jueves, 18 de agosto de 2011

¿Quién será nuestro Buffett?

“En países desarrollados por lo menos las minorías ultra conservadoras tienen que hacer un poco más de talacha para demostrar con evidencia que lo que dicen tiene algún sustento.”

Creo que todos recodamos con mucha frescura los argumentos (de toda la vida, por cierto) de aquellos que históricamente se han opuesto a dotar al Estado de Guatemala de más recursos. Uno de ellos es que más impuestos – sobretodo si son a la renta – espantan la inversión, la generación de empleo, y por ende el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. La cadena de transmisión del susto es la siguiente: si aumentamos los impuestos a la renta, mejor que Dios nos agarre confesados porque la hecatombe será monumental.

Por supuesto que en países como Guatemala, con una fallida capacidad de generar información estadística de manera regular, los petates de los muertos espantan más que en otras sociedades. En países desarrollados por lo menos las minorías ultra conservadoras tienen que hacer un poco más de talacha para demostrar con evidencia que lo que dicen tiene algún sustento. De cualquier manera el debate siempre es a muerte, aunque un poco más aireado.

La mejor muestra la dio el pasado lunes 15 el magnate Warren Buffett, cuando escribió una columna en el International Herald Tribune (edición global del New York Times) titulada “Dejen de mimar a los super ricos.” ¡Sí!, tal y como usted lo acaba de leer: el tercer hombre más rico del planeta haciéndose el harakiri fiscal. Pidiendo a grito pelado, y por escrito, que por favor le suban los impuestos. ¿Qué le parece?

Los argumentos de Buffett son muy directos: 1. El país está atravesando una crisis de sostenibilidad fiscal importante. 2. La clase media en Estados Unidos generalmente calcula su impuesto a la renta sobre la base de sueldos, principal fuente de ingreso y que además no tiene muchas alternativas para hacerse el quite. 3. Los super ricos generan su ingreso principalmente a través de ganancias de capital, con el atenuante de que hay opciones en la ley que les permite reducir la cantidad de impuestos que pagan, llegando incluso a contribuir proporcionalmente menos que los asalariados. (Este dato me recordó discusiones entre guatemaltecos cuando se analizaban los dos regímenes del ISR, el del 5% sobre ingresos brutos, y la ficción del 31% sobre las utilidades. El problema es que este 31%, gracias a exenciones y malabares fiscales, en realidad no equivale ni al 3% de los ingresos brutos.)

Con esto más, Buffett también nos cuenta que durante el último par de décadas el IRS (equivalente a nuestra SAT) estimó la carga tributaria de los 400 ingresos más altos en EUA, y reveló que en 1992 pagaban el 29.2% de sus rentas en impuestos, mientras que en 2008 esa cifra había descendido a 21.5%. Lo más dramático de todo es que en ese mismo período de reducción impositiva se han creado menos empleos que en décadas anteriores, a pesar de que la carga tributaria para los más ricos solía ser mucho mayor. Por lo visto la correlación entre menos impuestos y más empleos no está escrita en piedra.

Palabras más palabras menos el multimillonario dice que (sic) “(…) he trabajado por 60 años con inversionistas y todavía no he visto ninguno – ni siquiera cuando las tasas a las ganancias de capital fueron del 39.6% en 1976-77 – rehuir de una inversión debido a la tasa impositiva sobre ganancias potenciales”. ¿Y entonces?

Sus argumentos confrontan abiertamente e invitan a la clase política y a la elite económica para que cierren filas y encuentren soluciones más equitativas a un problema fiscal que hoy compromete el crecimiento futuro de la principal economía del globo. Salvando las distancias y proporciones, es una urgencia muy parecida a la que vivimos en Guatemala. Sin embargo, la pregunta es ¿quién será nuestro Buffett?

Prensa Libre, 18 de agosto de 2011.

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