jueves, 14 de marzo de 2013

El tiempo está a favor de los pequeños

“¿Qué pasa si dejamos de pensar lo público en compartimientos estancos y lo imaginamos en el marco de una estrategia más amplia de atención a pequeños?”

El tiempo está a favor de los pequeños.  Eso dice uno de los versos de Silvio Rodríguez.  Lo traigo a colación porque de alguna manera es el mensaje que destila del último informe de la OECD 2013 titulado “Latin America Economic Outlook 2013.  SME policies for structural change”.  

Un reporte que resume las principales tendencias que se observan en la región, en donde el crecimiento apunta a seguir siendo bajo, a pesar de la preciada estabilidad macroeconómica.  Con un cierto espacio para la aplicación de políticas contra-cíclicas que puedan apuntalar en un período de contracción de la demanda proveniente de economías más desarrolladas.

Se constata una vez más la dependencia histórica de los latinos a la exportación de recursos naturales con bajo valor agregado.  De allí la recomendación al cambio estructural, que atienda fundamentalmente dos cosas: diversificación de la economía y mayores niveles de productividad.

Hasta allí el diagnóstico francamente es bastante estándar, casi hasta podría decirse que poco novedoso.  Sin embargo, el reporte lanza una hipótesis de trabajo que apuesta por las pequeñas y medianas empresas como posibles catalizadores de dicho cambio estructural. 

De tal premisa deriva recomendaciones de política que van desde reconocimiento de la heterogeneidad en la estructura productiva, necesidad de mucha coordinación horizontal (entre políticas sectoriales) y vertical (actores locales y regionales), integración de clusters de producción a cadenas de valor globales, entre otros.  Por supuesto también se refiere a políticas más tradicionales como el acceso a financiamiento, tecnologías de la información y capital humano. 

Pero más allá de este análisis enfocado a pequeñas empresas, el informe me provocó a pensar ¿qué pasaría si comenzamos a conectar puntos y tratamos de construir una visión más coherente del Estado?  ¿Qué pasa si dejamos de pensar lo público en compartimientos estancos y lo imaginamos en el marco de una estrategia más amplia de atención a pequeños – sean estos ciudadanos usuarios de programas sociales, pequeñas empresas familiares o productores individuales del campo?

Es decir, si efectivamente asumimos como correcta la premisa de la OECD en cuanto a la posibilidad de promover el cambio estructural a través de las pequeñas y medianas empresas.  Si a eso agregamos una arquitectura de la política social orientada a construir redes de protección para facilitar a hogares marginados la salida de su precariedad y-o evitar que caigan en ella.  Y si además superponemos una visón de desarrollo rural que construya sobre la agricultura familiar como piedra angular, para dar el salto cualitativo que permita pasar de agricultura de subsistencia a una con excedentes que cubran el autoconsumo, pero que además haga posible la comercialización. 

Entonces probablemente allí tendríamos, de facto, una visión de Estado que no solamente se ocupe y preocupe por asegurar esa noción abstracta de la estabilidad macroeconómica y la inserción en mercados globales (ambas condiciones necesarias pero a todas luces insuficientes), sino que activamente se compromete con las mayorías.  Un Estado que con sus políticas e instituciones hace una apuesta clara por los conceptos de movilidad social y cohesión social, como precondiciones para alcanzar el desarrollo. ¿Cómo sería un Estado así?

Prensa Libre, 14 de marzo de 2013. 

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