jueves, 19 de julio de 2012

Supuestos, quimeras y élites

“Las experiencias vividas (…) debieran volver al país, inoculadas en el día a día de estos muchachos privilegiados, que están siendo ya los nuevos interlocutores de un sector muy influyente.”

Caminaba un día de tantos al lado del ministro.  Esos espacios dispersos y cortos, pero tan valiosos, que hay entre una reunión y otra. Allí aprendí que ese es un buen momento para escuchar mensajes, trasladar visiones, formar opinión sobre distintos temas, de coyuntura ó estructura, a nivel local, nacional ó internacional.  No siempre se puede, eso también es verdad.  A veces el funcionario no da el espacio, a veces no da la talla.  Pero con él sí se podía.

En una de tantas hablamos sobre el recambio de liderazgos en el país.  La oportunidad que se abre cada vez que una nueva generación accede a posiciones que poco a poco van cediendo los que salen de escena.  Esas pequeñas ventanas de oportunidad son preciosas.  Sobre todo en un país tan chico como Guatemala, en donde el espacio de toma de decisión es como el juego de las sillitas musicales: hoy este es mi lugar, mañana me sentaré en el tuyo, y pasado mañana en el de aquel otro.  Así hasta que otro patojo venga y quiera jugar con nosotros, y entonces alguien tendrá que salirse, porque las sillitas están cabales.   

Mi argumento era que el país iba a entrar lenta pero naturalmente en un proceso de mayor apertura al diálogo, donde ideas modernas y progresistas paulatinamente se abrirían espacio en las discusiones de los grandes temas nacionales.  Dicho razonamiento descansaba fundamentalmente en dos hechos. 

Primero, la distancia histórica de capítulos que polarizaron tanto las relaciones sociales y políticas en el país poco a poco tiene que surtir efecto.  El protoplasma que la protagonizó desaparecerá.  El polvo de la emotividad eventualmente tendría que asentar.  Allí volveríamos a tener la oportunidad dialogar y ojalá alcanzar acuerdos mínimos que enrumbaran el país en el mediano plazo. 

Y segundo, el proceso de formación en el exterior al cual tienen cada vez más acceso nuestros jóvenes intelectuales, pero del cual las élites económicas tampoco están exentos, tiene que aportar nuevos referentes, formas de vida en sociedad, marcos teóricos e institucionales.  Las experiencias vividas en América del Norte y del Sur, en Europa, e incluso en Asia, debieran volver al país, inoculadas en el día a día de estos muchachos privilegiados, que están siendo ya los nuevos interlocutores de un sector muy influyente en el país.

Meses después volvimos a vernos con el ministro, en el mismo teatro de reuniones internacionales.  Corriendo entre agendas, borradores de discursos, sesiones plenarias y almuerzos apurados.  Se volvió a abrir un espacio de conversación, y fue él quien esta vez comenzó diciendo: me quedé pensando en aquella conversación que tuvimos sobre la mayor apertura de las elites económicas como producto de liderazgos jóvenes.  Y ¿sabe qué pienso? Que será difícil.  Porque no es generacional.  Hay algo más de fondo que opera y que lo impide.  Entonces me quedé callado, respetando ese punto de vista distinto al mío. 

Tal episodio me vino a la mente después de leer la entrevista de Beatriz Colmenares a Andrés Castillo, y la visión que el presidente del CACIF trasluce sobre la multiculturalidad que nos define.  No quiero perder la fe.  Me gustaría en unos años poder levantar el teléfono o ir a visitar al ministro, y poder decirle ¡vio que yo tenía razón!  Pero luego suceden cosas como esta, y quedo con la sensación de haber razonado sobre supuestos equivocados, cuando no sobre una simple quimera.

Prensa Libre, 19 de julio de 2012.

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