miércoles, 4 de marzo de 2015

¿Cambios de fondo en el Fondo?

“(…) encontrar puentes que conecten el discurso macroeconómico de estabilidad y crecimiento con una agenda microeconómica de un bienestar que necesita distribuirse de manera más amplia.”

En septiembre de 2013 el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó un documento titulado “Women, work, and the economy: macroeconomic gains from gender equity”.  Y el mes pasado han vuelto sobre el tema con otro artículo titulado “Fair play: more equal laws boost female labor participation”. 

Esa institución que en el pasado se construyó una fama de policía macroeconómico del mundo en desarrollo, con sus temidas misiones y recomendaciones de política, planes de ajuste estructural y férreas condicionalidades para que los países más atrasados pudieran acceder a financiamiento, de repente como que da una vuelta de gato y comienza a reflexionar sobre temas fuera de su libreto.  No es la primera vez que nos sorprenden, gratamente debo decir, con publicaciones que le hablan de manera más directa a un público no tradicional.  Recordemos aquel otro artículo aparecido hace un año, sobre los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento económico, que levantó tanto polvo porque puso sobre el mismo tapete el tamaño del pastel y la manera de cortarlo y repartirlo. 

Pero volviendo a los dos artículos sobre género, la revisión de literatura que el FMI ha hecho en estos documentos es muy sugerente en términos de los efectos económicos de la exclusión y desigualdad en la participación de la mujeres en los mercados laborales.  Basten algunos datos para poner en contexto el tema. 

Así, la evidencia nos dice que las mujeres representan hoy por hoy más de la mitad de la población mundial, el 40% de la fuerza laboral del planeta, la mayoría del trabajo no remunerado en el mundo. Además dedican dos veces más tiempo que los hombres a las tareas domésticas y cuatro veces más tiempo al cuidado de los niños.  En el trabajo a tiempo parcial y autoempleo están sobre representadas, generalmente ganan menos que los hombres, están sub-representadas en cargos de elección popular así como en posiciones de alta gerencia en grandes corporaciones. 

Están sobre representadas en la economía informal así como entre la población pobre, y su tasa de participación en los merados laborales alcanza solamente el 50%.  En Centro América las mujeres participan 35% menos que los hombres en el mercado laboral –en la OECD este indicador es del 12%–, y en Guatemala ganan entre un 30 y 40 por ciento menos aunque tengan las mismas calificaciones.   Las pérdidas atribuibles a esta brecha de género en los mercados laborales puede alcanzar hasta 27 puntos del producto interno bruto en ciertas regiones.

Con ese diagnóstico, es evidente que la asignación de nuestro recurso humano es subóptimo.  Y por tanto, hay un papel para políticas públicas mucho más agresivas en materia de inclusión y género.  Concretamente la política fiscal, pero sobre todo la política social, tienen mucho espacio para tratar de corregir tal situación.  Es allí que debe darse la batalla para una mayor equidad al momento de diseñar esquemas de pre y post natal, sistemas de educación prescolar, y esquemas de cuidados infantiles que permitan a ambos padres integrarse a la fuerza laboral.  Pero también se puede incidir en el diseño de políticas de fomento productivo que procuren a mujeres un mayor acceso a financiamiento, insumos productivos y tecnología.      

En un plano más estratégico, me pregunto si la llegada de Christine Lagarde tiene algo que ver con este brote analítico del FMI.  Quién sabe.  Lo interesante y positivo es que poco a poco estas instituciones globales, otrora tan criticadas por su lejanía con el ciudadano promedio, hacen un esfuerzo por encontrar puentes que conecten el discurso macroeconómico de estabilidad y crecimiento con una agenda microeconómica de un bienestar que necesita distribuirse de manera más amplia.  

De seguir en esa senda seguramente irán recuperando terreno, credibilidad y legitimidad ante una sociedad civil que también está evolucionando, que se mantiene informada y alerta de lo que sucede en el mundo entero.  Una sociedad mundial que agradece y utiliza estos pequeños bienes públicos que se generan desde los centros del poder político porque abren espacios para debatir problemas muy concretos y fundamentales como la inclusión. 

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