jueves, 12 de marzo de 2015

Crónica de una pobreza anunciada

“Estos son los pobres crónicos de la región.  Personas que nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron pobres.”

Ahora que están de moda los análisis y las especulaciones por el desacelere económico en la región todo mundo recuerda las bondades de los años maravillosos.  Esa primera década del siglo XXI en la que América Latina tuvo un período de crecimiento económico robusto (2.5% anual en promedio), reducción de pobreza como nunca antes se había visto (16 puntos porcentuales cayó la pobreza general y 12 la pobreza extrema), mejoras sustantivas en la distribución del ingreso (cinco por ciento de reducción en el índice de Gini), y un aumento de la clase media (pasó del 23 al 34% de la población de la región).  Y todo esto en promedio.  Es decir, hubo países que tuvieron desempeños aún mejores.  

Como es normal, los análisis de mediano y largo plazo tienen que esperar un tiempo para poder acumular evidencia y tratar de observar ese bosque que en la coyuntura se nos pierde de vista por tener el árbol enfrente.  Hace un par de días los colegas del Banco Mundial –Renos Vakis, Jamele Rigolini y Leonardo Luchetti– publicaron un interesantísimo trabajo titulado “Los olvidados, pobreza crónica en América Latina y el Caribe”. 

Una mirada creativa en su método y formas de estrujar los datos para tratar de identificar a esos pobres que Rubén Katzman había bautizado ya desde 1989 como “pobres crónicos”, para diferenciarlos de aquellos otros que enfrentaban tal condición de manera transitoria o inercial.  Hoy, con métodos cuantitativos más sofisticados, el tema vuelve a estar sobre el tapete, y nos da un jalón de orejas muy fuerte a los guatemaltecos, que claramente tenemos una papa hirviendo en las manos.   

El mensaje principal del documento es brutal: uno de cada cinco latinoamericanos o alrededor de 130 millones de personas no han conocido nada distinto a la pobreza, subsistiendo con menos de US$4 al día a lo largo de sus vidas. Estos son los pobres crónicos de la región.  Personas que nacieron, crecieron, se reprodujeron y murieron pobres.  Una población que ni de oídas supo de las mieles del crecimiento económico y tampoco les llegó la ambulancia de la protección social. 

En un extremo del espectro está Uruguay con menos del 10%  de pobreza crónica, y en el otro está Guatemala con la tasa más alta de toda Latinoamérica (¡50%!).  En otras palabras, la mitad de nuestra población pobre no ha podido mejorar su condición durante una década de bonanza; y, como en la muerte de Santiago Nasar a manos de los gemelos Vicario: nadie dijo, ni dice, ni hizo, ni hace nada.  

Pero además, este nuevo análisis de la pobreza crónica en la región nos revela que ya es un fenómeno que afecta tanto al medio urbano como rural.  De hecho, en algunos países –Chile, Brasil, México, Colombia y República Dominicana– el número de pobres crónicos urbanos es mayor que el de pobres crónicos rurales.  No es el caso de Guatemala, pues seguimos siendo de los países más rurales en un continente que es mayoritariamente urbano. 

Y por si no fuera ya suficiente, el estudio confirma una vez más eso que tanto hemos dicho y repetido por años: el crecimiento económico no ha bastado para sacar a los pobres crónicos de la pobreza, ya que (sic) “los países con las tasas más altas de pobreza crónica fueron los que menos crecieron.  Por ejemplo, Guatemala creció menos del 1% al año y aproximadamente el 50% de la población inicialmente pobre permaneció en la pobreza en el 2012.” 

Con tanta y tan contundente evidencia uno esperaría que buena parte del debate nacional estuviera enfocado hacia la manera de revertir estos números nefastos, que no son otra cosa que la crónica de una pobreza anunciada.  Pero de nuevo, nadie dijo, ni dice, ni hizo, ni hace absolutamente nada.    

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