Los
franceses parecen haberse puesto de moda en la ciencia económica.
Primero
Thomas Piketty lanza un bombazo con su libro “Capital en el siglo XXI” en donde
hace un análisis histórico de la desigualdad en los países desarrollados. Entre muchas otras cosas, nos entrega
evidencia histórica que va en contra de la tesis de Kuznets de mediados del
siglo XX, la cual proponía que a medida que los países se desarrollaban la desigualdad
tendría un comportamiento en forma de U invertida: aumentando en una primera
fase para luego comenzar un proceso de reducción –es decir, de mayor equidad–. Sin embargo, los datos de los últimos
cincuenta años sugieren que los países desarrollados han vuelto a tener niveles
de desigualdad similares a los que tenían a principios del siglo pasado. En otras palabras, las ganancias de equidad
se han esfumado.
Luego
la semana pasada nos llega la noticia que el Premio Nobel en Economía del 2014 le
fue otorgado al también francés Jean Tirole por sus “análisis sobre poder de
los mercados y regulación”. Un merecido
reconocimiento para un académico que durante los últimos treinta años se ha
dedicado al estudio y comprensión de los mercados en los cuales predominan unos
pocos oferentes (oligopolios), un punto intermedio, y por cierto mucho más
realista, al análisis de libro de texto de competencia perfecta versus monopolios.
La agenda
de investigación de Tirole durante los años ochenta y noventa reviste
particular importancia por cuanto coincide justamente con los años de las
recomendaciones emanadas de la Economía de la Oferta –aplicada principalmente
por los gobiernos de Reagan y Tatcher en Estados Unidos e Inglaterra– así como
por la agenda de reforma estructural que surgió del llamado Consenso de
Washington hacia finales de dicha década e inicios de la siguiente. Eran los años en los que el gobierno estaba
en franco retroceso en su participación dentro de la economía y se apostaba más
bien a la capacidad de los mercados como mecanismo para alcanzar mayor
eficiencia y crecimiento económico.
Fue también
en esa época que se puso de moda la economía de la regulación como reacción a muchísimos
procesos de privatización de empresas estatales. Y con ello cobraron relevancia conceptos como
captura del regulador. Sobre todo en
mercados altamente especializados, en donde unas pocas firmas oferentes y el
regulador manejan un nivel de información que ningún otro agente dispone,
aumentando el riesgo de colusión entre ambos, a consecuencia de la capacidad de
la industria de convertirse en futuro empleador del actual regulador.
Un
problema que se hace mucho más agudo en sociedades con poca institucionalidad,
en donde el servicio civil no es la norma sino la excepción, donde el paso por
puestos de gobierno es de muy corta duración, y donde el tamaño del mercado
interno es igualmente pequeño, con lo cual los reguladores y las firmas
reguladas son tan pocas que las oportunidades de desarrollo profesional y
económico para el regulador son muy limitadas.
En un
cierto sentido el trabajo de estos dos economistas franceses está motivado por
el interés y la necesidad social de evitar o minimizar los efectos indeseables
de la desigualdad extrema. En el caso de
Piketty explicado por el comportamiento de rentas del factor capital que son mucho
más altas que las del resto de la economía.
En el caso de Tirole, a partir del poder excesivo que pueden adquirir
unos pocos agentes económicos en detrimento del bienestar social. Bien por los franceses.
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