jueves, 1 de septiembre de 2011

Lobistas del campo

“Dejarlos en la periferia de la economía e instituciones formales del desarrollo los pone de facto en el centro de la economía sumergida, las instituciones ilegales y la vulnerabilidad.”

Leí hace unos días la entrevista que hizo Enrique Naveda en Plaza Pública a Juan Alberto Fuentes Knight, ex ministro de Finanzas Públicas, quien justamente hoy estará presentando su libro “Rendición de cuentas”. Un texto que seguramente va a despertar mucha discusión, no solamente por lo reciente de la experiencia allí consignada, sino además porque el momento electoral es campo fértil para este tipo de discusiones entre la clase política e intelectual de la sociedad guatemalteca.

Quiero rescatar una idea solamente de esa entrevista, haciendo la salvedad que aún no he leído el libro. Simplemente basado en la transcripción del diálogo Naveda-Fuentes. Es la siguiente: a partir de un comentario de Edelberto Torres Rivas sobre la importancia de la reforma fiscal y su carácter más revolucionario y de mayor importancia que la misma reforma agraria , Fuentes Knight reflexiona y señala tres problemas estructurales de Guatemala. Tres nudos ciegos que históricamente han trabado discusiones (¡y hasta balazos y muertos!) entre los guatemaltecos: la reforma agraria, el papel del ejército, y la reforma fiscal. En el lenguaje de Rodrick, los tres temas constituyen restricciones a un crecimiento económico elevado y sostenido en el país.

Sin embargo también lanza otra hipótesis, casi fulminante para uno de los tres grandes problemas, cuando deja entrever que el tema de la reforma agraria ha quedado relegado por la historia y la evolución del a estructura económica nacional. La aseveración que mejor lo ejemplifica en la entrevista es cuando dice (sic) “(…) el sector agrícola es cierto que todavía tiene la mayor proporción de personas que trabajan ahí, pero aunque se distribuyera toda la tierra entre esas personas ya no alcanzaría. Entonces, sin que deje de justificarse alguna redistribución de tierra ya no es algo tan importante como antes en el sentido de que antes podía ser un aporte decisivo para el desarrollo del país.”

Trato de decodificar el mensaje. Por un lado, lo fiscal y el rol del ejército encuentran hoy, nos guste o no, condiciones históricas favorables, cuñas, en el plano internacional. La crisis económica mundial y la de seguridad que vive Mesoamérica han puesto ambos temas en el radar de todos. Pero además a nivel local hay ya una cierta masa crítica de guatemaltecas y guatemaltecos que construyen hipótesis, investigan, hacen gobierno por un rato y oposición otro rato, que generan opinión escribiendo en prensa y educando en las aulas. En fin, voceros que garantizan, cuando menos, mantener vivo el debate interno. Otro cuento es que logremos ponernos de acuerdo. En suma, fiscalidad, seguridad y sus instituciones tienen sus respectivos lobistas. Y en democracia eso cuenta mucho, o quizás eso es lo que cuenta.

Pero ¿qué pasa con el tema agrario, y con el desarrollo rural en un sentido más amplio? ¿Quién lo está atendiendo? ¿Tenemos masa crítica para reflexionarlo seriamente o estamos todavía en la fase de grupitos inconexos de presión o de choque? Tengo la impresión que en dicha arena no hay abanderados todavía. O por lo menos no los suficientes como para posicionar una agenda básica en el imaginario de la población y del gobierno mismo.

Un panorama así no hace más que condenar a la invisibilidad mediática a la mitad de nuestra población y con ello mantenerlos fuera de alcance del poco músculo que tiene nuestro Estado. Y no es porque sean una minoría despreciable. Son, entre otras cosas, el 70% de nuestros pobres. Por otra parte, como dice Fuentes, el sector agrícola es quizás el más intensivo en mano de obra y paradójicamente el que menos se ha beneficiado de nuestra tímida red de protección social.

Si el ex ministro está en lo correcto, es decir, si la agenda del campo – lo agrario, lo rural – está supeditada a lo fiscal, y con ello cuasi condenada a ser un tema de tercera o cuarta categoría, bien valdría la pena preguntarnos si no vale la pena tratar de revertir ese tratamiento tan pasivo que le damos a los temas del campo. Dejarlos en la periferia de la economía e instituciones formales del desarrollo los pone de facto en el centro de la economía sumergida, las instituciones ilegales y la vulnerabilidad.

En el mejor de los casos prolongaremos el esquema de Guatemalas múltiples e inconexas. En el peor escenario, contribuimos tácitamente a inducir reacciones violentas en demanda de oportunidades económicas y espacios de participación política. A nuestro campo le urgen lobistas que empujen su agenda y la eleven a categoría de prioridad nacional.

Prensa Libre, 1 de septiembre de 2011.

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