miércoles, 9 de octubre de 2013

Historias de chamba y chambeadores


“(…) hay otras que dan para pensar si el lente utilizado tiene la graduación correcta o si por el contrario ya nos están hacen falta bifocales para distinguir ciertas imágenes y formas.”

Me di a la tarea de leer el reporte del INE sobre los principales resultados de la última encuesta de empleo e ingresos (ENEI 1-2013), y honestamente creo que da para interesar a más de uno.  Y no me refiero solamente a economistas y académicos, dos grupos a los que naturalmente les viene como agua de mayo esta montaña de información y datos.  Me refiero a un público mucho más amplio.

En los gráficos, tablas y cruces de variables que nuestros colegas del instituto de estadística nos hacen el favor de darnos para abrir el apetito, ya comienzan a aparecer historias.  Yo encontré por lo menos tres tipos.    

Unas que constatan el imaginario popular, ese que se empeña en decirnos: ¡pero obvio, siempre ha sido así y siempre seguirá siéndolo, no le busquen tres pies al gato!.  Como que somos un país con una fuerza laboral relativamente joven; en donde las mujeres pueden llegar a ganar la mitad de lo que devenga un hombre y en todo caso nunca ganan más que ellos; donde el ingreso promedio del área metropolitana es el doble del área rural; y donde nuestros niños rurales están doble o triplemente jodidos, con el futuro hipotecado desde los 5 años, tanto así que participan cuatro veces más que los niños del área metropolitana en el mercado laboral infantil.

Otro tipo de historias nos hacen levantar la ceja porque vienen como un auto en contra-vía.  Así por ejemplo, los datos sobre ingreso por ocupación principal nos dicen que da más o menos lo mismo ser técnico y profesional de nivel medio (Q3,070) que personal de apoyo administrativo (Q2,909).  Pero ¿y en qué momento se evaporaron nuestros retornos a la educación?  Igualmente contra intuitivo es el dato de remuneración por actividad económica en donde la administración pública (Q3,211) no aparece tan mal en el escalafón en comparación con lo que reportan bajo la categoría de profesionales (Q3,308) y sector financiero (Q3,409). 

Y finalmente hay otras que dan para pensar si el lente utilizado tiene la graduación correcta o si por el contrario ya nos están hacen falta bifocales para distinguir ciertas imágenes y formas.  Por ejemplo, que los trabajadores independientes reportan casi siempre menos ingreso que los asalariados.  Pero y entonces ¿qué pasó con la tesis de la empresarialidad y el mito de alcanzar el éxito con la independencia laboral?  ¿O es que nos está haciendo falta escarbar más hondo para descubrir la verdadera productividad de esos trabajadores independientes y su disposición a dejar su changarrito por un trabajo fijo y estable? ¿O será que los asalariados nos están pasando goles y reciben un salario mayor sin ser más productivos que los trabajadores independientes?

Lo mismo me provoca el dato de trabajo infantil por sexo y por grupo étnico.  Me cuesta creer que las niñas se involucren mucho menos que los niños, o que el trabajo infantil en el área metropolitana casi no lo hagan niños indígenas.  O el resultado sobre desempleo abierto, en donde los indígenas casi no lo reportan.  Estos últimos resultados me suenan más a que necesitamos otro instrumental para entender mejor lo que realmente está sucediendo.           

Así podríamos seguir construyendo decenas de historias de chamba y chambeadores. Esta pequeña punta del iceberg que nos regala el INE nos invita y provoca a seguir haciéndolo. 

Guatemala tiene toda una agenda latente de política pública e investigación en materia de mercados laborales, productividad de nuestro capital humano, y las múltiples desigualdades manifiestas en las estrategias de nuestros paisanos por conseguir y mantener un empleo; con la topografía cuesta arriba por el sólo hecho de tener el sexo equivocado, haber nacido en la aldea incorrecta, o llevar un código genético que no es el más cotizado por el mainstream.

A ver quién se apunta a seguir jalando este hilo.















Prensa Libre, 10 de octubre de 2013. 

 

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