jueves, 3 de febrero de 2011

Tres espacios de diálogo nacional

“¿Por qué no aprovechar esa cierta efervescencia que viene con las elecciones, en donde nos ponemos todos en un estado de ánimo prospectivo y propositivo y aprovechamos para sentarnos en mesas de trabajo a retomar la visión de país?”

La gran paradoja que imponen los años electorales es que, por una parte son el momento ideal para detener la marcha y reflexionar sobre el rumbo que lleva el país. Pero por la otra son meses de actividad febril, de proselitismo casi autómata, en donde lo que toca es pelear metro a metro, voto a voto, todos los espacios posibles.

Sabemos, como que cada año habrá semana santa, que todos los partidos en contienda darán su visión – generalmente epidérmica – de lo que el país necesita para los siguientes cuatro años. Igual que en elecciones anteriores, este año seguramente lo volverán a poner por escrito, para que quede registro en algún lado de su capacidad de oferta y propuesta.

Sin embargo, la experiencia también nos dice que estos ejercicios de análisis en momentos electorales no van muy lejos ni al detalle. Mientras tanto, los grandes temas nacionales siguen quedando a merced de coyunturas efímeras, pequeñas ventanas de oportunidad histórica, que quién sabe cuándo se van a abrir y, menos aún, en qué momento se cerrarán.

Desde esa perspectiva es posible que el año electoral sea un espacio propicio para que la sociedad – centros de pensamiento, universidades, gremios, cámaras empresariales y todo aquel interesado en la confección paciente del tapete social – se sienten a dialogar y proponer cursos de acción sobre algunas áreas en las que el país necesita una visión a 5 ó 10 años plazo. Desde una posición menos desesperada ni ansiosa de llegar al poder.

¿Por qué no aprovechar esa cierta efervescencia que viene con las elecciones, en donde nos ponemos todos en un estado de ánimo prospectivo y propositivo y aprovechamos para sentarnos en mesas de trabajo a retomar la visión de país? Si obviar el gigantesco reto que constituye la agenda de seguridad, hay tres grandes áreas que salen de forma recurrente en prácticamente cualquier espacio de socialización formal o informal: fiscal, protección social, y competitividad.

En cuanto a lo fiscal está claro que allí hay una agenda inconclusa, que supera la discusión impositiva, y que trasciende el calendario político. Muchos han opinado al respecto, y se percibe en el ambiente bastante aceptación a retomar el pacto fiscal. Obviamente habrá que matizarlo según las nuevas condiciones, pero también es cierto que la columna vertebral sigue estando allí: calidad y transparencia del gasto, mejoras en los ingresos, y reformas institucionales y legales que le den músculo a un Estado anoréxico y artrítico.

Además, debemos darnos el espacio para discutir a fondo nuestros sistemas de protección social. Es el paso inmediato y natural, en donde corresponde hacer una evaluación de lo andado en diez años desde que el tema de reducción de pobreza se posicionó, pasando por los esfuerzos más recientes por diseñar e implementar una batería de programas de atención a grupos en pobreza y-o vulnerabilidad.

Como nos lo han señalado los expertos, allí hay mucho que profundizar y seguir discutiendo. Tenemos espacios para mejorar, por ejemplo: el monitoreo y evaluación de programas para afinar la focalización, impactos, y transparencia en el uso de recursos públicos, la reforma al seguro social, además de los temas clásicos de calidad y cobertura en educación y salud.

Finalmente, y no por ello menos importante, es necesario recuperar el aliento en nuestra agenda asociada a la productividad de nuestro aparato productivo. Es decir, darle un fuerte y renovado impulso a la agenda nacional de competitividad, entendiendo que es necesario generar condiciones para un mayor crecimiento económico mayor y también de modernización de ciertos sectores de actividad económica.

Quizás es oportuno dejar a los partidos políticos este año como meros receptores del mensaje, reconociendo que están naturalmente consumidos en el papel que les corresponde jugar en un año electoral. Y por lo tanto, que sean otros los actores que reflexionen y propongan a la clase política una agenda balanceada.

Porque lo que queda claro es que atender de forma desigual estos grandes temas nacionales es como querer ganar una maratón con una pierna fuerte y robusta y otra enclenque y debilucha. Simplemente no se puede.

Prensa Libre, 3 de febrero de 2011.

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