jueves, 16 de mayo de 2013

¿Retorno o renganche?


“(…) así como la remesa no es el único aporte concreto que hace la diáspora, la repatriación no es la única forma de renganchar a todo ese capital humano con Guatemala.”

Esperando en un aeropuerto, hojeando una revista me topo con un artículo sobre los centroamericanos en el extranjero.  Una reflexión que no es nueva pero que siempre provoca.  Que punza en la cabeza de los que estamos fuera.  Porque hace revolotear, a veces con más fuerza, a veces más tenue, la posibilidad o imposibilidad de algún día volver al país de origen. 

Las fuerzas expulsoras son de naturaleza muy diversa y van cambiando con el tiempo.  En muchos casos comienzan por ser nobles y optimistas, como salir a estudiar para formarse profesionalmente o procurarse un mejor trabajo.  Con el tiempo, la llegada de los hijos y la inserción laboral van adquiriendo otro matiz.  Es así como opera silenciosamente el desarraigo.  Lentamente se va enraizando y tapa las motivaciones originales, como esa hiedra verde que cubre el muro de ladrillo rojo. 

Porque así como la remesa no es el único aporte concreto que hace la diáspora, la repatriación no es la única forma de renganchar a todo ese capital humano con Guatemala.  Apostarle a que todos volverán si se les ofrece la oportunidad, o a que ninguno aceptará aportarle al país porque ya hizo su vida en el extranjero, son posiciones igualmente extremas.  El reto hoy está en encontrar formas alternativas de contar con ese montón de chapines que andan dispersos por el mundo.  Exprimir su experiencia, capacidad creativa y analítica para darnos una mirada fresca a problemas de larga data.    

La nota que leí lanza una pregunta retórica, abstracta quizás: ¿hasta cuándo Centroamérica se privará de su propio talento? En concreto lo que hay que preguntarse es ¿a quién le toca o le importa responderla? 

Por un aparte, si lo único que nos interesa es traer de vuelta profesionales que ya se han abierto brecha a puro pulmón en el extranjero, entonces es problema de nuestro sector privado.  Son ellos los que deben ponerse las pilas y hacer ofertas suficientemente atractivas para que los paisanos dejen lo que están haciendo en el norte y compren su boleto aéreo para volverse a Guatemala a trabajar y producir en el país.    

Ahora bien, si creemos que la diáspora tiene mucho más que aportar a la sociedad, por la exposición que ha tenido a otras formas de vida, a otras instituciones y maneras de organizarnos como sociedad.  Si creemos que es no solamente posible sino necesario oxigenar con nuevos referentes nuestra ciudadanía, entonces estamos ante algo que se le parece más a un bien público.   Y en cuanto tal es indiscutible que el Estado tiene un papel muy activo que jugar promoviendo el retorno – o cuando menos el renganche a la distancia – de todos los que andan fuera. 

No hay que engañarse en esto.  Altruismo y motivación individual para hacer un aporte al país no serán suficientes, porque como me dijo un colega uruguayo hace unos días, mi patria no es donde están enterrados mis muertos, sino donde juegan mis hijos.  Por duro que parezca creo que hay mucho de verdad en sus palabras.    

Prensa Libre, 16 de mayo de 2013.
 


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