jueves, 1 de noviembre de 2012

El mundo cambió

“(…) bien le vendría a la región una reflexión y apoyo de organismos regionales para diseñar verdaderos sistemas de reacción contra-cíclica, que sean ágiles en su función de sístole y diástole.”

Ese es el título de la última publicación que hizo el BID analizando los desafíos y oportunidades de crecimiento económico en la región de Centroamérica, Panamá y República Dominicana.  Un documento sintético pero muy rico en contenido y métodos de análisis, que intenta dar una lectura de las condiciones estructurales de las economías de la región a la luz de las nuevas condiciones del mercado internacional. 

Son cinco capítulos en total, que comienzan por describir el escenario de la economía global, para inmediatamente pasar a tres desafíos principales de la región: fiscal, financiero y comercial.  Finalmente cierra con una reflexión simulando los efectos que podría llegar a tener en la región una nueva crisis financiera global de magnitud similar a la del 2008-2009.  Este ejercicio responde a la incertidumbre que prevalece en las economías del Euro. 

Resalto tres mensajes del informe porque me parece que son buenas provocaciones a las que los tomadores de decisión de la región debieran prestar atención. 

El primero tiene que ver con las transformaciones, algunas permanentes en apariencia, que ha tenido el entorno internacional.  La recesión de la economía norteamericana y de buena parte del mundo industrializado, así como la fuerte entrada de China como actor global han impactado variables que para los centroamericanos son muy importantes.  Entre otras, el volumen y dinamismo de las remesas que envía nuestra diáspora, la pérdida de correlación positiva entre el precio del petróleo y el nivel de actividad de la economía americana, y la recomposición en el financiamiento de la cuenta corriente – en este último caso aumentando la exposición de las economías de la región a flujos financieros de naturaleza más volátil. 

Todos estos fenómenos apuntan en la misma dirección: pérdida de herramientas que antes servían para paliar choques externos e internos entre la población, cuyos efectos se acentúan aún más en aquellos estratos de menores ingresos.

El segundo mensaje tiene que ver con el replanteamiento de la política comercial de la región.  Coyunturalmente, la pérdida de dinamismo de las economías industrializadas – Estados Unidos y Europa –se ha traducido en una menor participación de dichos socios comerciales en el total de la oferta exportable de los países centroamericanos. 

Ahora bien, desde una perspectiva de más largo plazo, es todavía más importante reconocer que no solamente estos son mercados en declive sino que además la región ha perdido participación en los mismos.  De allí la importancia de analizar opciones para diversificar el destino de las exportaciones hacia economías que hoy son más dinámicas como las economías de Suramérica y Asia.  Algo más fácil dicho que hecho, pues implica cambios en la estructura productiva doméstica, inversiones en infraestructura y lograr acuerdos comerciales con tales países.

Finalmente, el tercer mensaje se refiere a la dimensión fiscal.  Es muy provocadora la reflexión que hace el BID en cuanto a los efectos del gasto público contra-cíclico aplicado por los gobiernos de la región durante la crisis de 2008-09.  El razonamiento es que (sic) “la política contra-cíclica implementada durante la crisis financiera dejó a los países de la región parados sobre un nivel de gasto público de difícil reversibilidad”. 

Sin embargo, el mismo informe reconoce que el tipo de gasto que tuvo lugar durante ese período fue en renglones que difícilmente pueden ser considerados en una lógica puramente contra-cíclica.  Es decir, aquel tipo de gasto público que se expande en momentos de contracción de la economía y se remueve cuando llega la recuperación. 

En ese sentido, hay que ser cuidadosos al analizar y calificar los distintos tipos de aumento que ha tenido el gasto público regional.  Son cosas muy distintas una expansión en la nómina o de los salarios de empleados públicos, de los programas de transferencias condicionadas en efectivo, ó de lo que debieran ser estabilizadores automáticos en su versión más pura. 

La racionalidad de cada uno responde a factores que no necesariamente tienen que ver con el ciclo económico.  En tal sentido, bien le vendría a la región una reflexión y apoyo de organismos regionales para diseñar verdaderos sistemas de reacción contra-cíclica, que sean ágiles en su función de sístole y diástole.  

Como bien señala el informe, la región centroamericana, Panamá y la República Dominicana tienen hoy un nuevo entorno mundial del cual se deriva una agenda de trabajo que permita a estas economías sacarle el mayor provecho posible.  Como siempre, el mayor reto sigue siendo generar condiciones y capacidades domésticas para pensar y actuar en clave de mediano plazo. 

Prensa Libre, 1 de noviembre de 2012. 

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