miércoles, 22 de octubre de 2014

Vuelta a los franceses

“(…) el trabajo de estos dos economistas franceses está motivado por el interés y la necesidad social de evitar o minimizar los efectos indeseables de la desigualdad extrema.”

Los franceses parecen haberse puesto de moda en la ciencia económica. 

Primero Thomas Piketty lanza un bombazo con su libro “Capital en el siglo XXI” en donde hace un análisis histórico de la desigualdad en los países desarrollados.  Entre muchas otras cosas, nos entrega evidencia histórica que va en contra de la tesis de Kuznets de mediados del siglo XX, la cual proponía que a medida que los países se desarrollaban la desigualdad tendría un comportamiento en forma de U invertida: aumentando en una primera fase para luego comenzar un proceso de reducción –es decir, de mayor equidad–.  Sin embargo, los datos de los últimos cincuenta años sugieren que los países desarrollados han vuelto a tener niveles de desigualdad similares a los que tenían a principios del siglo pasado.  En otras palabras, las ganancias de equidad se han esfumado.  

Luego la semana pasada nos llega la noticia que el Premio Nobel en Economía del 2014 le fue otorgado al también francés Jean Tirole por sus “análisis sobre poder de los mercados y regulación”.  Un merecido reconocimiento para un académico que durante los últimos treinta años se ha dedicado al estudio y comprensión de los mercados en los cuales predominan unos pocos oferentes (oligopolios), un punto intermedio, y por cierto mucho más realista, al análisis de libro de texto de competencia perfecta versus monopolios. 

La agenda de investigación de Tirole durante los años ochenta y noventa reviste particular importancia por cuanto coincide justamente con los años de las recomendaciones emanadas de la Economía de la Oferta –aplicada principalmente por los gobiernos de Reagan y Tatcher en Estados Unidos e Inglaterra– así como por la agenda de reforma estructural que surgió del llamado Consenso de Washington hacia finales de dicha década e inicios de la siguiente.  Eran los años en los que el gobierno estaba en franco retroceso en su participación dentro de la economía y se apostaba más bien a la capacidad de los mercados como mecanismo para alcanzar mayor eficiencia y crecimiento económico. 

Fue también en esa época que se puso de moda la economía de la regulación como reacción a muchísimos procesos de privatización de empresas estatales.  Y con ello cobraron relevancia conceptos como captura del regulador.  Sobre todo en mercados altamente especializados, en donde unas pocas firmas oferentes y el regulador manejan un nivel de información que ningún otro agente dispone, aumentando el riesgo de colusión entre ambos, a consecuencia de la capacidad de la industria de convertirse en futuro empleador del actual regulador. 

Un problema que se hace mucho más agudo en sociedades con poca institucionalidad, en donde el servicio civil no es la norma sino la excepción, donde el paso por puestos de gobierno es de muy corta duración, y donde el tamaño del mercado interno es igualmente pequeño, con lo cual los reguladores y las firmas reguladas son tan pocas que las oportunidades de desarrollo profesional y económico para el regulador son muy limitadas.   

En un cierto sentido el trabajo de estos dos economistas franceses está motivado por el interés y la necesidad social de evitar o minimizar los efectos indeseables de la desigualdad extrema.  En el caso de Piketty explicado por el comportamiento de rentas del factor capital que son mucho más altas que las del resto de la economía.  En el caso de Tirole, a partir del poder excesivo que pueden adquirir unos pocos agentes económicos en detrimento del bienestar social.  Bien por los franceses.  

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