Guatemala
tiene muchos problemas. Varios de ellos
estructurales y por tanto sin mucha perspectiva de solución inmediata. De eso hablamos casi a diario académicos,
columnistas, activistas, empresarios, políticos, obreros, todo mundo. Algunos para hacer leña del árbol caído o
simplemente para jalar agua a su molino.
Otros tratando de aportar alguna que otra idea fresca que ayude a salir
del atraso. Por ratos los gobiernos nos prestan
atención, y muchas veces –¡demasiadas quizás!– simple y llanamente eligen mirar
hacia otro lado como que no es con ellos. Más no por eso hay que dejar de decir las
cosas, buenas y malas. Al final, de eso
se trata el diálogo social en democracia.
Afortunadamente
también hay experiencias muy positivas que orientan y estimulan al cambio. En el sector público existen burócratas
convencidos de su función social. Hay islas
de eficiencia con muy alto desempeño técnico, cosa que ha sido reconocida
incluso a nivel internacional.
Un
ejemplo de ello es la representación que históricamente ha tenido el país ante
organismos financieros internacionales como BID, BCIE, FMI, BM, y de análisis
económico regional como la CEPAL. En
todas estas instituciones se han destacado economistas guatemaltecos de muy
alto calibre como María Antonieta de Bonilla, Johny Gramajo, Edgar Balsells,
Anaí Herrera, Erick Coyoy, Luis Alejos, Gert Rossenthal, Hugo Beteta, y Juan
Alberto Fuentes, por citar unos cuantos ejemplos que me vienen a la mente en
este momento.
Todos
ellos hacen parte de una tecnocracia bien formada y con muchísimo sentido de
compromiso con su país. Y aunque si les
preguntásemos sobre sus visiones del desarrollo seguramente encontraremos posiciones
diferentes, la calidad de su trabajo y su preparación técnica han permitido que
Guatemala sea reconocida ante la banca multilateral como un pequeño país con
dos cualidades fundamentales.
Primero,
históricamente el país ha sido muy institucional en la forma de nombrar a sus
representantes ante los distintos Directorios de estos organismos. No han sido posiciones de botín
político. Y segundo, la capacidad
técnica ha tratado de primar siempre por sobre cualquier otra
consideración. Los pergaminos de todos
estos servidores públicos guatemaltecos están a la vista de cualquiera.
Estas
dos características, de suyo importantes, lo son aún más en países como Guatemala, que
tienen una aportación de capital muy modesta en la banca multilateral. De manera que no es sino la fuerza de las
ideas y la capacidad técnica de sus representantes la principal herramienta
para hacer escuchar la visión de economías pequeñas y sociedades complejas como
la nuestra.
Hago
toda esta reflexión porque he escuchado rumores sobre posibles cambios en
nuestra representación ante uno de dichos bancos regionales. Y por lo mismo me parece que es importante
llamar la atención de las autoridades de turno –principalmente del ministro de finanzas
y del presidente del Banco de Guatemala, en su calidad de Gobernadores de
dichas instituciones– sobre la importancia de mantener una tradición de alta
tecnocracia, bien preparada y conocedora de los temas que ocupan a la banca de
desarrollo multilateral.
Lo que
debe prevalecer es una posición institucional, criterios estrictamente técnicos
y meritocráticos de selección dentro de nuestros mejores cuadros de economistas
–que dicho sea de paso, ¡los hay de sobra en Guatemala!–.
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