jueves, 16 de agosto de 2012

¿Formar ó informar?

 “¿Qué tal darle vuelta de calcetín a los programas universitarios tanto en la universidad pública como en las privadas, acortando las horas-aula y aumentando las horas-práctica?”

¿Cuál es el destino de nuestros profesionales? ¿Vale la pena invertir cinco años en su educación universitaria? Tiempo y dinero – público o privado – para entrar a un mercado laboral ganando pinches cuatro o cinco mil quetzales al mes, cuando bien les va. ¿Es rentable entonces endeudarse, trabajar o pedirle a los padres que sigan costeando más horas nalga para que sus vástagos vayan a la U? ¿Tenemos realmente la capacidad instalada (edificios, tecnología, maestros, ayudantes, investigadores) para formar hordas anuales de patojos, que salen deslumbrados de la secundaria, esperanzados de encontrar su propio “El Dorado” y poder bañarse en ríos de esmeraldas? 

¿No será que nos estamos baboseando colectivamente, unos a otros y todos contra todos: yo hago como que enseño, tu haces como que aprendes, ellos hacen como que nos dan un título, nosotros hacemos como que mejoramos nuestros indicadores educativos, vosotros hacéis como que les daréis un empleo cuando toquen a la puerta de vuestra empresa, ellos hacen como que están felices de ser recibidos por ese salario exiguo e inestabilidad laboral característicos de las condiciones de contratación de jóvenes hoy? A lo mejor sí, depende a quien le pregunte.  Porque para algunos el sistema actual es negocio redondo, no me cabe duda. Pero para otros – de hecho, la mayoría de nuestros jóvenes – no es sino crónica de una frustración anunciada. 

Lo peor de todo es que el mal parece endémico. De hecho, “[h]ay quienes piensan que la masificación ha pervertido la educación, que las escuelas han tenido que seguir la línea viciada de lo informativo en vez de lo formativo, y que los talentos de ahora son esfuerzos individuales y dispersos que luchan contra las academias.  Se piensa también que son escasos los profesores que trabajan con un énfasis en aptitudes y vocaciones.  ‘Es difícil, porque comúnmente la docencia lleva a la repetidera de la repetición’, ha replicado un maestro.  ‘Es preferible la inexperiencia simple al sedentarismo de un profesor que lleva veinte años con el mismo curso’.  El resultado es triste: los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, sólo se hacen [profesionales] cuando tienen la oportunidad de reaprenderlo todo en la práctica dentro del medio mismo.”

¿Por qué revertir este drama? ¿Por qué no hacer uso de conceptos de última generación como las trinadas alianzas público-privadas?  ¿Por qué no pensar en una mega inversión en infraestructura, de esas que añade valor económico y tiene altísimas externalidades positivas, que mejora la competitividad y las condiciones de inversión en el país, que nos hará sujetos de evaluaciones positivas de agencias calificadoras de riesgo, presentándonos como un país en donde se puede venir a invertir y generar riqueza?

Una alianza público-privada para la que no hace falta expropiar ni intimidar comunidades, ni cooptar parlamentarios, ministros o mandatarios.  Una inversión construida sobre la principal ventaja comparativa de Guatemala con respecto a otras economías como las europeas, Japón o Estados Unidos: su juventud. 

¿Qué tal darle vuelta de calcetín a los programas universitarios tanto en la universidad pública como en las privadas, acortando las horas-aula y aumentando las horas-práctica?  Cuatro años solamente, con esquemas de pasantías largas – pagadas, por supuesto, aunque a salarios más bajos de los que devengaría un graduado –, intercaladas con cursos teóricos diseñados más según la realidad y necesidad del futuro empleador y menos según las casas editoriales extranjeras que nos surten el arsenal de conocimiento, por demás generado en otra parte.  Un esquema en el que el sector privado corporativo asuma el costo de emplear-entrenar a los futuros profesionales, y para el caso de la pequeña empresa familiar, apuntalado con un programa de subsidio público al empleo productivo. 

¿Locura? Quizás.  Pero lo que sí sé es que de seguir haciendo lo que hasta hoy, seguiremos leyendo y releyendo, viviendo y reviviendo extractos como el que le he presentado.  Fulminante por su simpleza, honestidad en el diagnóstico, pero sobre todo por su vigencia, ¿no le parece?

Probablemente se estará preguntando ¿quién se atrevió a decir algo semejante?, ¿de qué país ó universidad estará hablando? Bueno, pues le cuento que es un pedacito del discurso inaugural pronunciado por Gabriel García Márquez en1996, en su calidad de presidente de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano.  (De paso lo invito a leer el libro completo.)

Nótese que cualquier parecido con la realidad de cualquier otra carrera universitaria en cualquier otro país al sur de México es pura coincidencia.   

Prensa Libre, 16 de agosto de 2012. 

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