De la
cumbre Iberoamericana celebrada en Veracruz han salido algunos (pocos) mensajes
interesantes, que bien vale la pena decodificar y ponerles un poco de contexto. Como dirían los patojos, déjeme hacer este
tirito al marco y veamos qué sale.
Primero,
la toma de conciencia regional de que estamos ante el fin de un ciclo de alto
crecimiento económico. Las economías se
desaceleran, el boom de las materias primas se esfuma y el financiamiento
barato en dólares se terminó. El PIB de
2004 creció a una tasa 5 veces más alta que la previsión para 2014. No hace falta decir más.
Segundo,
estamos ante una región desigual, característica que se manifiesta incluso en los
estilos de gobierno y prioridades que cada uno está dando para promover el
desarrollo de sus respectivos países. Así,
no son comparables los casos de Argentina o Venezuela con los de México o Perú,
por decir algo. Eso que parece tan obvio,
tiene un impacto claro en las opciones que se evalúan al pensar en una agenda
de integración regional. No en balde la
frase del el rey de España “lleguemos hasta donde sea posible”.
Tercero,
los presidentes del poder ejecutivo de Iberoamérica cerraron filas sobre la
necesidad de seguir manteniendo en el centro del debate a la educación. Pero ahora con un énfasis distinto al de hace
veinte años. La cobertura deja de
ser el desafío principal y es más bien la calidad educativa el dolor de cabeza
de nuestros sistemas de enseñanza. Allí es
donde hoy aprieta el zapato de la inequidad.
Con
esas tres pinceladas gruesas no sorprende que los términos que emanan de la
cumbre sean diversificación productiva, innovación tecnológica, productividad,
calidad educativa, infraestructura pública.
Si lo vemos fríamente, es un replanteo de la agenda de capital humano que
estuvo en boga a principios de los años noventa. Aparentemente no hay ningún énfasis nuevo,
solamente desempolvamos un concepto que habíamos puesto a hibernar ante la
buena racha por la que estábamos pasando.
Sin
embargo, lo que sí diferencia la discusión actual de la de hace dos décadas es
la inclusión de la política industrial dentro del instrumental de política
pública. En aquella época hablar de
política industrial estaba casi mal visto, pues eran los años de maldecir a
todo lo que sonara a Estado.
Hoy la cruda realidad nos recuerda que fue una tremenda metida de pata
el desmantelamiento físico y mental de lo público como eje fundamental de la
vida en sociedad.
Así nos
lo recordaron dos mujeres latinas que, con propiedad y solvencia, sintetizaron el nuevo qué y cómo que la región debe priorizar.
Por una
parte, Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de CEPAL, insiste en el qué. Señala tres rubros que no debiéramos negociar
en estos momentos de ajuste: inversión pública en infraestructura, educación y
diversificación productiva.
Y por
la otra, Rebeca Grynspan, de la Secretaría Iberoamericana, pone el acento en el
cómo. Al decir “si quieres ir rápido, ve
solo; pero si quieres ir lejos, hazlo acompañado”, nos recuerda la importancia
de mantener la integración regional como un importante y potente instrumento de
desarrollo.
Qué y
cómo invertir serán sin duda dos elecciones que los gobiernos latinoamericanos
tendrán que hacer en estos años de ajuste que se nos vienen encima, y que ciertamente definirán el rostro de Latinoamérica a mediano plazo.
JXP
ResponderEliminarLA EDUCACIÓN ACRECEINTA LA VIDA MORAL, CULTURAL, AFECTIVA Y ESPIIRTUAL DE TODO SER HUMANO. ELLO JUNTO AL DESARROLLO DEL BIEN COMÚN DESDE LA ECONOMÍA Y EL ESTADO. GRACIAS LIC. POR SU ILUMINACIÓN.