jueves, 13 de junio de 2013

¿Problemas o realidades?


“Al ser un grupo fundamentalmente de países de renta media, y al no concentrar los bolsones más grandes de pobreza en el mundo, pues como que no nos dan mucha vela en el entierro.”

A medida que se acerca el 2015 se recalienta la discusión en la arena internacional sobre los objetivos del milenio (ODM).  Un esfuerzo valioso que puso sobre el tapete temas estratégicos para muchos de los países en desarrollo y ciertamente para todas las agencias de cooperación y banca de desarrollo internacional. 

Aunque uno pueda o no estar de acuerdo con lo allí pactado, con las dimensiones del bienestar que fueron consideradas, o con los indicadores seleccionados, lo cierto es que dio una visibilidad como nunca antes a la pobreza extrema y la necesidad de hacer un esfuerzo concertado para reducirla.  Como dijo alguien por allí, fue quizás la primera vez que la pobreza dejó de percibirse como una realidad que no se puede cambiar y pasó a problematizarse.  Este cambio de adjetivo calificativo de realidad a problema no es menor, porque ante un problema se busca una solución.

Veinte años después nos encontramos con sorpresas.  Si bien es cierto hemos reducido de manera significativa la pobreza extrema en el mundo, la evidencia nos dice que ha sido fundamentalmente por el desempeño que tuvo China, seguido por el crecimiento económico del resto de países en desarrollo hemos mantenido durante los últimos años, y por algunas mejoras en la distribución del ingreso. 

Como prácticamente se ha cumplido el período para el cual se plantearon estos ODM, es natural que se reabra el debate sobre si debemos hacer una renovación de votos y volver a fijarnos nuevas metas de desarrollo a nivel mundial.  El Banco Mundial ha tirado la primera piedra y ha dicho ¿por qué no eliminar la pobreza extrema para el 2030?  Y la respuesta no se ha hecho esperar de parte de los especialistas.  Es poco factible, nos dicen.  Hay razones para ser cautos y moderar expectativas. 

En primer lugar, porque a medida que se reduce el número de pobres extremos, los que van quedando en tal condición son justamente esa pobreza dura de difícil transformación.  Segundo, el que hasta hoy ha sido el gran motor de la reducción de pobres en el mundo (China), dejará de serlo y no es tan claro que el segundo país más poblado del mundo (India) pueda seguir el mismo patrón.  En tercer lugar, porque a medida que nos acercamos a esa pobreza profunda, el papel que deben jugar las políticas redistributivas es mucho mayor que el que tiene el crecimiento económico a secas.  Y eso bien sabemos que es un tema todavía muy poco asumido – por decir lo menos – por las elites políticas y económicas, que en su gran mayoría son más proclives a jugarse más por estrategias pro crecimiento y mucho menos por la redistribución – aunque solo sea de oportunidades.  

El otro dato interesante de esta coyuntura por la que atraviesa la comunidad del desarrollo internacional es la gran ausencia de América Latina.  Al ser un grupo fundamentalmente de países de renta media, y al no concentrar los bolsones más grandes de pobreza en el mundo, pues como que no nos dan mucha vela en el entierro.  Craso error que debemos corregir cuanto antes, más aún si hemos de revalorizar a la equidad como un instrumento central que permita la superación definitiva de la indigencia a la vez que permita círculos virtuosos de crecimiento con paz social. 

Interesante reto tenemos los latinoamericanos de intentar introducir en la redición de los ODM a la desigualdad extrema como característica indeseable para el desarrollo de cualquier sociedad.  ¡Y sobre desigualdad los latinos sí que podemos echar más de un cuento al resto de la humanidad!

Prensa Libre, 13 de junio de 2013.
 
 

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