martes, 26 de noviembre de 2013

¿Estabilidad o estancamiento?


“(…) aunque la subregión goce de estabilidad macroeconómica, esa misma estabilidad parece que se ha convertido en estancamiento.”

Cuando uno observa los números macroeconómicos de Centro América y México – crecimiento, inversión, inflación, tipo de cambio, déficit fiscal, gasto social, cuenta corriente, entre otros – y los principales indicadores de bienestar – pobreza, desigualdad y desarrollo humano – fácilmente se construye una historia. 

La subregión ha experimentado durante los últimos quince o veinte años un crecimiento económico moderado pero insuficiente – salvo algunas excepciones y solamente para algunos años, como en el caso de Panamá y República Dominicana –.  Crecimiento que, además, se explica mucho más por buenos precios internacionales que por productividad, con lo cual el mérito no es tanto nuestro sino de un viento en cola favorable.

Al mismo tiempo ha tenido lugar alguna reducción de pobreza, aunque si se la compara con otras subregiones de América Latina ha sido más bien débil e insuficiente.  Además, seguimos conviviendo con una persistente desigualdad, manifiesta no solamente en el ingreso de las personas sino también en grandes brechas territoriales. 

En suma, los grandes agregados macro nos cuentan la historia de una subregión estable que da algunos signos moderados de avance en las variables que caracterizan el bienestar de una sociedad. 

Pero lo curioso en todo esto es que a pesar de la estabilidad persiste una sensación de incomodidad y desasosiego en segmentos importantes de la población.  Su malestar es concreto y se traduce en desencanto con la democracia.  Tal y como señala el último informe de Latinobarómetro (sic) “vemos que de los países centroamericanos, son cinco en total los que no logran aumentar el apoyo a la democracia. Costa Rica, ya lo analizamos más arriba, es el país que más apoyo a la democracia había perdido en el período 1995- 2013, pero se encuentran en la misma situación además Panamá, Honduras, Nicaragua y El Salvador”.  Es como si la estabilidad no tuviera ningún impacto ni importancia en la vida cotidiana. 

¿Y entonces?¿Quiere decir que los mesoamericanos estamos teniendo una lectura dual o esquizofrénica de la realidad? ¿quién está diciendo la verdad, las cifras y los tecnócratas o los ciudadanos y sus percepciones?  No lo sé bien.  Lo que sí me atrevo a decir es que muy probablemente analistas y clase política no estamos logrando hacer las conexiones suficientes para leer la coyuntura y conectar con la población en las soluciones que planteamos.  Porque es claro que cuando se incorporan en el análisis otras variables extra económicas, la narrativa cambia sustancialmente.

Lo que nos está diciendo la ciudadanía es que, aunque la subregión goce de estabilidad macroeconómica, esa misma estabilidad parece que se ha convertido en estancamiento, y a veces en atraso.  Dicho de otra forma, el mensaje es que sigue haciendo falta más músculo de la política pública para generar más bienestar y no solamente períodos de calma.       

Si seguimos ignorando estas señales muy fácilmente nos podemos ir con la finta de una mal entendida estabilidad, que quizás no hace otra cosa que fermentar silenciosamente un descontento social, que luego y con muy poco alcanza expresiones violentas y desproporcionadas. 

De ahí que el principal reto que tienen las elites mesoamericanas es conectar de mejor manera todas las señales que manda la sociedad, y no solamente las que se recogen en grandes agregados macroeconómicos.  Más bienestar con mayor equidad es el objetivo más importante de esta subregión.  De la capacidad que tengamos de lograrlo depende la viabilidad de nuestras democracias. 

Prensa Libre, 21 de noviembre de 2013.  
  
 

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