jueves, 8 de noviembre de 2012

El imaginario del ministro

“La sola política económica ha demostrado ser necesaria pero insuficiente para que la mayoría de la población tenga mayor bienestar.”

Hace unos días se publicó una entrevista con el Ministro de Economía, Sergio De la Torre.  La discusión que generó entre lectores del diario e internautas en las redes sociales me hicieron volver a leerla con más detenimiento y reflexionar un poco sobre su contenido.   

Creo que hay dos formas de leer el texto.  La primera es con un sentido de información a la población.  Una suerte de “cuentadancia”, ciertamente inducida por la iniciativa que tuvo Beatriz Colmenares, pero de cualquier manera un ejercicio saludable para nuestra democracia.  Estas cosas debieran suceder con mayor regularidad y sistematicidad, para que los ciudadanos comunes y corrientes nos enteremos de qué es lo que están haciendo los funcionarios que administran nuestro Estado. 

En este caso particular, saber que hay esfuerzos y agilizar la tramitología para hacer negocios formales, para reducir la mortalidad prematura de nuestros emprendimientos, así como el apoyo a encadenamientos productivos, pues suena a buenas noticias.  Son acciones que pretenden hacernos más eficientes y productivos como país, lo cual esperaríamos que resulte en más crecimiento económico y salarios reales más altos.   

La otra forma de mirar el texto del ministro es a partir de sus mensajes implícitos.  Esos que revelan su imaginario.  Es decir, las cosas en las que cree, su visión del Estado guatemalteco – expresado de manera concreta en el ministerio que hoy tiene a su cargo –, el rol de la política pública en dos de sus expresiones más esenciales: la económica y la social, etcétera.  Esta narrativa que el funcionario intenta construir y comunicarnos es mucho más interesante y útil, creo yo.  Porque a la postre nos revela el modelo de desarrollo que tiene en su cabeza.

Hay allí muchos elementos interesantes y que seguramente concitan amplio apoyo de la sociedad.  Por ejemplo, la importancia de la competitividad, la diversificación de mercados internacionales, y los apoyos a micro y pequeñas empresas, como factores dinamizadores de la economía nacional. 

Otras piezas, sin embargo, generan más crítica.  Como su frase de cierre cuando dice que (sic) “la mejor política social es una buena política económica”.  O las ideas de que (sic) “(…) este país se convierta en la fábrica de Latinoamérica”, que se impulsen incentivos de tercera generación en materia fiscal y flexibilización de relaciones entre empleados y empleadores.     

¿Qué se puede comentar al respecto?  Bueno, por lo menos dos cosas.  La primera es agradecer su claridad y franqueza.  De hecho, la prefiero por sobre posiciones ambivalentes y confusas.  Son declaraciones consistentes y coherentes con el sector que representaba antes de ser ministro de Estado.  Aunque puede que no comparta todos sus puntos de vista –de hecho tengo diferencias conceptuales sustantivas–, saber cómo realmente piensa un funcionario da certeza e invita a la discusión. 

Dicho lo anterior, la segunda cosa que puedo comentar es que obviamente no comparto varios elementos de su visión de desarrollo para Guatemala.  No creo que convertirnos en una gran fábrica sea el camino a seguir.  Y menos aún si se hace sobre la base de incentivos fiscales de tercera, cuarta o nonagésima generación.  Eso debilita la capacidad fiscal del Estado.  Pero además porque creo que la estructura productiva del país es mucho más rica y compleja.  Y por consiguiente, las condiciones y necesidades de sectores más allá del industrial deben tener un espacio equivalente en su narrativa. 

Finalmente, por supuesto que tampoco creo que la mejor política social es una buena política económica.  Ese fue el discurso de aquellos años en los que la región adolecía de una pobre gestión macroeconómica.  Días oscuros en que los grandes consensos y manuales de uso y gestión de los estados nacionales latinoamericanos emanaban de las instituciones financieras de Washington.  Afortunadamente esa etapa ha quedado ultra superada. 

De hecho, hoy hay un amplio consenso en la comunidad del desarrollo internacional sobre lo fundamental que es la política social como mecanismo para elevar la productividad y con ello las tasas de crecimiento de los países.  En otras palabras, la sola política económica ha demostrado ser necesaria pero insuficiente para que la mayoría de la población tenga mayor bienestar. 

Si algo ha enseñando Latinoamérica al resto del mundo en tiempos recientes, es que justamente ha sido la política social un instrumento esencial, no solamente para la reducción de pobreza y desigualdad, sino para sentar bases de un crecimiento económico más robusto y de largo plazo. 

Pero por supuesto, en la variedad está el gusto, y es mejor tener muchas visiones de desarrollo que compitan entre sí, en vez de un único discurso fotocopiado, incoloro e insípido. 

Prensa Libre, 8 de noviembre de 2012.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario