Un
gigante siempre se hace notar por su tamaño.
Y si tiene cola con mucha mayor razón.
Cualquier cosa que haga, cualquier reacción brusca que tenga, se hace
sentir en su entorno. Algo así sucede
ahora con Brasil, el gigante latinoamericano que desde hace ya década y media nos
ha mantenido con la atención puesta sobre su sistema político y desempeño
económico.
El
gigante tiene el cuerpo más grande de todos nosotros. Es la primera economía y tiene el mercado interno
más grande de toda América Latina.
Después de haber pasado por períodos de autoritarismo político y
volatilidad macroeconómica, finalmente parece haber encontrado la fórmula para
crecer, incluir y estabilizar.
Su
creciente clase media –cada vez más exigente de bienes públicos de calidad–, el
proceso de reducción de la pobreza y el cierre de brechas entre los más ricos y
los más pobres constatan que han tomado muchas decisiones correctas. Su política social se convirtió no solamente
en una inmensa red de protección sino que además se podía conjugar con el poderoso
músculo del Estado para generar actividad económica en los estratos más bajos
de la población.
Así da
cuenta el uso de su política de fomento productivo, la cual ha dado un espacio importante
a la agricultura familiar como actividad económica viable. También hay que decir que como pocos, el Estado
brasileño puede darse el lujo de montar programas de una escala tal que generen
una demanda interna suficiente para dinamizar a productores pequeños que de
otra manear no tendrían mayor espacio de inserción económica y progreso. De cualquier manera, es un caso de cómo el
mercado interno puede jugar un papel estabilizador e igualador en momentos en
que el contexto internacional está agotado o incierto.
Pero a ese
gigante también le creció junto al cuerpo una cola grande. Que se explica por esa misma estabilidad
política y crecimiento económico logrados durante los últimos años, y por la
cada vez mayor interdependencia económica que experimenta el mundo de hoy. Así, estabilidad, crecimiento e interdependencia le han permitido al Brasil
hacer un uso muy efectivo de su gran escala para aumentar su influencia en la
arena internacional.
De allí
que un movimiento brusco del gigante se hará sentir en su entorno inmediato y
quizás más allá. Así nos lo indican
temores de una eventual derrota del PT y el efecto que podría tener en la naturaleza
del Mercosur y sus países miembros, reconvirtiéndolo de unión aduanera a simple
zona de libre comercio.
O en
los mercados financieros que también están pendientes de lo que pase allá
abajo, tal y como se observa con la volatilidad que ha tenido en los últimos
días, con subidas y bajadas de la bolsa –especialmente las acciones de
Petrobras–, así como con un alza en el precio el dólar. Pero también en las tensiones que se dejan
sentir sobre temas como autonomía de la banca central, control de la inflación,
o disciplina fiscal en momentos de desaceleración.
La
elección presidencial del próximo domingo reviste toda esta significancia. ¿Cómo se moverá el gigante y cómo arrastrará
la cola?¿Será el PT capaz de seguirse pensando y ofreciendo a un electorado
como el proyecto político de mediano plazo, o tendrá que ceder el timón a una
mujer apoyada por el partido socialista?
Esas son algunas de las preguntas que los brasileños y el resto nos
hacemos en los últimos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario