jueves, 14 de julio de 2011

El compromiso con la equidad

“Sin cerrar las grandes brechas que nos definen no habrá tasa de crecimiento que nos saque del atraso.”

Siempre he dicho que la agenda de discusión sobre temas de desarrollo en Guatemala avanza. Despacito, pero avanza. Es verdad que mucho de ella está condicionada y se comporta de manera reactiva a los temas de moda que se repican en las campanas de los grandes centros políticos y financieros del mundo multilateral – Washington, New York, Roma, Ginebra, y en menor medida Santiago de Chile y México D.F. –. Es casi un fenómeno natural. Nos guste o no, en países pequeños la masa crítica de expertos nacionales todavía es demasiado pequeña como para imponer y exportar una visión.

Así, de una mera prédica y culto casi fundamentalista a la estabilidad macroeconómica y las reformas liberalizadoras y privatizadoras de fines de la década de los ochenta y principios de los noventa mutamos hacia temas de crecimiento económico. Allí nos quedamos unos buenos años hasta que apareció en la agenda internacional el tema de reducción de pobreza, cuyo parteaguas probablemente sea el reporte de desarrollo mundial – WDR por sus siglas en inglés – del año 2000 elaborado por el Banco Mundial.

Se nos vino encima la era de la pobretología y con ella todo un instrumental para medir y diagnosticar carencias y condiciones de vida en territorios y poblaciones. Aprendimos a hacer mapas, perfiles, análisis de determinantes de pobreza, y comenzamos a entrar en una sana práctica de generar información estadística a nivel de hogares.

Acto seguido comenzó a cacaraquearse, cual bala de plata, el éxito de las transferencias monetarias condicionadas como un instrumento de política pública efectivo, no solamente para reducir la pobreza inmediata sino para tratar de romper el círculo intergeneracional de la pobreza a través de educar y cuidar la salud de nuestros niños.

A mediados de los años dos mil aparece otro hito, el WDR del 2006 dedicado al otro fenómeno que generalmente acompaña la pobreza: inequidad. Y con él surgieron una batería de conceptos e instrumentos analíticos como la trampa de desigualdad, la desigualdad de oportunidades, ó el índice de oportunidades humanas, que han servido para posicionar la agenda de equidad como tema fundamental para la transformación estructural de los países en desarrollo.

Recientemente comenzamos a hablar de otra herramienta adicional que construye y se complementa con lo andado a la fecha. El “commitment to equity assesment (CEQ)”. Es un instrumento que busca evaluar aquella política pública que persigue objetivos de equidad. En otras palabras, analiza el grado de compromiso de gobiernos para contrarrestar y revertir inequidades.

Para hacer esta evaluación, el CEQ considera cuatro dimensiones. La primera tiene que ver con suficiencia de recursos y capacidad de los gobiernos para redistribuir.
La segunda analiza la asignación de dichos recursos públicos de acuerdo a criterios de equidad. Por ejemplo, que lo prioritario sea garantizar un mínimo nivel de vida a la población.

La tercera dimensión da una mirada a la calidad de las intervenciones así como a la sostenibilidad de las mismas. Es decir, no embarcarse en esfuerzos redistributivos que aunque puedan tener un alto impacto en el corto plazo, no se puedan sostener en el tiempo.

La cuarta dimensión tiene que ver con transparencia y capacidad de generar información que permita evaluaciones externas de la política pública. En otras palabras, promover auditoría social.

Lo novedoso de este ejercicio es la aproximación a la política fiscal como herramienta activa para promover mayor equidad, pero complementada por otros tres ingredientes: suficiencia de recursos, calidad en las intervenciones y rendición de cuentas tanto en uso de fondos como en impactos obtenidos.

Quizás plantear la agenda de equidad en Guatemala a ese nivel haga más fácil lograr consensos mínimos entre los diferentes actores políticos y sociales. De cierta forma atiende las diferentes preocupaciones de la sociedad con relación a la acción pública.

¿Por qué es importante seguirle la pista a este tipo de discusiones conceptuales y herramientas analíticas? Básicamente porque es una forma de permear ideas, internalizar conceptos en la función pública y modernizar el debate en el resto de la sociedad. Para que poco a poco conceptos como equidad se conviertan en la función objetivo tanto de esa burocracia estable como de aquella otra masa más etérea de consultores y analistas que gravitan alrededor del gobierno.

Al final, son esos dos actores a quienes se encarga implementar y evaluar programas y proyectos. De manera que inocularlos con estudios y herramientas analíticas de tal naturaleza hace que poco a poco el elefante blanco del Estado y la manada de gacelas nerviosas que componen nuestra sociedad civil presten más atención a los temas estructurales del país.

En el corto plazo es racional que nuestra mayor preocupación deba ser el crecimiento económico. Sin embargo, en el mediano y largo plazos la brújula de nuestra sociedad tiene que ser más equidad. Sin cerrar las grandes brechas que nos definen no habrá tasa de crecimiento que nos saque del atraso.

Prensa Libre, 14 de julio de 2011.

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