viernes, 29 de enero de 2010

Impuestos, atraso, y nuestras voces calificadas

“A veces nos comportamos como un país poco serio. No solamente incapaz de sentarnos a la mesa y construir una ruta hacia la autosuficiencia fiscal para costear nuestra propia salida del atraso, sino que además, lo poquísimo que recaudamos muchas veces no lo gastamos de la forma más eficiente y transparente posible”.

Leer los diarios de cualquier país es siempre muy interesante. Son como un termómetro que refleja las preocupaciones de la sociedad en un momento dado, pero además, pone al desnudo a una parte de su intelectualidad, su elite educada, sus voces calificadas, que intentan comunicarse con un pueblo que, aunque no tenga para un lustre, se compra un periódico y lo hojea mientras espera la camioneta para ir al trabajo.

Últimamente la tinta y el papel se consumen, una vez más, en temas fiscales. Entre el presupuesto 2010, préstamos para aprobación en el Congreso, y la reforma tributaria enviada hace un par de días por el Ejecutivo. La gritería esta puesta. En notas, entrevistas, columnas de opinión, dimes y diretes, cachetadas, vasos de agua, conferencias de prensa, chistes y sarcasmos, reuniones clandestinas, salidas en falso, frenazos, arranques de optimismo, y lo que usted guste y mande.

De todo hay. Todo menos un espacio amplio y serio para discutir el tema. Todos vociferan desde su metro cuadrado. Ninguno abandera un esfuerzo serio y comprometido, con capacidad de abstraerse del vértigo de la politiquería aldeana que nos define. Dicho sea de paso, y solo para que no se nos olvide, el Pacto Fiscal está por cumplir 10 años y los Acuerdos de Paz 15. Como que nos está haciendo falta relanzarnos como sociedad y sacudirle un poco el polvo a ambos documentos, que al día de hoy son nuestros referentes más cercanos a un pensamiento nacional con visión de mediano plazo.

Después de darle una pasada en diagonal a los argumentos expuestos recientemente por nuestras voces calificadas, queda una sensación de alarma ante la miopía que irradia de frases como: “la carga tributaria que tenemos ya es suficiente…”, “otra vez vienen estos dueños del esfuerzo ajeno contra los que sí nos fajamos trabajando…”, “con los impuestos matamos la creatividad y la inversión de los exitosos…”, “para qué más, ¿para que se lo roben?...”, “que le entren al contrabando y la economía informal…”. Me recordó a un amigo que me dijo: “mire profesor, es que aquí le entramos surtido…”. (Vea esta gráfica y me cuenta qué le parece).

Por supuesto que es igual de miope pretender fortalecer al Estado única y exclusivamente dándole más recursos financieros, condición necesaria pero no suficiente. Cae de su peso que la corrupción y el contrabando son dos tumores que debemos extirpar, pero esa es una cirugía mayor, y creo que va a costarnos mucha plata.

Expresar oposición a un planteamiento es perfectamente válido y saludable para la democracia. Eso está muy bien. Pero hacerlo en forma de chojín, mezclando todo con todo, carne con hueso, Chana con Juana, no auguro que nos lleve muy lejos. No entiendo una oposición al tema tributario que en el camino sataniza conceptos como el servicio público, la focalización del gasto para reducción de la pobreza, las instituciones del Estado, la política social, y todo lo que se ponga enfrente.

¿Sabe usted cuál es el “chambre” que se escucha en los pasillos de la comunidad internacional – esa misma a la que nos queremos insertar flamantemente en el nombre de la globalización y la integración económica? Que a veces nos comportamos como un país poco serio. No solamente incapaz de sentarnos a la mesa y construir una ruta hacia la autosuficiencia fiscal para costear nuestra propia salida del atraso, sino que además, lo poquísimo que recaudamos muchas veces no lo gastamos de la forma más eficiente y transparente posible.

Lo más irónico es que hasta las calificadoras de riesgo han dicho que los recursos fiscales son importantes para la estabilidad de un país (si no me cree pregúntele a México). Ni se diga organismos como el FMI, ó el Banco Mundial, y demás agencias de cooperación. Esto no es un tema que abandera solamente Naciones Unidas y sus pobretólogos, como leí en alguna parte. Es mas bien una realidad que todos ven menos nosotros. Curiosamente sobre lo anterior no comentan gran cosa nuestras voces calificadas.

Leer los diarios de cualquier país es siempre muy interesante… cuando se tienen el tiempo para leer, los tres quetzales para comprarlo, y se entiende lo que se lee. Eso todavía es un privilegio de pocos en Guatemala, y cambiar esa realidad nos va a costar no solamente muchos quetzales sino muchas horas de trabajo de nuestros servidores públicos.

Prensa Libre, 26 de noviembre de 2009.

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