viernes, 19 de octubre de 2012

¡La siguiente gran campaña!

“Si no atendemos ese inmenso tapón en la gestión pública de nada sirve que nos perdamos buscando el sexo de los ángeles del crecimiento económico y los determinantes de la inequidad.”

Por razones de trabajo me ha tocado esta semana estar conversando tupido y parejo con una serie de actores de la vida nacional.  Servidores públicos, académicos, empresarios, comunicadores, organismos internacionales, empleados, desempleados, subempleados, un poco de todo.  Además de las lecturas específicas de cada uno de los sectores a los que pertenecen, escuché dos percepciones comunes en todos ellos. 

La primera tiene que ver con la debilidad institucional del Estado guatemalteco como algo que nos está carcomiendo en silencio, que nos dificulta el avance, que amplifica cualquier crisis por muy pequeña que sea, que bloquea y hace inviable cualquier iniciativa individual o gremial.  Todos, sin excepción, han reconocido el inmenso déficit para poder atender desde lo público las necesidades más básicas y elementales. 

Y ojo que aquí no estoy haciendo ninguna apología a esa visión – creo yo incompleta y equivocada – que algunos pocos propugnan en el país:  un Estado que solamente se dedique a proveer seguridad y justicia y que, si acaso, supervise un par de cositas más.  (De hecho, lo leí así tal cual en una entrevista que le hicieron a una joven comunicadora social). 

La segunda percepción común es que pareciera estarse cocinando en el grupo de población entre 25 y 45 años, que tiene cierto nivel de escolaridad y protagonismo social, un tímido despertar e interés por participar más activamente en política.  Ello, por supuesto, no implica nada más que una cierta preocupación compartida por las nuevas generaciones ante los grandes desafíos que tiene el país por delante.  No quiere decir tampoco que estemos todos de acuerdo en cómo hacerlo, ni mucho menos.  Pero al menos se reconoce la necesidad de “hacer algo”, una progresiva toma de conciencia de que las transformaciones que se necesitan no van a suceder por generación espontánea. 

¿Estaremos mudando de discurso y arena para el debate? ¿O será solamente llamarada de tusas? Es curioso, porque generalmente las discusiones urbanas que tenemos en cuanto a enfoques de desarrollo nacional suelen quedarse en juegos de suma cero: más impuestos o mejor gasto, más crecimiento o más redistribución.  Sin embargo, como que la realidad se va imponiendo lenta pero progresivamente, y una pregunta mucho más relevante y transformadora para la Guatemala actual cobra protagonismo: ¿con quiénes se implementa cualquier visión de país?

Sí, ¿con quienes se echa a andar una estrategia de competitividad y crecimiento? ¿con quiénes se implementan instituciones de protección social? ¿con quiénes se montan sistemas de monitoreo y evaluación del gasto público? ¿con quiénes se diseñan políticas y reformas fiscales? ¿con quiénes se imparte justicia y se garantiza seguridad a la población?

Porque la realidad de las cosas es que Guatemala no tiene cuadros suficientes para gestionar su enclenque aparato público.  En el mejor de los casos, corriendo con mucha suerte y viento en cola, el gobernante entrante logra cubrir las primeras dos capas de la administración pública.  Es decir, la alta gerencia.  Pero…¿y el resto?  ¿Y los operadores en terreno? ¿Y los ejecutores de la planificación estratégica? ¿Y los responsables de monitorear y evaluar los avances y retrocesos? ¿Y los proveedores de servicios que hoy por hoy el sector público debiera estar entregando a la población con cierta regularidad y calidad? 

Si no atendemos ese inmenso tapón en la gestión pública de nada sirve que nos perdamos buscando el sexo de los ángeles del crecimiento económico y los determinantes de la inequidad.  Mientras la decencia y el expertisse técnico continúen siendo dos cualidades mutuamente excluyentes en la función pública, todo lo demás que hagamos seguirá siendo un monólogo estéril sin más trascendencia que una nota de prensa, una ENADE, una entrevista en radio o un panel-foro en donde usualmente nos damos misa entre curas.  

Así como hemos sabido gestionar grandes campañas nacionales para distintos motivos, desde la teletón, vacunaciones, emergencias por desastres naturales, por la educación, por la reforma al sector justicia, me pregunto yo si no debiéramos lanzar una gran campaña para una reforma profunda a nuestro servicio civil.  Es una necesidad urgente e importante, no solamente para quienes llegan a hacer gobierno cada cuatro años, sino para todos los demás que desde la llanura interactuamos con ese elefante flaco llamado Estado guatemalteco. 

Prensa Libre, 18 de octubre de 2012.


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