jueves, 8 de septiembre de 2011

De cóncavo a convexo (parte I)

“(…) con el paso de los años los beneficios en términos de ingresos adicionales para aquellos con educación primaria se están volviendo cada vez más enanos.”

Bien dicen que casi nada está escrito en piedra en este mundo. Las verdades absolutas no existen. O dicho de otra manera, siempre hay que hay procurar poner en su contexto histórico las cosas. Lo que hoy es bueno y válido quizás no lo fue ayer y probablemente deje de serlo mañana. Para muestra un botón.

Un grupo de reconocidos economistas que han dedicado buena parte de su vida al análisis del capital humano y su importancia en la economía ponen un artículo sobre la mesa, en el cual interpelan una verdad que hasta hace muy pocos años era incuestionable: invertir en educación primaria era de las mejores apuestas que podía hacer en un individuo, un hogar, un país. Los ingresos adicionales que cada año de escolaridad generaría superaban con creces los costos de proveer dicha educación.

Con el tiempo se nos olvidó preguntarnos ¿y qué pasa si eso deja de ser verdad? ¿Y qué tal que la rentabilidad invertir en patojos y patojas de primaria se mueve a otro lado? Porque hasta hace muy pocos años el modelo era perfecto y la recomendación simple y directa: había que invertir mucho en educación (mejor si es pública), de manera gradual, cuidando no solamente cobertura sino también calidad. Al hacerlo así, los individuos se beneficiarían de ir a la escuela obteniendo mayores ingresos y con eso salir de la pobreza.

Dichos ingresos irían en aumento pero de manera decreciente. Es decir, el cambio de ir a la primaria versus no tener ninguna escolaridad era como pasar de la noche al día. Y a medida que aumentaban años de escuela, esos cambios serían comparativamente menores cada vez (marginales) en comparación con los años iniciales. A esa noción la llamábamos retornos decrecientes a la educación. O como dicen algunos colegas más sofisticados, los retornos a la educación eran cóncavos.

Pero ¡vaya vaya la papaya! Parece que ya no va por allí la cosa. Hace unos días vi una gráfica en un artículo de publicación reciente con las tendencias históricas de los retornos a la educación en tres niveles: primaria, segundaria y terciaria. Francamente es de parar el pelo. Las tendencias son tres.

Primero, los retornos a la educación están cayendo para todo el mundo y en todo el mundo. Es decir, no es solamente un fenómeno guatemalteco o latinoamericano, sino que está sucediendo en todo el mundo en desarrollo. Está pasando en China, Brasil, Sudan, Taiwán, Filipinas, etc., y por supuesto en nuestro propio gallinero.

Segundo, la caída más fuerte la tiene la educación primaria. Durante los últimos cincuenta años (1960-2010) ha pasado de niveles cercanos al 30% hasta un 8% ó 9%. Pero no solamente eso, antes era el nivel educativo con mayores retornos, y hoy es el nivel educativo con menores retornos de todos.

Tercero, para los niveles secundarios y terciarios los retornos también han caído, pero muchísimo menos. Por ejemplo, en cincuenta años la secundaria ha pasado de 16% a 14%, y el nivel terciario (superior) ha pasado de 21% a 19% aproximadamente.

De manera que la evidencia empírica nos pone una vez más contra las cuerdas, y nos muestra hoy que con el paso de los años los beneficios en términos de ingresos adicionales para aquellos con educación primaria se están volviendo cada vez más enanos. La pregunta de cajón es ¿qué está pasando? ¿y ahora qué hacemos?

En mi siguiente columna comentaré un poco sobre las posibles causas de este cambio de cóncavo a convexo en los retornos a la educación, así como algunas de las implicaciones que tiene para la política social de los países en desarrollo.

Prensa Libre, 8 de septiembre de 2011.

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