jueves, 28 de mayo de 2015

Los costos de este cambio de piel

“(…) en su lógica y algoritmo seguimos “business as usual” y las jornadas de abril y mayo no tendrán mayor impacto en la economía nacional.”

Como era de esperarse, con el correr de los días comienzan a aparecer especulaciones sobre impactos económicos que tendrá la actual crisis política.  Los primeros en salir al aire fueron analistas de inversión privados que, muy a su conveniencia, llaman a la cautela, a recuperar cuanto antes la calma, a dejar que el gobierno termine su período, todo en nombre del sacrosanto clima de negocios y la calificación riesgo país.  No es de extrañar esta posición, viniendo de opiniones que representan y se benefician de la estabilidad como condición para la rentabilidad del capital sobre cualquier otra cosa.  Son visiones ciegas y desinteresadas del bien común, y por tanto no recogen dentro de su lectura las evidentes necesidades de transformación y reforma que urgen al sistema político nacional. 

Más recientemente apareció la voz gubernamental.  Primero en boca del señor Pérez Molina, alertando sobre una caída en la recaudación, producto de la no vigencia del impuesto a la telefonía.  Curiosamente sin hacer vinculación alguna con la crisis que detonó el descubrimiento de la red de defraudación fiscal de “La Línea” y la estafa-crimen del IGSS, y los efectos que ambos escándalos puedan tener en la moral tributaria.  (Aunque a decir verdad, en las condiciones actuales quizás sea mucho más moral en este momento apoyar reformas a la SAT y a ciertas piezas de legislación, en vez de seguir llenando el agujereado barril de las finanzas públicas que sólo ha servido para engordar inmoralmente las cuentas de banco de varios empresarios y funcionarios públicos asociados a estos.)  

Finalmente, hace tan sólo un par de días nos enteramos que –¡después de noventa días sin reunirse!– el gabinete económico tímidamente opina sobre la crisis y cómo esta podría reflejarse en indicadores macroeconómicos de corto plazo.  No nos dicen nada muy iluminador, por cierto.  Más bien, lo que sí resulta increíble es que los análisis de dicho gabinete sigan proyectando tasas de crecimiento económico en el rango del 3.6% al 4.2%, como si nada estuviera pasando.  O sea que en su lógica y algoritmo seguimos “business as usual” y las jornadas de abril y mayo en la plaza central, cabeceras departamentales y frente a embajadas de Guatemala alrededor del mundo, no tendrán mayor impacto en la economía nacional.  Qué raro, ¿no?

Eso solo se puede explicar de dos formas:  porque, o hay una lectura deliberadamente politizada de la coyuntura económica, postrer esfuerzo del gabinete por tratar de minimizar la situación crítica por la que atraviesa este decadente gobierno; o bien nuestra estructura económica se ha sofisticado a tal punto que ha logrado prescindir de la política para su funcionamiento, lo cual sería gravísimo y solamente reforzaría la necesidad de acometer reformas de fondo que nos permitan volver a reconectar ambos mundos –política y economía–, como normalmente sucede en cualquier sociedad del mundo. 

Especulaciones aparte, lo que todos los ciudadanos indignados tenemos que tener claro es que esta crisis y las reformas que vamos a acometer para transformar a fondo el sistema político tendrán consecuencias económicas que, en el escenario más benigno, se traducirán en cautela de parte de inversionistas y en una posible contracción de la inversión pública y del crecimiento.  Y lo que la elite política tiene que tener claro es que los ciudadanos estamos conscientes y dispuestos a pagar los costos de este cambio de piel, porque sabemos que los beneficios son mucho mayores y que el statu quo dejó de ser una opción desde el 25 de abril. 

jueves, 21 de mayo de 2015

La trenza del cambio

“El entusiasmo ha crecido y quizás hasta nos han comenzado a dar ganas de pensarnos cada vez más como un enorme colectivo, orgánico, organizado.”

Nadie sabe con exactitud a dónde iremos a parar con esta crisis política.  Estamos en una auténtica puja, en donde los diferentes actores tradicionales intentan jugar su papel, pero se han topado con la emergencia de un fenómeno social que no veíamos en Guatemala desde hace décadas. 

La mezcla de espontaneidad con hartazgo y juventud, han logrado darnos a todos una sacudida tal que nos permite incluso pensar en soluciones hasta hace unas pocas semanas inimaginables.  Como cuando aquel niño aprende a caminar, da el primer paso, se da un sentón pero cae lejos de la pared que le daba el equilibrio.  Y poco a poco se va dando cuenta que se puede poner de pie, tambaleándose, erguirse, y dar otro par de pasos. 

Así nos está sucediendo.  Estamos experimentando cosas nuevas.  Experiencias inéditas en nuestro imaginario.  Sensaciones y emociones que estoy convencido marcarán a toda una generación, porque le habrán dado un referente nuevo, rejuvenecido, sobre el cual poder seguir construyendo un país con rostro más humano y amable.  La Guatemala distinta que sigue siendo posible.

