jueves, 12 de junio de 2014

Cuadros, capacidad y estabilidad

“Para la productividad se utiliza la política educativa, de empleo, o de inversión en infraestructura; para la capacidad de gestión del Estado la política fiscal, y para la movilidad social la política social.”

Las principales restricciones que enfrenta el país para crecer y desarrollarse se pueden resumir en tres: bajos niveles de productividad de la mano de obra, una baja capacidad de gestión del Estado, y una baja movilidad social.  Tres bajas que hay que convertir en altas, ¡a como dé lugar!     

La productividad es importante por cuanto en ella descansa la sostenibilidad del crecimiento económico de cualquier sociedad.  Hacer más con menos no solamente es rentable en el corto plazo sino que sienta las bases para que los trabajadores puedan reconvertirse y reubicarse en sectores de la economía más dinámicos y que ofrecen mejores retribuciones a su trabajo.  De otra manera estamos siempre a merced de vientos en cola que nos puedan traer los mercados internacionales, sin certeza de cuánto puedan durar.  Es decir, bonanza ganada no por mérito propio sino por condiciones internacionales fuera de nuestro control. 

La capacidad de gestión del Estado viene asociada a la cantidad de recursos que se ponen a disposición del aparato público, pero también a la posibilidad de convertir dichos recursos en resultados –bienes, servicios, instituciones y reglas de juego– que idealmente deben ser aquellas que la mayoría de la sociedad considera deseables y necesarias para su bienestar.  De allí la importancia de alcanzar el mayor acuerdo posible sobre el nivel de recursos, su procedencia así como la forma de ejecutar los mismos. 

Y la movilidad social no es sino expresión del grado en que las sociedades premian mucho o poco el esfuerzo individual por sobre condiciones heredadas.  No se manifiesta solamente a través del nivel salarial. De hecho, en países más avanzados la movilidad social es en buena medida el producto de la acción pública que genera espacios de integración social y oportunidades para que sea el esfuerzo individual el que reluzca y defina las diferencias entre personas.

Así, a todos estos problemas estructurales generalmente corresponde una o varias políticas públicas.  Son dichos instrumento los que por excelencia están llamados a atender las necesidades colectivas.  Para la productividad se utiliza la política educativa, de empleo, o de inversión en infraestructura; para la capacidad de gestión del Estado la política fiscal, y para la movilidad social la política social. 

Ahora bien, si estamos de acuerdo en que estos son tres restricciones que estructuralmente inhiben el desarrollo de Guatemala, y si creemos que la política pública tiene un papel que jugar para desatar tales nudos ciegos, la siguiente pregunta que tenemos que hacernos es ¿con qué capacidad de gerencia cuenta el país para, desde el Estado, conducir procesos de diálogo social e inversión pública? 

Desafortunadamente la historia reciente no nos da mucha perspectiva positiva.  En el mejor de los casos hemos logrado uno o dos equipos mínimos para atender o lo productivo, o lo fiscal o lo social.  Casi nunca hemos tenido la capacidad de conformar un cuadro que permita hacer transformaciones permanentes en los tres frentes de manera simultánea.  

Las últimas tres administraciones de gobierno son un claro ejemplo de la imposibilidad de conjuntar equipos estables, técnicos, coordinados, y con capacidad de administrar múltiples objetivos de política pública.  En cambio, hemos tenido funcionarios que en lo individual han intentado avanzar agendas parciales pero que desafortunadamente se diluyen a su salida del gobierno. 

Esta es una de las lecciones principales que deberíamos rescatar de los últimos años en democracia: la importancia de conformar equipos de gobierno, con una visión compleja y compartida de lo que gestionar un Estado implica.  En ausencia de cuadros técnicos y políticos seguiremos dando bandazos, a veces con modestos aciertos, pero sin mayor trascendencia ni sentido de dirección. 

La capacidad individual es importante, pero la estabilidad en los cargos quizás lo sea aún más todavía. 

Prensa Libre, 12 de junio de 2014.

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