jueves, 19 de abril de 2012

Pobres de ingreso medio

“Latinoamérica goza de una oportunidad interesante para posicionarse como región que lidere esta nueva discusión, aportando de manera sustantiva a la comprensión de cómo países de ingreso medio tratan de superar altos niveles de pobreza y desigualdad.”

Comienza a darse una discusión interesante en la comunidad del desarrollo. Tiene que ver con el aumento en el ingreso nacional de algunos países y su ascenso a la categoría de ingreso medio. Un interesante artículo del instituto de estudios del desarrollo (IDS, por sus siglas en inglés), señala cómo el porcentaje de pobres viviendo en países de ingreso medio pasó de 7% a finales de la década de los años ochenta a 72% a finales de la década pasada.

Por supuesto que allí dentro está el factor China e India, que sesgan cualquier promedio mundial. De cualquier manera, aun excluyendo de la lista a los dos colosos asiáticos, los porcentajes serían 7% y 22% respectivamente. Es decir, un aumento de tres veces en veinte años. La pregunta es si dicho crecimiento de los países en desarrollo está cambiando sustantivamente el entorno de los pobres.

Para comenzar, ya se escucha un discurso, que seguramente irá in crescendo, sobre la necesidad de movilizar más recursos propios en los países de renta media, para la reducción de la pobreza. Tal argumento se contrapone a la vieja y tradicional estrategia de movilizar recursos internacionales en forma de préstamos o donaciones.

De lo anterior se deprende una pregunta natural: ¿tienen los gobiernos de países de renta media los medios para asumir el financiamiento de sus propias estrategias de reducción de pobreza? La respuesta, por de pronto, parece ser que no. Por lo menos a juzgar por los niveles de tributación promedio en los países de renta media, que rondan entre el 18 y 19 por ciento del producto interno bruto, y por los altos porcentajes de pobreza que prevalecen en la mayoría de ellos.

¿Cuál será el efecto de esta discusión para una región como América Latina, en donde la gran mayoría de sus países pertenecen al club de renta media? La respuesta es dual. Por una parte, uno puede anticipar que se quedará marginada de la discusión. Especialmente a partir del poco peso relativo que tiene la pobreza latinoamericana en comparación con otras regiones del mundo. Según el IDS, al usar una medida de pobreza multidimensional, hoy día el 66% de los pobres viven en Asia, el 29% en África Sub Sahariana y solamente el 3% en América Latina.

Por otro lado, Latinoamérica goza de una oportunidad interesante para posicionarse como región que lidere esta nueva discusión, aportando de manera sustantiva a la comprensión de cómo países de ingreso medio tratan de superar altos niveles de pobreza y desigualdad. En términos de pobreza, la región ha desarrollado instrumentos de política pública innovadores y efectivos para aumentar el ingreso de los pobres. Nuestras programas de protección social son indiscutiblemente un aporte al mundo en desarrollo.

Y en términos de desigualdad, por el solo hecho de seguir ostentando la corona en materia de concentración de recursos y oportunidades, de facto nos coloca como población objetivo para ensayar formas alternativas de romper con las disparidades estructurales que nos definen. La gran interrogante es ¿seremos capaces de asumir el reto?

Prensa Libre, 19 de abril de 2012.

jueves, 12 de abril de 2012

La socialdemocracia se repiensa

“(…) aprender a comunicar mejor la visión de interdependencia entre crecimiento económico y desarrollo, por un lado, y la seguridad social y la igualdad, por el otro.”

El País comenzó desde hace unas semanas a publicar una serie de artículos sobre el futuro de la socialdemocracia europea. Interesante ejercicio de catarsis ante el punto bajo por el que atraviesa dicha corriente de pensamiento político en el viejo continente.

Si se la juzga por el resultado que ha obtenido en las urnas después de que iniciara la Gran Recesión en el 2008 los números son demoledores. Hoy solamente gobiernan en 4 países de la Europa de los 27.

Sin embargo, las próximas elecciones en Francia, los traspiés conservadores del Reino Unido, pero fundamentalmente las elecciones en Alemania en el 2013, despiertan la esperanza de poder reposicionarse ante su ciudadanía como una mejor opción para conducir la política glocal.

Dos hechos parecen marcar esta parada conceptual para repensar el camino futuro. Por una parte, el agotamiento de la llamada “Tercera Vía”, como alternativa para reformar y dar más agilidad a un estado de bienestar europeo que debe ponerse a tono con los tiempos. Por la otra, el descalabro del neoliberalismo de los ochenta generado por la aguda crisis global, de la cual no acabamos de salir y recomponernos.

La gran ironía es que en casi todos los países europeos, del mundo desarrollado, y otras economías emergentes, el reclamo de sus clases medias es afín al ideario socialdemócrata: empleo, seguridad social, equidad. Sin embargo, la respuesta práctica no convence. ¿Por qué? Si la evidencia empírica muestra cómo la socialdemocracia redistribuye más que otras opciones ideológicas.

¿Será que el votante medio está hilando más fino que sus dirigentes políticos? ¿O simplemente estamos en un típico caso de comunicación rota entre gobernantes y gobernados?

Como bien apuntan Olaf Cramme y Patrick Diamond del Policy Network, el reto principal del pensamiento político de centro-izquierda contemporáneo está en poder proporcionar a la gente un moderno sentido de pertenencia y de objetivos colectivos en un mundo rápidamente cambiante. Ignorar esa discusión es políticamente inviable.

Las condicionantes de la sociedad europea están allí: cambio (envejecimiento) demográfico, recomposición del Estado nacional, migración e interculturalidad, y una agenda internacional cada vez más interdependiente. Todos son factores que condicionan los espacios de acción para cualquier agenda programática. Es allí donde la socialdemocracia debe rencontrar su espacio y, como sugiere Pär Nuder, “aprender a comunicar mejor la visión de interdependencia entre crecimiento económico y desarrollo, por un lado, y la seguridad social y la igualdad, por el otro.”

Guardando las diferencias de rigor, es increíble como demandas tan parecidas encuentran vehículos para canalizarse tan diferentes entre aquellos países y los nuestros. Allá, se protesta contra el paro, aunque con una pizca mayor de sofisticación, crítica y propuesta. La ciudadanía entiende que su participación política es la herramienta para exigir condiciones que después se transformarán en cosas concretas como tener trabajo, devengar un salario, acceder a una pensión, gozar de educación y salud, optar a vivienda propia.

Aquí la gente también necesita empleo y todo lo demás, pero el discurso es más limitado cuando no del todo ausente. La clase media mantiene su silencio ensordecedor, porque hacer política quita tiempo o es de shumos. En el mejor de los casos escuchamos la perorata del crecimiento económico arriba del 6 ó 7 por ciento. Y del Estado, se acuerdan solo aquellos para los que peor es nada, ó aquellos otros a quienes les estorba.

Cualquiera sea la afiliación o simpatía política individual, no me cabe duda que es preferible una sociedad con opciones políticas que sin ellas, con debates sobre visiones alternativas en lugar de un mutismo apático que deja vía libre a politiquería vacía. Buen aporte a la discusión y al debate político, a la construcción de ciudadanía, el que hacen los medios de comunicación europeos al ventilar este tipo de temas. Me pregunto ¿podríamos ensayar algo similar en Guatemala?

Prensa Libre, 12 de abril de 2012.