domingo, 28 de abril de 2013

Lo rural y el postconflicto


“El desarrollo no sucede por decreto ni baja desde las capitales ni se construye solamente con instituciones y financiamiento del gobierno central.”

El último conflicto armado en América Latina se está negociando.  Y todo apunta a que esta vez tiene bastantes posibilidades de alcanzar acuerdos.  ¡Ojalá!  Colombia y los colombianos se lo merecen.  Un país con tanta diversidad y riqueza humana y natural tiene que darle vuelta a esa página de su historia de una buena vez. 

La agenda de negociaciones entre ambas partes se ha construido alrededor de cinco ejes, uno de los cuales se refiere al desarrollo rural con equidad y la búsqueda de soluciones al problema de la tierra.  Los demás tienen que ver con desmovilización y reinserción política de las FARC, desarme, cese del narcotráfico como actividad principal de financiación y resarcimiento a víctimas del conflicto.

El lunes pasado nos dimos cita en Bogotá para escuchar por un día completo voces de especialistas, actores políticos, servidores públicos, académicos y actores de sociedad civil.  Todos reflexionando bajo una pregunta marco: ¿qué significa hablar de desarrollo rural en una sociedad postconflicto?

Invitamos al conversatorio al Secretario Técnico de la Presidencia de El Salvador, Dr. Alexander Segovia, para que nos compartiera algunas reflexiones a partir de la experiencia de su país tras dos décadas de finalizado su conflicto armado.  Las coincidencias en los análisis de colombianos y salvadoreño fueron evidentes.  La ansiedad respecto a cómo lograr ese tan elusivo desarrollo rural también lo fue.  No hay balas de plata ni fórmulas únicas. 

Resonó con mucha fuerza que el mundo rural está en el corazón de la negociación.  Algo hasta cierto punto natural, pues es en dicho espacio donde el conflicto se desarrolla, donde están combatientes, donde se dan las diferencias, donde se observan las mayores brechas de bienestar, donde la presencia del Estado es más baja.  Y en el postconflicto, será el espacio rural donde también tocará coexistir a víctimas y victimarios.  Por tanto, es la ruralidad el territorio donde la paz debe ser construida.

De igual forma quedó en el ambiente la urgente necesidad de recuperar instituciones públicas que atienden lo rural.  Haberlas desmantelado lo único que ha hecho es generar un gran vacío, sentido principalmente por aquellos que más lo necesitan: pequeños productores pobres.

La experiencia salvadoreña nos señala que el postconflicto no tiene solamente una dimensión de reinserción económica y social sino también política.  Y que dependiendo de la correlación de fuerzas, es justamente allí, en la reinserción política inmediata y plena, donde se juega la sostenibilidad de lo negociado.  La participación del FMLN, en gobiernos locales, parlamento, después en el gobierno de San Salvador y finalmente haciéndose del poder Ejecutivo así lo sugieren. 

Pero además, el modelo de desarrollo rural en el postconflicto debe construirse sobre la base de una activa participación de actores en los territorios.  El desarrollo no sucede por decreto ni baja desde las capitales ni se construye solamente con instituciones y financiamiento del gobierno central. 

Finalmente, nos recordaron cómo la ruralidad no puede concebirse al vacío.  Es decir, sin tener en cuenta lo que sucede en el ámbito urbano.  Es precisamente de la interacción entre ambos espacios que se logrará, cerrar las enormes brechas campo-ciudad que hoy existen, haciendo una realidad concreta conceptos como crecimiento con equidad. 

Salí de la reunión con dos reflexiones.  La primera, admirando la capacidad que tenemos los seres humanos – sobre todo aquellos que han corrido con mucha menos suerte en la vida – de ver siempre hacia adelante.  Seguramente porque han aprendido a hacer de la adversidad un acicate para sobrevivir.  La segunda, en la necesidad urgente que tiene Guatemala hoy de nutrirse de ideas frescas, de mantener abiertos canales de comunicación entre segmentos de población que, cohabitando un mismo territorio, nos seguimos mirando unos a otros como a seres de otro planeta.  

Prensa Libre, 25 de abril de 2013.

  

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