miércoles, 22 de enero de 2014

El Estado de Oz


“(…) la realidad de este y aquel lado del Suchiate está pintada con la misma brocha.”

Una de las grandes bondades que tiene conjugar libertad de prensa con globalización es permitirnos conocer lo que piensan y escriben nuestros intelectuales, dondequiera que estén.  Algunos de ellos realmente tienen una pluma privilegiada, y logran en pocas palabras trasmitir su lectura del momento actual.  Sin que necesariamente traten de convencernos logran provocar reflexiones bien fundadas.    

El mexicano Lorenzo Meyer es uno de ellos.  Historiador, analista político del México contemporáneo, actualmente profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).  Me lo presentó un gran amigo y colega, Julio Berdegué, mandándome uno de sus artículos por correo electrónico con el siguiente encabezado: “el gran Lorenzo Meyer”.  A partir de allí comencé a seguirle la pista.      

Una de sus últimas columnas de opinión se titula “Oz”.  Al leerla me pareció de una relevancia tal para la realidad guatemalteca, que decidí atreverme a transcribir un par de párrafos para que reverberen en otros círculos.  Para que juzgue usted si los latinoamericanos fuimos o no cortados más o menos igualito y con la misma tijera.  Para que nos demos cuenta de la importancia de cruzar notas con otros que viven realidades similares.  No por aquello de que “mal de muchos…”, sino más bien porque es verdad que el desarrollo tiene mucho de idiosincrático, pero también es cierto que hay generalidades, comportamientos que se repiten una y otra vez, de los cuales debemos aprender para ganarle tiempo a la historia.  Ahí le va este botón de muestra.    

Meyer comienza diciendo que (sic) “[a] veces pareciera que el Estado mexicano está inspirado en un cuento: El Mago de Oz: mucha apariencia y poca sustancia. Promete portentos pero no tiene capacidad para cumplirlos. Como en el país de Oz, depende de la credulidad de su audiencia y de que ésta no se tope con la realidad.  (…) El Estado mexicano se presenta como una entidad coherente y dispuesta a acometer ambiciosos planes para resolver casi todos los problemas: pobreza, hambre, mala educación, el viejo corporativismo sindical, falta de empleo y la creación de un seguro de desempleo, rehacer la naturaleza de la industria petrolera por vía de la privatización y desnacionalización, disolver monopolios y crear una auténtica economía competitiva, modificar el sistema financiero, poner al día la política fiscal, revitalizar el campo, recuperar la seguridad, hacer efectivos los derechos humanos, rehacer la impartición de justicia, dar protección al medio ambiente, combatir la corrupción, relanzar el TLC, regresar al sistema electoral la credibilidad perdida.”  

Se imaginará usted la gran tentación que me dio de usar la función “buscar y remplazar” en mi ordenador, y cambiar la palabra mexicano por guatemalteco.  Estoy seguro que el plagio hubiera pasado desapercibido, simple y llanamente porque la realidad de este y aquel lado del Suchiate está pintada con la misma brocha.   

La sacudida final la da Meyer al concluir que “un ‘Estado de Oz’ no le conviene a los ciudadanos pero con frecuencia sí a los fuertes, a los poderes fácticos que lo pueden manipular. Su inefectividad también sirve bien a ciertos intereses políticos…”. 

Tal parece que al igual que allá los mexicanos, aquí los guatemaltecos debemos no solamente hacernos preguntas muy parecidas, sino también decidir qué hacer con las respuestas.  Porque como en el cuento, es en nosotros y solamente en nosotros, los ciudadanos, que está la capacidad de desenmascarar al mago. 

Prensa Libre, 23 de Enero de 2014. 
 

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