jueves, 25 de octubre de 2012

Trabajo y pa’todos

“(…) no sabemos si estos logros sociales serán duraderos, pero sí sabemos que no son suficientes para garantizar una mayor cohesión y movilidad social que la región necesita.”

Cuando uno piensa en los grandes temas que consumen la discusión sobre desarrollo en América Latina y buena parte del mundo, sobresalen dos: empleo y desigualdad.  Es allí en donde residen las raíces de buena parte de la conflictividad social que vive actualmente la región.  Y por consiguiente, es hacia allí a donde la clase política – al menos en el discurso – está dedicando buena parte de sus energías para tratar de enganchar con unas clases media y baja de la sociedad que esencialmente están pidiendo una sola cosa: oportunidades.

Son dos temas tan importantes que no por casualidad los principales análisis de instituciones mundiales han dedicado sus energías a reflexionar sobre ellos.  El informe sobre desarrollo mundial 2013 del Banco Mundial está dedicado al tema empleo, el informe sobre desarrollo humano 2011 del PNUD es sobre sostenibilidad y equidad, el informe 2012 del período de sesiones de la CEPAL se titula “Cambio estructural para la igualdad”.  Hasta publicaciones de menor calado analítico pero de amplia cobertura mediática como la revista The Economist vuelven cada poco sobre el tema dedicando reportes especiales. 

Son empleo y equidad y no otra cosa lo que ha decidido las elecciones más recientes en varios países de Europa, como seguramente será lo que defina la próxima elección presidencial en los Estados Unidos.  Es allí donde se encuentra respuesta a buena parte del éxito económico y social de economías grandes y emergentes como Brasil y China, así como la estabilidad social de países más pequeños como Uruguay y Costa Rica. 

Pero ¿cuál es la historia latinoamericana en materia de equidad y empleo?  En el primer caso, la evidencia reciente muestra a una región que tímidamente comienza a revertir una tradición de altísima concentración en la distribución de sus recursos.  Los expertos explican este fenómeno por una combinación de factores: una caída en la prima salarial que ganan los trabajadores calificados producto de un aumento en la cobertura escolar; crecimiento económico robusto en los últimos años, lo cual ha aumentado la demanda por trabajadores menos calificados; y un gasto social que ha mejorado su focalización (llega más a los pobres), su efectividad (las transferencias condicionadas han tenido el doble efecto de aumentar ingreso y años de escolaridad de los pobres) y su progresividad (aparentemente estamos gastando más en educación primaria y secundaria que en universitaria). 

En cuanto a empleo el cuadro es más variopinto.  Por una parte, persiste la incapacidad del sector formal de la economía de absorber a una masa de población joven que año a año ingresa al mercado laboral.  De hecho, la gran mayoría ingresan al ejército de subempleados o de trabajadores informales.  Y por la otra, continuamos padeciendo de una fuga importante de recurso humano calificado y no calificado que opta por la migración ante la imposibilidad de generar un ingreso suficiente en su lugar de origen.   

De manea que a pesar de los avances es claro que aún queda un trecho por recorrer.  Para comenzar, no sabemos si estos logros sociales serán duraderos, pero sí sabemos que no son suficientes para garantizar una mayor cohesión y movilidad social que la región necesita para terminar de despegar. 

Por ejemplo, aunque hemos avanzado en el tema de cobertura educativa, no podemos perder de vista que el vínculo entre la escolaridad de los padres y la de los hijos sigue siendo muy fuerte en América Latina, síntoma de baja movilidad social.  Los jóvenes, los indígenas y afro descendientes, y los migrantes son tres segmentos que constantemente nos recuerdan que vivimos en territorios donde cada mico es muy probable que nazca, se reproduzca y muera en su mismo columpio.  Y los guatemaltecos, por supuesto, no estamos muy lejos este diagnóstico regional.  

Prensa Libre, 25 de octubre de 2012.



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