lunes, 21 de marzo de 2011

Comida cara, bienestar en riesgo

“Una de las lecciones que hemos aprendido a sangre y fuego los latinoamericanos en las últimas décadas, es a no trastocar el sistema de precios en una economía.”

Cuando creíamos que por fin estaban superadas algunas de las crisis que nos han golpeado durante los últimos años, nuevamente aparece el fantasma de otra de ellas. Esa que quizás a algunos les pega más duro porque significa la capacidad o incapacidad de poner el sustento necesario sobre la mesa en cada tiempo de comida. Así es, los precios de los alimentos se vuelven a salir de control y entran en una espiral ascendente que ya ha llegado a los niveles más altos desde el pico del 2008.

Algunos incluso especulan que la crisis económica internacional que devino tras la quiebra de Lehman Brothers no fue sino una válvula de escape temporal a la subida de los precios en los alimentos. En otras palabras, de repente hasta estaríamos peor si el mundo no hubiera tenido aquella gran recesión. Hoy se habla de un cambio estructural en el nivel de precios de alimentos – es decir, una subida que será más bien de carácter permanente –, así como de la “primarización” de aquellas economías que se ven favorecidas por tal aumento.

Lo que sí nos dicen los números hoy es que tenemos más o menos 44 millones más de pobres desde junio del 2010 a la fecha. Por supuesto que no todo ha sido desastre. Se piensa que algunos hogares que antes estaban en pobreza han logrado salir de ella porque ahora pueden vender más caro su maíz, trigo, soja, y arroz, y con ello han aumentado sus ingresos lo suficiente como para mejorar traspasar la línea de pobreza. Esos son los que se clasifican como productores netos de alimentos.

Sin embargo, también están aquellos hogares, igualmente pobres, pero que lamentablemente no cuentan con capacidad de producir, sino que al contrario, todo o casi todo cuánto consumen tienen que comprarlo a precios de mercado. Como es de esperar, para este grupo una subida de precios implica un nuevo hoyo en el cincho. Esos son los consumidores netos de alimentos.

A este último grupo no le quedan muchas opciones. Tiene que bajar sus niveles de consumo (que dicho sea de paso ya es bastante precario), ó tiene que bajar la calidad de lo poco que ya consume, ó bien sacrifica lo poco que invierte en educación y salud para cubrir otros rubros más urgentes como darle de comer a los patojos. No hay más alternativas para mitigar la crisis.

Es en momentos como este cuando las redes de protección social, como las transferencias condicionadas en efectivo o cualquier otro programa que atienda a los segmentos más pobres, viene como anillo al dedo. ¿Por qué? Porque si los hogares no pueden generar más ingresos propios, o incluso ven mermados los que ya generan, entonces es posible usar estos programas para aumentar de manera temporal las transferencias, y con ello amortiguar de manera temporal la caída de bienestar de aquellos grupos de población que más lo necesitan. Eso fue lo que hizo Brasil al aumentar la transferencia que ya reciben los beneficiarios de Bolsa Familia, para paliar así de forma temporal la subida en precios de alimentos.

Por supuesto que esa es solamente la respuesta de corto plazo. También es necesario iniciar en paralelo una serie de acciones que tiendan a mejorar la capacidad de generación de ingresos de los hogares. En tal sentido, los expertos recomiendan otro menú de medidas de política tales como aumentar la inversión en tecnología para mejorar la productividad del agro, el desarrollo de líneas de crédito contingentes, mejorar el acceso a mercados a pequeños productores a través de infraestructura e información para la toma de decisiones, entre otras.

De igual forma, se recomienda no intentar subsidios a los precios de los alimentos ni tampoco intentar distorsionar el comercio internacional a través de restricciones a las exportaciones de determinados productos. Una de las lecciones que hemos aprendido a sangre y fuego los latinoamericanos en las últimas décadas, es a no trastocar el sistema de precios en una economía. Al contrario, la piedra fundamental para lograr alinear incentivos entre los diferentes agentes económicos es la información que entregan los precios.

En este caso, por doloroso que parezca en el corto plazo, hay que dejar que los precios pasen desde los mercados internacionales hasta los productores, para que así se ajusten expectativas y planes de producción a futuro. En lo que sí deben ser muy firmes y vigilantes las autoridades de gobierno es en prevenir abusos por la vía de la especulación. No se vale que productores y comerciantes faltos de ética se salten las trancas y asusten a la población con el petate del muerto.

Además, es fundamental en coyunturas como la actual, que las autoridades desarrollen buenas estrategias de comunicación a la población. Cuando se habla con la verdad, por dolorosa que parezca, la sociedad lo valora, entiende y apoya. Son pues, momentos difíciles, pero todos podemos aportar nuestro grano de arena.

Prensa Libre, 10 de marzo de 2011.

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