miércoles, 17 de junio de 2009

La economía y la felicidad (Edelberto Torres Rivas, elperiodico, 14 de junio 2009)

Hay varias Gatemalas. ¡Debo reconocer que estoy harto de escribir y reflexionar sobre los temas de las desigualdades y la pobreza guatemalteca, sobre una realidad dolorosa y repugnante. ¿Ahí se agota la dimensión humana de esta Guatemala nuestra? No, existe afortunadamente otra Guatemala, a la que conocemos talvez con menos certidumbre. Los datos económicos nos ayudan a aproximarnos intelectivamente a pensar en la dimensión de felicidad que también ellos describen. Existe también una patria gozosa, una población a quien le sobran bienes y servicio, de gente satisfecha que se mueve entre el incesante despilfarro de unos y la tranquila indiferencia de otros (Lipovetsky). Hay un guatemalteco, que formado en la ética competitiva del mercado, y a quien los izquierdosos acusan de egoísta, solo es un ser pleno de satisfacciones, que con toda razón, solo piensa en sí mismo. Hay otra sociedad, la de la zona 10 y de los barrios elegantes, de restaurantes de cinco tenedores, que toman vinos Gran Brut, manejan Mercedes Benz, vacacionan y se hospitalizan en sitios lejos del país.

Existe esa Guatemala, formada por unas 10 mil familias cuya óptima existencia social reitera las diferencias que desde la colonia distanciaron a la aristocracia criolla, un puñado de gente feliz. Esa Guatemala limpia la forman, según otros cálculos, unas 120 mil personas, que según el Índice de Estratificación Social constituyen el 2.2 por ciento de la población total. Pueden ser menos o ser más; ni los censos ni las encuestan dicen la verdad, pero lo cierto es que esa élite no habita el sótano oscuro, hediondo y sin salidas del edificio de cinco pisos que en clave de metáfora alguna vez describí para la sociedad guatemalteca. No, ellos viven en el penthouse, en un grato ambiente de bienestar al que tienen pleno derecho. ¡Qué nadie se atreva a alterarlo!

Viven una vida económicamente segura, que mejora de año en año. Tienen fe en el futuro, sobre todo ahora que los nubarrones de la revolución se han ido. Algunos analistas que no los quieren y por eso mienten, indican que sólo tienen un ingreso per cápita anual de Q75 mil y que por supuesto es mucho más. Uno de ellos, entrevistado, reconoció que su ingreso personal era de Q2 millones. En la vida en sociedad es lógico que algunos tengan bastante y otros no tengan nada.
Es una ley natural y eso explica que el 97 por ciento de las empleadas domésticas no tengan el salario mínimo. No es posible calcular con certeza las decenas de miles de quetzales que gastan en perfumes, lociones, talcos y desodorantes, que en todo caso es tanto como el destinado para gastos médicos y comida para sus adorados “puppies”. Esta es una sociedad con mascotas y dueños felices. ¿Por qué condenar el uso de bienes que los envidiosos llaman “suntuarios”? Con el derecho que da el dinero, que a su vez da conocimiento se las arreglan para que del total de gastos del IGSS un 74.6 por ciento de sus gastos médicos les corresponda.

La matriz social en la que viven los ricos guatemaltecos tiene tres grandes bloques: derecho a la seguridad, que es el respeto a la vida y a la propiedad; mas de 100 mil guardias privados los protegen afuera y adentro del apartheid social en que habitan. La violencia de los pobres les amenaza pero no les alcanza. Luego, está el derecho a la ganancia de la inversión industrial, a los intereses del capital, a la renta de la tierra; estos recursos no deben ser cuestionados. El salario se negocia; pero los intereses y la renta no, pues se reciben por derecho propio y por eso, es el mercado el que los produce y el Estado que los protege, un Estado guardián: un poder político, subsidiario, que cumple así su función esencial. El tercer bloque es la política, que casi siempre practican por interpósita mano; influyen a través de sus funcionarios asalariados que pueden ser militares, licenciados, periodistas. Una ventaja que da el dinero es el “derecho-al-picaporte” y otra, que hoy día abundan mucho funcionarios amigables, talvez corruptos, pero son útiles para la marcha de los negocios. Todo sea para asegurar la economía de la felicidad.

Es cierto que en muchos índices sociales estamos mal, pero no en todo, pues tenemos el primer lugar en el mercado centroamericano de BMW, y después de 2005 tenemos 773 Mercedes Benz, 151 Jaguar y 158 Porsche con un valor promedio de US$30 mil, nuevos, brillantes. Una filosofía explica y justifica esos derechos. La conjunción entre fines del individuo y su cumplimiento social se realiza en el intercambio de bienes y servicios cuya eficacia reposa en la existencia de grupos dominantes, hereditarios, que perpetúan así el poder de que disponen.
Ojalá formaran, no tanto la clase dominante, cuanto la dirigente. El país necesita con urgencia de una élite que trace con optimismo una visión de futuro, que defina una posibilidad de cambio que sin exponer su bienestar pueda influir en el desarrollo nacional con algunas dosis de equidad.

Sí, en Guatemala hay una sociedad con gente optimista. Y afortunadamente, entre ellos se encuentran algunos intelectuales inteligentes, catedráticos, columnistas de la prensa o por la radio, que con objetividad nos ayudan a comprender porqué es malo el salario mínimo, los impuestos, los sindicatos y la misma política. Tienen suerte, la vida les sonríe. Son la parte feliz de Guatemala.

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