viernes, 16 de julio de 2010

Claros y de acuerdo

“La seriedad de nuestras autoridades monetarias y fiscales ha sido la norma más que la excepción en la historia contemporánea del país.”

El último tema económico que se ha puesto en el ambiente tiene que ver con el nivel de endeudamiento del país. Aún cuando se ha intentado darle un enfoque aséptico a la discusión, la visión que priva entre el grupo de guatemaltecos que lee y escribe es de cierto llamado a la cautela. Todos sugieren que hay que ponerle atención al asunto porque se nos puede llegar a salir de las manos.

La gran mayoría de argumentos que se esgrimen son válidos, pero también hay que reconocer que algunos son usados con más maña que otros. Al final del día hay que comprender que la opinión pública, al igual que la política, tiene mucho de percepción, y por tanto se vale empujar diferentes visiones de la realidad.

Dentro de los señalamientos que se han hecho, está la importancia de no comprometer nuestra preciada y reconocida estabilidad macroeconómica. Sobre este punto cabe reconocer la seriedad de nuestras autoridades monetarias y fiscales, algo que ha sido la norma más que la excepción en la historia contemporánea del país. Ponerse a jugar al alquimista con la política económica sería un suicidio, no solamente para el gobierno sino para la sociedad en general. Fue esa misma prudencia macroeconómica la que nos dio el modesto espacio fiscal para atender las últimas crisis que nos han golpeado. En eso creo que todos estamos claros y de acuerdo.

El problema es que seguimos enfrentando shocks externos, y claramente la estrategia de endeudamiento no puede ser la misma de hace dos años. Será necesario apuntalarla con otras medidas complementarias, que además de hacerla financieramente viable y sostenible, den toda la credibilidad que se necesita para entrar al 2011 con unas cuentas macroeconómicas a prueba de toda duda. En eso creo que también estamos claros y de acuerdo.

Por otro lado aparecen algunos otros argumentos más alarmistas, en ese mismo afán de llamar a la prudencia, pero que a la larga pueden generar más ansiedad de la necesaria. Por ejemplo, señalar que la comparación de nuestro nivel de deuda contra el PIB es un ejercicio engañoso e irrelevante. El problema está en pedirle a un solo indicador que nos entregue toda la información que necesitamos. (Por cierto, hay un juego de presentaciones muy ilustrativas sobre el tema deuda, hechas por el MINFIN y BANGUAT, y que se colocaron en la página de internet de un medio escrito local.)

Siguiendo la analogía con la economía familiar, un hogar puede financiarse completamente con deuda – por un tiempo relativamente corto, claro está. O también puede financiarse con deuda por un período más largo, eso sí, para hacer ciertas inversiones específicas: la educación de sus hijos, la ampliación de su casa, o la compra de un vehículo. En ambos casos el supuesto de fondo es que, al hacer dichos gastos e inversiones, las personas tendrán la posibilidad de generar mayor ingreso en el futuro, y con ello poder repagar sus deudas.

Así, los estudiantes universitarios en América del Norte usualmente se endeudan por 50 ó 60 mil dólares al año por un período de cuatro ó cinco años, a pesar de que su perfil de ingreso al momento al salir de la escuela secundaria sea de solamente 24 mil dólares anuales.

De manera que negarle un crédito de estudio a un joven bajo el argumento que sus ingresos no cubren ni la mitad de lo que está pidiendo prestado, o a un hogar para comprar su casa porque el ingreso total familiar no alcanza para pagar toda la deuda, pareciera contradecir el funcionamiento mismo de los mercados de crédito.

Esos mismos mercados también nos explican por qué sería arriesgado que las compañías de tarjetas de crédito le enviaran certificados de extra financiamiento a un tarjetahabiente que vive pagando solamente su cuota mínima mensual. Más aún cuando su patrón de consumo es comidas en restaurantes, joyas, ó viajes de placer. A la postre se generaría una espiral de gasto e insolvencia financiera de la cual es muy difícil salir.

Igualmente peligroso e insostenible sería que mamá o papá fueran al supermercado todos los meses y compraran la comida al crédito, sin ninguna intención de aumentar la porción de su salario dedicado a pagar por eso que ha consumido. Todos los que somos padres o madres sabemos que cuando los hijos crecen, las necesidades crecen con ellos, y por ende el presupuesto familiar para cubrirlas debe irse ajustando en forma proporcional, dentro de nuestras posibilidades.

Los párrafos anteriores son tres formas de ilustrar una parte solamente de lo que hoy sucede en Guatemala. De modo que hay que ser prudentes al ejemplificar la actual coyuntura para no pecar de simplismo. En esta tarea sí que nos pueden ayudar mucho las autoridades monetarias y fiscales, haciendo fluir toda la información y explicaciones que hagan falta. Ello no solamente educa a la ciudadanía en temas tan trascendentes, sino que de facto se fortalece una forma de auditoría social. En eso también creo que todos podemos estar claros y de acuerdo.

Prensa Libre, 15 de julio de 2010.

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