miércoles, 3 de marzo de 2010

La salud de nuestros niños y sus madres

“La desnutrición crónica, aunque todavía sigue siendo elevada, ha caído varios puntos porcentuales. Sin embargo, hay que anotar dos cosas: el ritmo va muy lento, y la correlación con el nivel educativo de las madres es fuerte.”

Hace unos días llegó a mi buzón de correo electrónico un informe con noticias frescas sobre Guatemala, en uno de los campos más importantes y trascendentales para su desarrollo a largo plazo. El documento se titula “V Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil (ENSMI) 2008-2009, informe preliminar”. (Valga recordar que las cuatro encuestas anteriores datan de 1987, 1995, 1998-1999, y 2002).

Quizás el apellido “preliminar” sea la razón por la que todavía no he visto que la noticia reciba toda la atención que amerita. Sin embargo, esperaría que esto cambie muy pronto ya que, hasta hace poco, algunos indicadores de nutrición infantil en Guatemala daban la vuelta al continente, colocándonos como ejemplo de país con una niñez y futuro hipotecados.

De hecho, un análisis relativamente reciente concluye que (sic) “Guatemala ocupa el primer lugar entre los países de América Latina y el Caribe en lo que respecta al porcentaje de niños menores de cinco años que sufren de baja talla para su edad, una medida de la deficiencia nutricional de largo plazo. Casi la mitad de los niños menores de cinco años del país sufre de talla baja moderada o severa, de acuerdo a datos de la ENSMI de 2002”.

Creo que vale la pena resaltar dos bondades de esta última encuesta. Por una parte, la ENSMI 2008-2009 permite desagregar los resultados hasta el nivel departamental. Esto es importante porque entre mayor nivel de desagregación se pueda tener, mejor es la calidad del análisis y las recomendaciones de política. No es lo mismo sacar conclusiones de grandes extensiones de territorio, como las ocho regiones político-administrativas del país, que poder analizar a Huehuetenango y San Marcos de manera separada.

La otra bondad de la encuesta, quizás tanto o más importante que la anterior, es ver cómo poco a poco se vuelve una práctica común la colaboración interinstitucional entre universidades del país, el sector público y la comunidad internacional. Al igual que ha sucedido en el pasado con las encuestas de condiciones de vida y de empleo, en el caso de la ENSMI interactuaron de forma coordinada actores como la Universidad del Valle de Guatemala, el Instituto Nacional de Estadística, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, y varias agencias de cooperación internacional que contribuyeron al financiamiento – USAID, ASDI, UNICEF, UNFPA, y OPS.

Comentar sobre los primeros resultados que han salido del análisis de la ENSMI sería demasiado extenso para este espacio. Sin embargo, creo que vale la pena mencionar dos o tres trayectorias importantes.

En primer lugar, durante los últimos veinte años, la tasa global de fecundidad (ie. número de hijos que tienen las mujeres en edad reproductiva) ha caído de 5.6 en 1987 a 3.6 en 2008-2009. Mientras que el segmento de población con al menos educación secundaria tiene 2.3 hijos en promedio, aquellos sin educación tienen 5.2. La correlación es clara, y el espacio para seguir invirtiendo en educación está a la vista.

En segundo lugar, el uso de métodos anticonceptivos se ha más que duplicado. El promedio nacional ha pasado de 23.2% de la población usando algún método en 1987 a 54.1% en 2008-2009. Llama la atención que entre aquellos con educación universitaria, solamente el 74% declara utilizar algún método. En otras palabras, hay que redoblar el trabajo para concientizar sobre la importancia de la planificación familiar, incluso entre nuestra población más educada.

En tercer lugar, la desnutrición crónica, aunque todavía sigue siendo elevada (43.4% de nuestros niños entre 3 y 5 años), ha caído varios puntos porcentuales, bajando de un 49.3% en 2002 y 57.9% en 1987. Sin embargo, hay que anotar dos cosas: el ritmo va muy lento, y la correlación con el nivel educativo de las madres es fuerte. Entre más educación reciba la madre, mucho menor el problema de desnutrición – 62.9% para madres sin educación versus un 16.3% para madres con educación secundaria.

A estas alturas del siglo XXI pienso que ya no hace falta darnos misa entre curas para señalar la importancia que tiene la niñez y la maternidad en el desarrollo de cualquier sociedad. Pienso también que habrá muchos otros resultados de la ENSMI que provocarán reflexión y debate. Lo importante ahora es congratularse porque tenemos una nueva encuesta, y esperar a que muy pronto nos inviten a bajar la base de datos del sitio web del INE, del MSPAS, o de cualquiera de las instituciones que participaron en su elaboración. Hay que recordar que toda esa información es un bien público.

Prensa Libre, 18 de febrero de 2010.

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