradójicamente el que menos se ha beneficiado de nuestra tímida red de protección social.

Si el ex ministro está en lo correcto, es decir, si la agenda del campo – lo agrario, lo rural – está supeditada a lo fiscal, y con ello cuasi condenada a ser un tema de tercera o cuarta categoría, bien valdría la pena preguntarnos si no vale la pena tratar de revertir ese tratamiento tan pasivo que le damos a los temas del campo. Dejarlos en la periferia de la economía e instituciones formales del desarrollo los pone de facto en el centro de la economía sumergida, las instituciones ilegales y la vulnerabilidad.

En el mejor de los casos prolongaremos el esquema de Guatemalas múltiples e inconexas. En el peor escenario, contribuimos tácitamente a inducir reacciones violentas en demanda de oportunidades económicas y espacios de participación política. A nuestro campo le urgen lobistas que empujen su agenda y la eleven a categoría de prioridad nacional.

Prensa Libre, 1 de septiembre de 2011.