viernes, 17 de junio de 2011

Ciao bambino

“(…) ¿te creías en Europa? Pues bienvenido al norte de África querido. Quizás una aseveración un poco fuerte, pero que en el fondo encierra realidades latentes de un país urgido por retomar el rumbo.”

Llego a un hotel, forrado en mármol blanco, parqueo vacío, poca gente para una ciudad que tiene turismo todo el año, ambiente demasiado quieto para el tamaño de la infraestructura. Check-in sin problema. Habitación moderna, cómoda, con una vista muy agradable de la ciudad. Hasta aquí todo bien.

Bajo a recepción: señor, quisiera planchar unas camisas. Ah, fíjese que no se puede en las habitaciones. De acuerdo, entonces ¿puedo encargar que me las planchen? Sí, pero hoy no porque los fines de semana no trabaja la persona encargada. Primera luz (amarilla).

Al rato vuelvo a bajar. Señor, ¿por favor me pueden proporcionar un adaptador para poder recargar mi teléfono y mi computador? – honestamente no pensé estar pidiendo nada fuera de lo común. Menos en una ciudad con tanto tráfico internacional, y en un hotel de esta calidad –. Ah, fíjese que no tenemos. Pero puede salir a comprar uno allá afuera a una cuadra, en un tienda de chinos. Lo único es que hoy sábado ya no encuentra nada abierto, ni mañana tampoco. Todo está cerrado por fin de semana. Segunda luz (naranja).

Finalmente, necesito conectarme a skype y mandar correos electrónicos. La diferencia de tiempo no perdona y están esperando alguna información del otro lado del Atlántico. Señor, ¿tienen servicio de internet? Sí tenemos. Ocho euros la hora o 16 por día. De acuerdo, supongo que será hora efectiva de uso, ¿no? Ah, fíjese que no señor, es hora reloj. Desde que se conecta corren 60 minutos, use el servicio o no lo use. Tercera luz (roja).

Después de esta seguidilla de incidentes yo estaba harto y mal humorado, pensando cómo puede sobrevivir una industria turística así en una ciudad tan concurrida como Roma. Lo comenté con una colega y me dijo ¿te creías en Europa? Pues bienvenido al norte de África querido. Quizás una aseveración un poco fuerte, pero que en el fondo encierra realidades latentes de un país urgido por retomar el rumbo.

Traía en la maleta la última edición e la revista The Economist, que casualmente incluye esta semana un especial bien completo sobre Italia. Catorce páginas que sacuden el polvo y pintan con mucha crudeza los contrastes de un país que pertenece al club de los desarrollados, pero que a la vez convive con unos problemas de tercer mundo.

Sesenta millones de habitantes (cuatro veces más que nosotros) metidos en 300 mil kilómetros cuadrados (tres veces más que Guatemala). Una economía de 1.5 trillones de dólares (la nuestra de 40 billones), y un ingreso por habitante de 25mil dólares (diez veces más que el de los chapines). Una carga tributaria casi cinco veces más alta (45%) que la que nosotros somos capaces de recaudar, pero con una distribución del ingreso y oportunidades que dividen al país en dos.

El norte es polo de desarrollo industrial y pujanza, el sur es 40% más pobre, expulsor de habitantes y albergue de centros de contrabando y mafia. El mismísimo presidente del banco central italiano se refiere al sur de su país como “la región subdesarrollada más grande y más poblada en el área del euro”.

Sin embargo, las dos Italias son solamente un síntoma epidérmico de los grandes retos que tiene por delante el país como un todo. Crecimiento real del ingreso por habitante casi cero a lo largo de la última década (solamente superado por Haití y Zimbawe), alta evasión fiscal, población que envejece, jóvenes que migran en busca de oportunidades. Productividad de su mano de obra en retroceso, bajos niveles de competitividad, mercados financieros poco profundos. Estructura productiva que descansa ampliamente en negocios familiares, que no son los más proclives a innovación, y una suerte de cultura institucional que privilegia redes y conexiones sobre mercados abiertos y competitivos.

En tres o cuatro pinceladas esa es la caricatura socioeconómica de un país que además comienza a dar señales de agotamiento en su liderazgo político. Al final, creo que mi experiencia en aquel hotel romano ejemplifica mucho de lo que hoy pasa en la economía y sociedad azurri y el sur de Europa. Por lo visto, en todas partes se cuecen habas.

Prensa Libre, 16 de junio de 2011.

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