jueves, 28 de octubre de 2010

Más izquierda o menos izquierda

“Domésticamente el PT ha tenido la visión y decisión política para implementar transformaciones institucionales, permitiéndonos con ello repensar el rol redistributivo del Estado.”

Brasil es posiblemente el país con más peso político y económico en la América Latina de hoy. Después de haber estado por muchos años al borde del despegue, finalmente ocupa el lugar preponderante en la región y el mundo que se merece. Pero además, acompañado de un horizonte despejado que ofrece un espacio para que consolide y profundice su senda de desarrollo actual.

Todo ello se debe a una conjunción de varios factores favorables que han hecho entrar al país en una suerte de círculo virtuoso. Para comenzar han sabido explotar un liderazgo político fuera de serie. La presidencia de Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) demostró una capacidad de proyectarse en el plano internacional como una opción de izquierda madura, adaptada a los tiempos modernos, siempre respetuosa de la institucionalidad democrática, alejada del populismo, y además capaz de tomar ventaja de un mercado global que le fue favorable la mayor parte del tiempo – incluso durante los años más difíciles de la última crisis económica internacional –.

Domésticamente el PT ha tenido la visión y decisión política para implementar transformaciones institucionales profundas, permitiéndonos con ello repensar el rol redistributivo del Estado. Además, hay que recordar que dicho esfuerzo tiene la legitimidad que otorga haberlo llevado adelante en una de las sociedades más desiguales del planeta – como bien sabemos, ¡no es lo mismo redistribuir oportunidades en Suecia o Finlandia que en Brasil o Guatemala! –. El resto de América Latina, y el mundo en desarrollo en general, no olvidará que el relanzamiento de las redes de protección social ha sido posible gracias a dos décadas exitosas de Progresa/Oportunidades, Chile Solidario y Bolsa Familia.

Incluso ahora, el momento electoral por el que atraviesa la democracia brasileña manda varias lecciones que debemos recoger otros países de la región. Por ejemplo, la primera vuelta ha dejando en claro que el mito de hacer cola para llegar a la Presidencia puede estar equivocado. Si bien funcionó en el caso de Lula, las últimas encuestas sugieren que es menos claro que vaya a cumplirse para el candidato del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) – José Serra es también otra institución con una larga trayectoria en la vida política de aquel país.

Pero también es verdad que liderazgo político y popularidad no se pueden endosar. Aunque la candidata del oficialismo, Dilma Rousseff, lleve la delantera, ni por asomo ha sido una copia al calco de la casi idolatría que ciertos sectores de Brasil mantienen por el presidente saliente. Lo que sí es verdad es que están sentadas las bases para una participación activa y decisiva de las mujeres en la política de aquel país, visto que dos de los tres candidatos más votados en primera vuelta son mujeres.

Por otro lado, quedan tres lecciones para la nueva izquierda latinoamericana: primero, al igual que en Chile y Uruguay, las opciones de izquierda pueden repetir en el gobierno por medios democráticos. No deben pensarse como flor de un día. Segundo, la izquierda modernizante de la región finalmente ha encontrado un justo medio en donde se logra redistribuir oportunidades sin necesidad de matar la gallina de los huevos de oro: el crecimiento económico. Y tercero, el hecho que las opciones políticas de segunda vuelta sean social democracia ó PT, es reflejo de una sociedad que hoy se debate con comodidad suficiente entre más o menos izquierda.

Finalmente, en un sentido más amplio, queda claro que una receta electoral exitosa para un partido en el gobierno pasa por combinar una serie de elementos: un sólido liderazgo político, una coyuntura económica favorable, y una política social que acerca al Estado a las grandes mayorías. Es decir, aquellos a quienes en principio deben servir las instituciones públicas para hacer viable y sostenible un sistema democrático.

Aunque quizás sea prematuro aventurar un juicio histórico, y guardando las distancias propias de cada realidad, es posible que la izquierda brasileña esté pasando por sus veinte años de gloria, parecidos a los que tuvo la Concertación en Chile. El tiempo dirá. Por de pronto, el siguiente capítulo se escribirá el próximo domingo, cuando el pueblo vuelva a salir a las urnas a elegir entre sus dos izquierdas.

Prensa Libre, 28 de octubre de 2010.

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