Las marchas masivas y crecientes que están teniendo lugar son quizás la expresión más concreta, es cierto.  Aunque ya no son el único ejemplo.  La plaza se ha convertido en el verdadero espacio público, donde nos hemos dado cita todos los guatemaltecos, independientemente del piso que habitemos en el edificio de cinco niveles que un día dibujó con tanta maestría Don Edelberto Torres. 

A fuerza de empellones a puertas y ventanas, de romper tabiques y muros falsos, hemos salido al aire libre a conectar y reconocernos.  Primero solamente a darnos cita en un día y hora específicos.  Vernos la cara, corear juntos, cantar un himno, quizás sonreírnos, darnos la vuelta y volver a nuestra esquinita.  

Pero como contagiados por la enorme energía y positivismo que se multiplica cuando se logra construir un objetivo que todos perseguimos, cuando verdaderamente nos sentimos parte de algo, nos hemos quedado con ganas de repetir esa experiencia y ponernos a prueba una y otra vez.  Y para sorpresa nuestra, la energía social sigue allí.  El entusiasmo ha crecido y quizás hasta nos han comenzado a dar ganas de pensarnos cada vez más como un enorme colectivo, orgánico, organizado, y cada vez menos como simple colección de individuos que por esas casualidad y curiosidades de la historia logran compartir por un instante efímero. 

Las ganas de seguir alimentando “esto”, esto que se siente tan bien, esto que por primera vez nos muestra nuestro rostro en plural y construye ese inmenso mosaico de voces, colores, edades, y estaturas, esas ganas siguen allí.  Que no nos extrañe en un país de jóvenes que hayan sido los mismos jóvenes quienes hayan dado el paso al frente, y hayan dibujado un hermoso collage que no se nos va a olvidar jamás y que seguramente vamos a evocar y repetir de ahora en adelante.  Cuando recordemos que fue en estas jornadas de mayo que la juventud universitaria de todas las casas se volvió a trenzar en una sola, y desfilar juntos hacia un objetivo común, movidos por un deseo de cambio igualmente común. 

Es el enorme poder que tiene la cohesión social.  Esa que tanta falta nos estaba haciendo y que, como bien hemos experimentado estos días, tanto fuerza tiene y libera, y tanto bien nos está trayendo.  Allí y en ninguna otra parte radica la posibilidad del cambio.  ¡Adelante Guatemala, esto apenas comienza!

jueves, 14 de mayo de 2015

Un cóctel para esta crisis

“(…) la protesta gradualmente comienza a combinarse con propuesta y con mucha auditoría social.”

La crisis no ha concluido.  Al contrario, evoluciona y avanza.  Se alcanzó el punto en que la vicepresidenta debió retirarse del cargo con mucha pena y nada de gloria.  Eso en sí mismo es un importantísimo logro para nuestra democracia, pero a la vez es un hecho insuficiente para atender las demandas sociales y salir del bache.  La presión social no va a menguar, más bien seguirá in crescendo hasta que se llegue a reformas sustantivas. 

Ahora la protesta gradualmente comienza a combinarse con propuesta y con mucha auditoría social.  Así debe ser y así debe continuar.  La estrategia de hacer las concesiones políticas mínimas necesarias para mantener a flote esta decadente administración hasta enero de 2016 –o cuando menos hasta septiembre de 2015– no aplica.        

Dos hechos así lo confirman.  Primero, el fallido intento del presidente de conformar una comisión de tecnócratas notables para conducir un proceso de reforma de la SAT.  Y segundo, la oposición y suspicacia que despertó la terna para candidatos a la vicepresidencia, tanto en su versión original como modificada a última hora.  Todas personas del régimen, que no dan garantía alguna de poder cumplir una función fundamental en los meses por venir.     

¿Por qué digo función fundamental? Porque la ciudadanía comienza cada vez más a construir en su imaginario una ruta crítica con básicamente dos escenarios. 

Por un lado, está el escenario en que se preservan las reglas actuales del juego y se designa un vicepresidente, para luego pedir la renuncia del presidente, e inmediatamente después ir detrás de una reingeniería profunda al sistema político e instituciones clave.  Si tal cosa se cumple, con la designación del vicepresidente de facto estamos ante la elección de una persona que deberá asumir interinamente la conducción del Ejecutivo. 

Por el otro, está un escenario de cambio más radical e inmediato, que aprovecha el momentum, exige directamente la renuncia del presidente, pero además la suspensión de las elecciones, la conformación de un gobierno provisional integrado por personas honorables, y la implementación de una reforma del Estado.  

Ambos escenarios convergen en dos cosas: a) necesidad de reformas de fondo con mucho diálogo social, b) actores con real capacidad de liderar la transición, y no solamente llevar a término una administración colapsada en tanto llega la siguiente. 

