miércoles, 5 de marzo de 2014

A diagnósticos compartidos, respuestas disímiles

“(…) mirar lo rural ya no solamente como un espacio agropecuario sino como algo mucho más complejo y cambiante.”

En estos días el gobierno del presidente Juan Manuel Santos en Colombia instalará la “Misión de Política para el Desarrollo Rural y Agropecuario”.  Han puesto al frente de este esfuerzo a José Antonio Ocampo, ex ministro de hacienda y de agricultura de su país y también ex secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).  Tendrá además un consejo directivo integrado por exministros de agricultura y otros expertos, académicos e investigadores nacionales e internacionales.  Es quizás la señal más clara del gobierno a la prioridad que adquiere el desarrollo rural como tema de agenda nacional. 

La Misión se ha propuesto cinco ejes temáticos: 1. rol de lo rural en el desarrollo del país, 2. desarrollo rural para el cierre de brechas sociales, 3. provisión de bienes públicos para el campo, 4. desarrollo agropecuario sostenible y competitivo, 5. arreglo institucional moderno y eficiente. 

Subyace a este esfuerzo tres elementos estratégicos.  Primero, conceptualmente, mirar lo rural ya no solamente como un espacio agropecuario sino como algo mucho más complejo y cambiante.  Segundo, desde una perspectiva de viabilidad política, el ejercicio será con lógica de “presupuesto base cero”.  Es decir un fuerte énfasis en la utilización racional y eficiente de los recursos públicos que se requerirán para ejecutar dicha agenda.  Y tercero, se ha puesto mucho énfasis en no inventar la rueda, sino más bien hacer un esfuerzo de acopio de experiencias internacionales que ilustren y orienten, permitiendo luego encontrar la combinación que más sirva al contexto país. 

Pero, ¿por qué tanto alboroto con el campo colombiano?  Para comenzar, el diagnóstico del sector rural no es muy distinto de lo que encontramos en la región: territorios con mucho menor (a veces nula) presencia del Estado, con grandes brechas en desarrollo humano y social, menor cobertura y calidad en educación y salud, infraestructura, etcétera.  Esto que ya es problemático en sí mismo, se acentúa cuando el dinamismo de los últimos años que ha tenido el país no se logra traducir en mejores condiciones de vida para la población rural. 

Un medio de comunicación local citaba que  “existe un consenso nacional en el sentido de que el ámbito rural ha sido el escenario de buena parte de las problemáticas del país, esto es de la pobreza, el conflicto, la desigualdad, el despojo y la informalidad.”  Un dato muy revelador de su complejidad y explosividad es que el último censo nacional agropecuario fue hecho ¡hace 40 años! 

Algunos especialistas piensan que esta es hoy por hoy una de las agendas rurales más ambiciosas de Latinoamérica.  Habrá que seguirle muy de cerca la pista para saber a qué ritmo avanza, qué se va aprendiendo en el camino, y qué impacto logra finalmente tener en la transformación rural.    

Lo interesante para nosotros, guatemaltecos, es que allá en Colombia, país de ingreso medio, culturalmente diverso, rico en recursos naturales, cafetalero, agroexportador, y en vías de cerrar un conflicto armado de tan larga data, se comiencen a hacer planteamientos de esta naturaleza y envergadura.  Y aquí, con un diagnóstico tan compartido, ¿por qué una respuesta tan disímil? 

Prensa Libre, 6 de Marzo de 2014.
 

 

 

 

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