miércoles, 1 de octubre de 2014

El gigante y su cola

“Después de haber pasado por períodos de autoritarismo político y volatilidad macroeconómica, finalmente parece haber encontrado la fórmula para crecer, incluir y estabilizar.”

Un gigante siempre se hace notar por su tamaño.  Y si tiene cola con mucha mayor razón.  Cualquier cosa que haga, cualquier reacción brusca que tenga, se hace sentir en su entorno.  Algo así sucede ahora con Brasil, el gigante latinoamericano que desde hace ya década y media nos ha mantenido con la atención puesta sobre su sistema político y desempeño económico.    

El gigante tiene el cuerpo más grande de todos nosotros.  Es la primera economía y tiene el mercado interno más grande de toda América Latina.  Después de haber pasado por períodos de autoritarismo político y volatilidad macroeconómica, finalmente parece haber encontrado la fórmula para crecer, incluir y estabilizar.  

Su creciente clase media –cada vez más exigente de bienes públicos de calidad–, el proceso de reducción de la pobreza y el cierre de brechas entre los más ricos y los más pobres constatan que han tomado muchas decisiones correctas.  Su política social se convirtió no solamente en una inmensa red de protección sino que además se podía conjugar con el poderoso músculo del Estado para generar actividad económica en los estratos más bajos de la población. 

Así da cuenta el uso de su política de fomento productivo, la cual ha dado un espacio importante a la agricultura familiar como actividad económica viable.  También hay que decir que como pocos, el Estado brasileño puede darse el lujo de montar programas de una escala tal que generen una demanda interna suficiente para dinamizar a productores pequeños que de otra manear no tendrían mayor espacio de inserción económica y progreso.  De cualquier manera, es un caso de cómo el mercado interno puede jugar un papel estabilizador e igualador en momentos en que el contexto internacional está agotado o incierto. 

Pero a ese gigante también le creció junto al cuerpo una cola grande.  Que se explica por esa misma estabilidad política y crecimiento económico logrados durante los últimos años, y por la cada vez mayor interdependencia económica que experimenta el mundo de hoy.  Así, estabilidad, crecimiento  e interdependencia le han permitido al Brasil hacer un uso muy efectivo de su gran escala para aumentar su influencia en la arena internacional.    

De allí que un movimiento brusco del gigante se hará sentir en su entorno inmediato y quizás más allá.  Así nos lo indican temores de una eventual derrota del PT y el efecto que podría tener en la naturaleza del Mercosur y sus países miembros, reconvirtiéndolo de unión aduanera a simple zona de libre comercio. 

O en los mercados financieros que también están pendientes de lo que pase allá abajo, tal y como se observa con la volatilidad que ha tenido en los últimos días, con subidas y bajadas de la bolsa –especialmente las acciones de Petrobras–, así como con un alza en el precio el dólar.  Pero también en las tensiones que se dejan sentir sobre temas como autonomía de la banca central, control de la inflación, o disciplina fiscal en momentos de desaceleración. 

La elección presidencial del próximo domingo reviste toda esta significancia.  ¿Cómo se moverá el gigante y cómo arrastrará la cola?¿Será el PT capaz de seguirse pensando y ofreciendo a un electorado como el proyecto político de mediano plazo, o tendrá que ceder el timón a una mujer apoyada por el partido socialista?  Esas son algunas de las preguntas que los brasileños y el resto nos hacemos en los últimos días.      

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