miércoles, 9 de mayo de 2012

De pobreza a desigualdad (parte I)


“(…) en los últimos cinco años pataleamos, cual adolescentes, intentando decidir si la equidad debiera o no ser el tema más importante de nuestro tiempo..”

Hace un par de semanas tuve el gusto de participar en un seminario organizado por el Colegio de México sobre pobreza y desigualdad rural en América Latina.  Motivado por las discusiones que escucho en diferentes círculos – académicos, instituciones financieras de desarrollo, gobiernos, y algunos medios escritos –, preparé una pequeña intervención titulada “De pobreza a desigualdad: ¿qué implica cambiar de paradigma?”.

Porque hay una discusión muy rica allá afuera de nuestras fronteras geográficas que, si bien es cierto escapa a nuestro control e influencia porque somos un país y economía pequeñas, de todas formas ejerce influencia en nosotros.  En la manera como concebimos el desarrollo, en los instrumentos de política que usamos o sugerimos, y la forma de priorizar la acción pública.  De eso no me cabe la menor duda. 

Una forma de tomarle el pulso al debate es extraer las señales que emanan del discurso internacional.  Aquel que se encuentra en los informes mundiales y regionales como los que generan instituciones de Bretton Woods, sistema de Naciones Unidas, bancos de desarrollo regional.  Aunque no son las únicas fuentes, nos guste o no, son las que más se divulgan y utilizan como referente.  De allí su relevancia.   

Y no me refiero a aquellas ideas que, aunque añejas e importantes, por una razón u otra no terminaron de salir del cascarón, quedándose circunscritas al mundo de los artículos especializados y círculos de discusión al que sólo acceden los bárbaros ilustrados.  Hablo más bien de aquellos otros planteamientos que sí lograron permear, colándose a esferas más mundanas, como las de los ministerios, secretarias, aulas universitarias, gremios empresariales, prensa, y centros de investigación social aplicada. 

Caricaturizando un poco y con el ánimo de provocar debate, se pueden trazar pinceladas gruesas sobre la forma como la Economía ha evolucionado en su concepción del desarrollo.  La más clara es el tránsito de lo macro a lo micro. 

Es decir, hemos transitado de la estabilidad macroeconómica a rajatabla, con sus expresiones clásicas de férreo control del endeudamiento público y la inflación, durante los años ochenta.  Mutamos luego a una agenda de crecimiento, liberalización de mercados y privatización, durante los años noventa.  Seguidamente nos convertimos al nuevo evangelio de la reducción de pobreza como objetivo supremo. Y en los últimos cinco años pataleamos, cual adolescentes, intentando decidir si la equidad debiera o no ser el tema más importante de nuestro tiempo. 

Estos diferentes centros de gravedad son importantes porque no solamente se han quedado en discursos o informes de anaquel.  Más bien han logrado convertirse en programas de gobierno, en carteras de préstamo con organismos multilaterales, en nuevos ministerios, en instituciones financieras nacionales y regionales, en leyes, en prioridades de gasto público.  Que al final no hacen sino reflejar una concepción en cuanto a la función del Estado, la economía, y la manera en que suponemos se deben articular para lograr el bienestar social. 

Si la equidad será el color de la discusión en los años por venir, para poder instalar este nuevo paradigma en la visión de desarrollo latinoamericana creo que tenemos por lo menos cuatro desafíos.  Para que efectivamente tenga, cuando menos, el mismo agarre ó tracción que tuvieron las ideas de estabilidad, crecimiento y pobreza en las últimas tres décadas.  Sobre ellos me referiré en mi siguiente columna. 

¡Muy feliz día de la madre a todas las mujeres guatemaltecas que tienen en sus manos la vida de nuestros amados hijos!

Prensa Libre, 10 de mayo de 2012.
 

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