miércoles, 5 de febrero de 2014

Estabilidad, estancamiento y esquizofrenia


“(…) tenemos hoy países macroeconómicamente estables llenos de hogares económicamente vulnerables.”

La semana pasada tuve la oportunidad de escuchar algunos análisis hechos por especialistas mexicanos sobre el desempeño económico y social de su país y los retos que tiene su política social a futuro.  Uno de los expositores fue el Profesor Rolando Cordera, académico de la UNAM de muy amplia y reconocida trayectoria.  Por la naturaleza y relevancia del tema para Guatemala y otros países de la región, me permito aquí retomar y extrapolar dos de las varias ideas que compartió con nosotros. 

La primera tiene que ver con los efectos que el ajuste estructural tuvo en aquel país, permitiéndole alcanzar una mayor estabilidad macroeconómica y con ello aumentando la capacidad de repago de su deuda pública.  Dos objetivos que sin duda alguna preocupaban entonces –como hoy– a los inversionistas y organismos internacionales. 

Sin embargo, en paralelo corre otra narrativa, otra cara de la moneda, de la cual solo recientemente comienza a hablarse con más vigor: la inefectividad de muchas políticas económicas y sectoriales para mejorar las condiciones de vida de la gente.  Es como si no terminaran de bajar del Olimpo macroeconómico a la cruda realidad del ciudadano promedio. 

De esa cuenta es que tenemos hoy países macroeconómicamente estables llenos de hogares económicamente vulnerables.  Evidentemente, en el juego del ajuste no todo ha sido ganar-ganar.  En el mejor de los casos ha sido una partida donde poquitos ganan mucho y donde muchos ganan bien poquito.  

Cordera lo ejemplificaba con el comportamiento que han tenido algunas variables.  La formación bruta de capital, fuente de la sostenibilidad del crecimiento económico, en México ha estado estancada en niveles por debajo de lo necesario.  El crecimiento mismo ha sido solamente aceptable gracias a cambios demográficos.  Niveles de empleo formal y salarios insuficientes –menos del 10% de la población gana más de cinco salarios mínimos–. 

De manera que la tarea sigue inconclusa.  Aunque la estabilidad haya permitido que la deuda externa se siga pagando, la deuda social se sigue abultando sin muchas válvulas de escape a la vista.  

Esto me lleva a la segunda reflexión que nos hizo, también como anillo al dedo para Guatemala: aunque cada vez más se acepta que la desigualdad extrema es un problema, paradójicamente prevalece una oposición a cualquier acción del Estado para revertirla.  Así se deduce a partir de la oposición histórica y sistemática a reformas fiscales y-o cualquier viso de intervención estatal en la economía –salvo, por supuesto, cuando sea para salir al rescate de un negocio mal hecho–.  

Es en ese marco de estabilidad macroeconómica con estancamiento y una actitud esquizofrénica ante la desigualdad que México evalúa opciones para su política social.  Allá ellos están discutiendo conceptos como federalismo social y articulación de lo social con lo productivo.  Y aquí nosotros, con diagnósticos tan parecidos pero a la vez escalas tan distintas, ¿de qué debiéramos conversar?

Prensa Libre, 6 de febrero de 2014. 
 

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