miércoles, 7 de enero de 2015

Déjese evaluar, presidente

“Tener que enfrentarse a una narrativa diferente de la oficial es una buena forma de obligar a construir una explicación o, mejor aún, encontrar nuevos caminos y corregir el rumbo.”

Dentro de menos de una semana el presidente Pérez Molina deberá rendir su informe de actividades.  El penúltimo de su gestión, aunque para todos los efectos prácticos quizás será este al que se preste más atención ya que dentro de pocos meses habrán nuevos presidente y vicepresidente electos, y presumiblemente la atención de la población en enero 2016 estará centrada más en quiénes conformarán el nuevo equipo de gobierno y menos en los logros y déficits del grupo que va de salida.  

Desafortunadamente este ejercicio de rendición de cuentas actualmente está reducido a un mero acto formal, totalmente intrascendente y carente de consecuencia y tracción política alguna.  Distinto a lo que pasa en otros países, donde se espera con interés el mensaje y señales que emanen del jefe del Ejecutivo. 

Me pregunto ¿por qué no es así en Guatemala?  Bien podría ser algo mucho más relevante y útil, pues al final es un esfuerzo de compilación de datos al que muchos funcionarios públicos le invierten horas de su tiempo, lo que a la postre se traduce en un costo que todos pagamos.  Pero en su formato actual me temo que es un bien público que no usa el público. 

Quizás el problema es que no tenemos punto de contraste para lo que el presidente dice que hizo durante el último año.  El país carece de un alter ego que ponga en remojo las barbas del mandatario de turno, y lo interpele a la luz de evidencia sólida, comprobable y recolectada de manera sistemática.  Así, los incentivos, incluso de aquellas instituciones que podrían estar jugando un papel de asesoría técnica y evaluación como la SEGEPLAN, carecen de un interlocutor técnicamente solvente y políticamente legítimo, con quien poder contrastar la información que año a año recolectan, empaquetan y tratan de comunicarnos.  

Reflexiono hoy sobre esto porque hace unos días leí notas de prensa que salieron en México a partir del Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2014 elaborado por el CONEVAL.  El resumen es crudo y al hueso: ingreso real que no se ha elevado en dos décadas, salario mínimo real sin movimientos significativos, pobreza que no ha disminuido a pesar de una mucho mayor cobertura en educación y salud, programas de gobierno sociales y productivos dispersos y con resultados magros, déficit en calidad de los servicios públicos, baja integración de hogares rurales a mercados fuera de sus localidades, entre otros.

Seguramente no son noticias que caen bien a los funcionarios de turno.  Pero visto más allá de la coyuntura, es un mecanismo democrático para provocar que la burocracia trate de argumentar de manera seria.  Tener que enfrentarse a una narrativa diferente de la oficial es una buena forma de obligar a construir una explicación o, mejor aún, encontrar nuevos caminos y corregir el rumbo. 

Es un ejercicio de auditoría que, bien conducido y aprovechado, puede provocar reflexiones y decisiones de política que vayan construyéndose cada vez más sobre la base de evidencia empírica y cada vez menos sobre lo que conviene a tal o cual funcionario y su agenda personal o de partido.   

¿Por qué no pensar en algo parecido para Guatemala?  ¿Por qué no apostarle seriamente a construir y legitimar una cultura de evaluación de la política pública? ¿A quién le interesa que no se sepa en qué se utilizan los recursos públicos? ¿Y a quién sí podría interesarle? Un esfuerzo de esta naturaleza ¿no facilitaría otras discusiones estructurales y recurrentes como la impositiva o las reforma institucional y de servicio civil? 

Ahí le dejo estas preguntas para arrancar el 2015 y aprovecho para desearle un año feliz y en paz. 

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