jueves, 10 de abril de 2014

Corriendo tras la realidad

“Una estructura sencilla es más fácil de medir para conocer impactos, es más fácil de implementar en el terreno e institucionalizar, y es más fácil de asumir por la clase política.”

Siempre en esta brega por entender un poco más el desarrollo rural, la semana pasada nos encerramos en el Colegio de México algunos colegas investigadores de distintos países latino y norteamericanos (Perú, Colombia, Brasil, Chile, El Salvador y México, Argentina y Estados Unidos).  Convocados por un proyecto de investigación que intenta mirar las sinergias que pueden existir entre programas de transferencias condicionadas en efectivo (TCE) y de desarrollo productivo. 

La motivación estaba frente a nuestras narices: más de 27 millones de hogares pobres en América Latina reciben algún tipo de TCE.  Buena parte de ellos reside en el campo, en donde seguramente también son beneficiarios de algún programa de desarrollo productivo.  Luego, al ser beneficiarios de uno y otro, puede que los efectos de cada uno se refuercen.  ¿Cómo? Cambiando las decisiones de inversión y-o aversión al riesgo de los hogares al saberse con un mínimo de ingreso que les será transferido regularmente; generando dinámicas de mercados locales e inversión en pequeñas actividades productivas a partir de la inyección de recursos que generan los programas de protección social; promoviendo una mayor inclusión financiera al bancarizar las transferencias de cualquiera de estos programas, por citar algunos ejemplos. 

Bajo esa lógica solo sería cuestión de conectar bases de datos de programas de transferencias condicionadas con algunas bases de datos de proyectos de desarrollo rural y buscar que está pasando con aquellos beneficiarios que reciben uno, otro o ambos tipos de programas.

Así de sencillo pero así de complejo porque, como suele suceder, es siempre más fácil intuir que demostrar.  O dicho en buen chapín, no es cuestión de soplar y hacer botellas. 

El asunto es que algunos países teniendo mucha información estadística no terminan de dar con el método correcto.  Otros, con un método interesante no lograban juntar una muestra suficiente para hacer análisis.  Y también hubo aquellos en donde lamentablemente ni siquiera logramos armar el equipo de trabajo con investigadores locales. 

Por lo menos dos lecciones llevamos en lo que va del proyecto.  La primera, que los programas de desarrollo rural son un tiro con perdigones, inmensamente más complejos que los programas de TCE.  Los primeros (desarrollo rural) pueden ir desde provisión de semillas, insumos, sistemas de riego, obras de almacenamiento hasta programas de asistencia técnica, capacitación y apoyo a la formalización de organizaciones de productores, por citar solo algunas combinatorias posibles.  Los segundos (TCE) en cambio, son una receta mucho más estándar, como un helado de vainilla: dinero en efectivo cada tantos meses a cambio del cumplimiento de alguna condición.

Seguramente allí reside buena parte de la ventaja que la protección social le ha sacado al fomento productivo en el imaginario de los funcionarios públicos.  Una estructura sencilla es más fácil de medir para conocer impactos, es más fácil de implementar en el terreno e institucionalizar, y es más fácil de asumir por la clase política.  

Y la segunda, en todos los países que estamos trabajando constatamos que la realidad siempre va más rápido que el análisis, y el análisis va siempre más rápido que la política pública, y la política pública va siempre más rápido que los sistemas de seguimiento y evaluación que son tan necesarios para recabar la evidencia empírica que se necesita para saber los objetivos propuestos se alcanzan o no. 

Es como si siempre andamos corriendo tras la realidad para tratar de pescarla aunque sea por un instante.  Pero es justamente en las limitaciones que impone el mundo real, que la creatividad del investigador se pone a prueba.  A fin de año le cuento cómo termina esta historia.  Por ahora denos chance de volver al terreno y seguirla pensando un poco más. 

Prensa Libre, 10 de abril de 2014.

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