Cualquiera sea la ruta que finalmente adoptemos, dentro del grupo de reformas una agenda mínima comienza a tomar forma.  1) restructuración por la que debe pasar la SAT para evitar que más recursos públicos sigan desviándose a través de redes de defraudación fiscal; 2) juicio contra personas individuales y jurídicas que defraudaron al fisco; 3) cambios a la ley de partidos políticos, para que transparenten las fuentes de financiamiento, a la vez que se creen los mecanismos para una competencia más equitativa entre diferentes organizaciones; 4) modificaciones al sistema de elección de diputados para que, entre otras cosas, se ponga límite al número de relecciones y se eliminen el mecanismo de elección por listados. 

Probablemente, una vez superada esta primera etapa de protesta y agenda mínima, el paso inmediato deberá ser llamar a una asamblea nacional constituyente, que permita concluir todo el proceso con una refundación del contrato social que los guatemaltecos queremos para las siguientes décadas. 

Así, el cóctel para encauzar esta crisis se compone de tres ingredientes básicos: primero, durante las semanas y meses por venir, mucha, muchísima movilización y protesta, pacífica pero sostenida, combinada con un ejercicio de identificación de liderazgos honorables; segundo, permanente auditoría social de las acciones de los tres poderes del Estado, ejercida en redes sociales, plazas y foros, pero también desde dentro de las instituciones, con el concurso de la burocracia que apoya el cambio; y tercero, mucha capacidad de propuesta para impulsar aquellas reformas que ya han sido identificadas como los principales cuellos de botella para el saneamiento de nuestro sistema político. 

¡Eso sí, hay que estar muy vigilantes y dispuestos a salir a la calle en cualquier momento!     

jueves, 7 de mayo de 2015

El tamaño del animal

“(…) la participación y presión ciudadana, amplia y plural, debe mantenerse para hacer el contrapeso que las circunstancias exigen.”

Aunque se quiera, en estos días es muy difícil pensar fuera de la coyuntura por la que atraviesa Guatemala.  Momento verdaderamente histórico y decisivo para el futuro de nuestra democracia.  Desafortunada o afortunadamente nos llega entretejido con un evento electoral, que no genera mayor entusiasmo y solamente aumenta el ruido en el ambiente.  Más bien es fuente adicional de preocupación. 

Hay años luz entre lo que sucedió en la plaza de la Constitución el 25 de abril y el 3 de mayo.  Noche y día.  Luz y sombra.  Convicción versus acarreo.  Legitimidad contra feria.  Dos caras tan distintas de esta misma moneda llamada Guatemala.      

No se pueden hacer escenarios, comentaba alguien hace poco.  Todo está cambiando rápidamente.  Cada día aparecen piezas de información que necesariamente obligan a recalibrar y mantener la guardia alta.  Lo único cierto es que la presión ciudadana hay que mantenerla para obligar a que esto llegue a un punto de no retorno.  Ese en donde finalmente se abran opciones de reforma real y sustantiva a un sistema político que ya no da para más. 

En tal contexto, el peso que hoy cae sobre la espalda de la sociedad civil es enorme. 

Por una parte es muy alto el riesgo de quedarnos entrampados en la crisis que ha detonado la CICIG al destapar la mafia de “La Línea”, y concentrar toda la energía social en movilizaciones exigiendo la renuncia de los mandatarios, ¡y solamente eso!  Ojo, no hay que perder de vista que, desde una perspectiva de más largo plazo, ellos dos, así como los muchos otros que también tendrán que rendir cuentas, son solamente actores del momento.  Operadores de un sistema más complejo que reproduce corrupción. 

Luego, además del precedente que es necesario establecer y por lo cual continuamos exigiendo la renuncia de las más altas autoridades, en paralelo se debe hacer el trabajo preparatorio que nos aliste para una discusión de fondo y reforma.  Evidentemente no contamos con los partidos políticos, quienes han dado sobradas muestras de no tener capacidad técnica ni política, mucho menos legitimidad para intermediar este diálogo social.     

Pero la cosa no termina allí, porque a eso hay que sumarle la dinámica del proceso electoral que el domingo partió con concentraciones de diferentes partidos tanto en la ciudad capital como en departamentos.  Y que seguramente intentará repetir vicios y falencias de toda la vida: cascarón, bulla, tarima y pitos, pero nada más.  En dos platos, desgaste y despilfarro.   

Sin embargo, a diferencia del pasado, hoy la sociedad civil tiene la oportunidad de construir una enorme sinergia sobre la base de la crisis actual, que obligue a los candidatos a comprometerse con una agenda de reforma del Estado.  Aunque el argumento de una asamblea nacional constituyente comienza a ganar tracción, el diablo, como siempre, estará en los detalles.  De allí que la participación y presión ciudadana, amplia y plural, debe mantenerse para hacer el contrapeso que las circunstancias exigen. 

Tenemos pues ante nuestros ojos la gestión de un triple proceso: sentar un precedente que de una señal clara de intolerancia ciudadanía a la corrupción y abusos de nuestra elite dirigente; crear las condiciones y participar en un diálogo social que genere reformas a nuestro sistema político; y tratar de encauzar lo más posible el evento electoral de septiembre próximo.  ¡De ese tamaño es el animal!