sábado, 9 de febrero de 2013

¿Autarquía institucional?

“Pero todavía aún más grave es desconocer el orden internacional, pretendiendo ilusamente que podemos vivir en una especie de autarquía institucional.”

Análisis crítico, diversidad de puntos de vista, y posibilidad de manifestar disensos a las distintas esferas de poder político son condiciones esenciales para el buen funcionamiento de un sistema democrático.  Es un contrasentido privarnos de la riqueza que hay en la multiplicidad de enfoques que puedan aportar guatemaltecos o extranjeros sobre nuestro país.  Justamente allí, en la pluralidad, es donde residen los ingredientes que luego nosotros, los guatemaltecos, tenemos la obligación de aprender a mezclar para dar solución a los problemas que nos aquejan.

Renunciar al diálogo, a la construcción de confianzas, dejar de construir puentes y encontrar espacios comunes, optando en cambio por la polarización y la descalificación personal e institucional es una apuesta muy arriesgada y peligrosa.  Pero todavía aún más grave es desconocer el orden internacional, pretendiendo ilusamente que podemos vivir en una especie de autarquía institucional.  Actitud no solamente aldeana sino además cínica porque instrumenta a la comunidad internacional, utilizándola de manera selectiva.  Cuando me conviene la invoco, cuando me estorba la ninguneo.

Prácticamente ningún país desarrollado o en desarrollo ha seguido esa ruta de ostracismo.  No en Latinoamérica, no en Asia, mucho menos en el hemisferio norte.  Al contrario, la historia ha demostrado que aislarse y desoír opiniones solamente logra una cosa: crear condiciones y un entorno favorable para expresiones de radicalismo local y antidemocrático, que desemboca en privilegios para unos pocos, abusos, y malestar para la mayoría. 

Tampoco se trata de hacer una apología ingenua del actual orden internacional, sus organismos y agendas.  ¡De ninguna manera!  Es clarísimo que allí también se cuecen habas y hay amplios espacios para mejorar y hacer más eficientes su labor.  De lo que se trata más bien es de lograr pesos y contrapesos que garanticen un balance adecuado entre el papel que deben cumplir las instituciones nacionales, los organismos internacionales y la sociedad.

En vez de gastar fuerzas en desacreditar el trabajo de la comunidad internacional, sería mucho más productivo y útil para todos invertir energías en fortalecer instituciones nacionales.  Desarrollar cuadros técnicos y políticos, con mayor capacidad de análisis, interlocución y propuesta.  Esa es la forma de dar el salto cualitativo que Guatemala necesita para abrirnos un espacio aún mayor en el concierto de naciones, hacernos escuchar como país, pero también para poder hacer un uso mucho más racional y eficiente de los beneficios asociados a vivir en un mundo globalizado. 

Ejemplos de cómo otros países mantienen un diálogo sustantivo, aunque no siempre sea terso y fluido, con organismos externos los tenemos por docenas en la región.  Lo he visto en el ministerio de planificación brasileño, en la secretaría de hacienda mexicana, en la cancillería cubana, en el banco central chileno, en el ministerio de desarrollo social peruano, por mencionar solamente algunos ejemplos.  Son instituciones nacionales que comparten la característica de haber invertido en sus cuadros técnicos, lo cual les permite dialogar con la comunidad internacional de manera más provechosa.

La crítica es buena y saludable cuando está dirigida a las ideas más que a las personas.  La denuncia es útil y necesaria siempre que tenga fundamento.  Lo que definitivamente no nos llevará muy lejos es esa actitud de berrinche y soberbia que llama a meter la cabeza dentro de un agujero y pretender que podemos vivir aislados y prescindir del mundo que nos rodea. 

Eso que llamamos globalización tiene expresiones que van más allá de lo económico, financiero o comercial.  Incluye otras dimensiones de la vida en sociedad, aunque a veces convenientemente se quiera plantear de forma tan minimalista. 

 

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