jueves, 29 de mayo de 2014

UWC antes, UWC hoy

“La generación de mi hijo interpela el conflicto en Siria, la crisis de la Unión Europea, la primavera árabe, y observa atentamente el despertar de China.”

Buena parte de mi infancia y toda mi adolescencia la viví con mis abuelos.  Mi abuelo, hombre de su tiempo, políticamente comprometido, y lector voraz de todo cuanto pasaba por sus manos, no dejaba texto parado.  A veces me pregunto ¡qué hubiera hecho con Google y Wikipedia! 

Un día llegó a mi cuarto donde yo estaba estudiando, y sin mediar mucha conversación me dejó sobre la cama el periódico de ese día, con una noticia muy chiquitita, circulada con su famoso marcador rojo.  Antes de salir me dijo: creo que deberías aplicar. Leí la nota dos o tres veces, y allí comenzó todo esto. Tenía entonces diecisiete años

Ahora que lo pienso veo cómo en su mismo nombre está condensada toda su esencia: United World Colleges (UWC).  Un proyecto educativo construido alrededor de un riguroso programa académico y una estrategia de intensa convivencia y proyección social.  Que apuesta por el entendimiento y convivencia pacífica entre individuos, entre distintos imaginarios, entre religiones, entre mitos y creencias.  Así de sencillo pero así de difícil de explicar cuando no se ha vivido. 

Sin duda alguna fueron dos de los años más intensos que he pasado en la vida.  Cada vez que los repaso me doy cuenta que fue allí en donde se plantaron muchas de las ideas que han motorizado mucho de lo que vino después.   

Una experiencia tan intensa, que veinte años más tarde tuvimos la osadía de permitir que nuestro primogénito también la viviera.  Sus padres somos firmes creyentes del poder transformador que tiene la educación.  Estamos convencidos que son los jóvenes el alma del cambio, y que haciéndolos convivir antes de que sus prejuicios se solidifiquen podremos poco a poco demoler estructuras mentales que dificultan el desarrollo y la paz.  

El fin de semana pasado fuimos a acompañarlo y celebrar juntos su graduación.  Volví a resucitar esas emociones que acompañan la vida en los UWC, ahora atemperadas por el paso del tiempo y la experiencia de ser padre.  Muchachos y muchachas en sus trajes nacionales, compartiendo su cultura, criticando agudamente pero también proponiendo soluciones para este mundo que les estamos heredando. 

En mis años era la Guerra del Golfo, la caída del muro de Berlín, la liberación de Mandela y los quinientos años de la llegada de Colón a América.  Hoy la generación de mi hijo interpela el conflicto en Siria, la crisis de la Unión Europea, la primavera árabe, y observa atentamente el despertar de China.   

Al terminar el día y caminar por ese campus ya vacío pensé con nostalgia en aquel marzo de 1991 y en este mayo de 2014.  En cómo ha cambiado el mundo desde entonces y cómo en muchas cosas sigue siendo tan igual.  Pensé en mi hijo y en su futuro cada vez menos incierto.  Pensé también en los UWC, y en la necesidad de mantener y multiplicar oasis como estos.  Porque fueron, son, y sin duda seguirán siendo, una apuesta, una propuesta y un ejemplo concreto de que otro mundo es siempre posible.     

Prensa Libre, 29 de mayo de 2014.

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