viernes, 5 de junio de 2009

Funes, recambio y trasvase

El lunes asumió Mauricio Funes la Presidencia de la República en El Salvador. Un cambio histórico, lleno de significado político tanto para la sociedad salvadoreña como para toda Latinoamérica. En opinión de algunos, estamos ante el clímax de un proceso de reconversión y maduración de la izquierda salvadoreña en armas, que en 1992 decidió continuar la lucha por medios políticos.

A diferencia del resto de movimientos insurgentes en Centro América, el FMLN es visto como un caso de éxito relativo por su capacidad de reinventarse y ganar el favor de la población en las urnas. Primero con alcaldías – San Salvador la más emblemática de ellas –, pero también con una representación importante en la Asamblea Legislativa, y ahora haciéndose de la Presidencia de la República.

La ceremonia de cambio de mando ya reveló algunos simbolismos interesantes. Mientras los Presidentes Chávez y Ortega fueron los grandes ausentes, Lula y Obama – este último representado en su Secretaria de Estado Hillary Clinton y en una referencia directa en el discurso del mismo Presidente Funes – marcaron la nota distintiva de lo que quiere ser un régimen progresista, consciente de su entorno político regional.

Desde una perspectiva regional, va cuajando la idea de que el nuevo gobierno salvadoreño tiene la posibilidad y potencial de renovar un liderazgo en el istmo, que pueda oxigenar dando la pauta para una sana coexistencia entre una izquierda militante y académica en el Ejecutivo, y una derecha como principal fuerza de oposición en el parlamento y en la principal alcaldía del país.

Lógicamente también se han hecho ya comparaciones y contrastes con el actual régimen en Guatemala. Esto es normal dado que históricamente nos unen fuertes lazos con El Salvador. La estructura económica, la geografía, y la coyuntura política son puentes naturales que han mantenido y hacen prever el fluido intercambio entre ambos países. Solamente el hecho de ser el segundo socio comercial de Guatemala, y haber vivido un conflicto armado tan intenso como el nuestro, le dan a El Salvador una relevancia que no goza ningún otro país vecino.

Pero además, a juzgar por las primeras señales que ha comenzado a enviar la administración Funes, se insinúan canales adicionales de comunicación que habrá que observar con mucha atención por el potencial impacto en la política nacional.

La nueva administración ha anunciado algunos de los temas que ocuparán su atención en el arranque, muchos de los cuales se traslapan claramente con la agenda de Guatemala. La reactivación económica con especial énfasis en la generación de empleo, el lanzamiento de un pacto fiscal que atienda el estado de las finanzas públicas, una declarada vocación hacia temas sociales – en donde curiosamente el Presidente Funes ha anunciado que será la primera dama quien esté a cargo de la Secretaría de Inclusión Social –, y la agenda de seguridad ciudadana, son solamente algunos ejemplos. Todos son temas que resuenan igualmente fuerte en nuestro país.

Aún así, existen diferencias fundamentales que vale la pena rescatar porque definitivamente marcarán lo que suceda a uno y otro lado del río Paz. Señalo dos que saltan a la vista.

Para comenzar, la administración Funes tiene como interlocutor en la oposición a una derecha que, al haber ejercido el poder político durante los últimos 20 años de forma ininterrumpida, tiene amplio conocimiento de la administración pública, y un nivel de articulación política cualitativamente distinto al de Guatemala.

Además, el Presidente Funes llega en una plataforma que no le pertenece, pero que con toda seguridad estará presente y muy de cerca en su quehacer diario, encarnada no solamente en la figura del vicepresidente – quién adicionalmente tendrá a su cargo la cartera de educación –, sino de una cuota importante de representantes a la Asamblea Legislativa y alcaldes.

Todo ello demandará del mandatario un esfuerzo adicional de negociación y búsqueda de consenso, primero a nivel interno en su propio partido, para después salir a buscar los apoyos que sean necesarios con la oposición, según sea el caso.

Queda por ver si todas estas coincidencias políticas, geográficas, históricas, e ideológicas, se logran trasvasar de alguna manera a Guatemala, aireando el debate nacional y convirtiéndose en una especie de relanzamiento para algunos temas que nuestra coyuntura doméstica ha pospuesto o ahogado.

(Prensa Libre, 4 de junio 2009)

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