jueves, 18 de abril de 2013

Comunicar desde la base, escuchar desde el poder


“Muchas de estas ideas que hoy están asumidas en buena parte de la región, hace tan sólo diez o quince años atrás sonaban a bicho raro.”

No es fácil imaginar cómo sectores que tradicionalmente han estado al margen de los centros de toma de decisión puedan construir espacios estables de diálogo político para hacerse escuchar.  Lo normal es pensar que son la movilización social y medidas de hecho las forma más comunes de sentar a la mesa al gobierno, sobre todo en países altamente desiguales y-o institucionalmente débiles.  

Pero no siempre tiene que ser así.  Basta con alargar la mirada al cono sur para toparse con experiencias interesantes y muy aleccionadoras.  Una de ellas es la Reunión Especializada sobre Agricultura Familiar (REAF) del Mercosur. 

Este último par de días tuvo lugar en Montevideo un seminario subregional titulado “Impacto del diálogo sobre políticas públicas para la agricultura familiar en América Latina y Caribe”.  Allí se dieron cita protagonistas de un esfuerzo que tiene ya más de una década y que ha sido un ejemplo de buena práctica de diálogo político para posicionar agenda y demandas de un sector de población históricamente relegado: los campesinos.

La historia es fascinante.  Escuchar cómo evolucionaron en sus análisis y discusiones, comenzando por cómo conceptualizar a la agricultura familiar; cómo operacionalizar el concepto en términos de políticas públicas; cómo quebrar la visión hegemónica que se tenía hasta ese momento, que insistía en la idea de una sola agricultura con dos tipos de productores (eficientes e ineficientes); cómo lograron hacer entender a sus gobiernos que se necesitan políticas diferenciadas porque no es lo mismo agricultura comercial que familiar, y cómo construir institucionalidad y asignar presupuestos públicos para atenderlos. 

Muchas de estas ideas que hoy están asumidas en buena parte de la región, hace tan sólo diez o quince años atrás sonaban a bicho raro.  Pero hoy los agricultores familiares en Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay cuentan con un punto de partida, una masa crítica de instrumentos –ministerios, secretarías, registros de agricultores familiares, esquemas de asistencia técnica, crédito, seguros agrícolas, programas de compras públicas, etc.–.  Han logrado articularse, movilizarse, incidir y ganarse un espacio en el debate político nacional, y sus gobiernos han asumido el reto de integrarlos en su visión de desarrollo rural. 

Es verdad que la REAF nació en un momento particular.  El Mercosur se conformaba, había interés y entusiasmo para construir institucionalidad, altas expectativas y mucho optimismo.  Los gobiernos de entonces tenían una afinidad político-ideológica suficiente para avanzar con relativa celeridad ciertos procesos y lograr consensos regionales.  Además, existía Brasil como país de mucho peso geopolítico, con una visión clara de la agricultura familiar, y una disposición política del gobierno de Lula a poner esa idea en juego fuera de sus fronteras.     

Los resultados están a la vista.  Hay mucha complementariedad entre la política social y la productiva en el sector rural, la pobreza y desigualdad disminuyen y los gobiernos le han hecho un espacio en su organigrama y prioridades a los campesinos. 

Ahora bien, la pregunta para los que vemos esta experiencia desde fuera es ¿será posible replicar esta historia? ¿cómo hacerlo en países con institucionalidad regional y nacional mucho más débil? ¿cómo hacerlo sin un país con el peso, influencia y liderazgo que ejerce Brasil? 

En el caso de Centro América se podría pensar en un socio mayor (México) que marcara ritmo y pauta, como sucedió en el caso del cono sur.  El problema es que el modelo de desarrollo rural seguido por nuestro vecino del norte es conceptualmente distinto.  Probablemente explicado por su vecindad con Estados Unidos, pero también por la estructura de tenencia de tierra (ejidal), distinta de la que hay en el istmo centroamericano. 

Sin embargo, a pesar de la unicidad de los procesos sociales, una lección que sí podemos sacar los centroamericanos es que el diálogo político puede ser un instrumento efectivo para comunicar desde la base y escuchar desde el poder. 

Prensa Libre, 18 de abril de 2013.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario