“Que el puente colgante entre las tantas naciones que cohabitan silenciosamente en Guatemala se ensanche, refuerce y multiplique.”
Comienza
un nuevo año. Un rito de pasaje, que
muchos utilizamos para hacer corte de caja.
Balance de lo hecho, de lo dejado de hacer, de lo que queremos seguir
intentando, de metas nuevas para lo inmediato.
Es también un tiempo propicio para anhelar, para desear el bien, y expresar
sentimientos nobles que en otros momentos encuentran más cortapisas para
aflorar con la libertad que nos regala cada Diciembre.
Los que
tenemos la suerte de contar con un espacio como este seguramente lo usaremos
para reflexionar un poco sobre el estado del país, de la sociedad guatemalteca,
de su gobierno, de la juventud, de sus élites intelectuales, empresariales,
políticas y religiosas. Algunos señalaremos
lo que se dejó de hacer en el 2013. Otros
lo que se nos prometió y no se cumplió. Sin
duda todos reclamaremos un cambio de rumbo, aun sabiendo que nuestra palabra
escrita no hace mucho más que provocar algún comentario de sobremesa.
Yo soy
uno de ellos. De los que tomará una vez
más la pluma y seguirá martillando sobre la inmensa peña, a riesgo de quedarme
sin fuerzas, afónico o sin tinta. Así es
la necedad: último recurso para seguir avanzando cuando todo lo demás nos ha
abandonado o está en contra –incluso la razón aparente–.
Seguiré
buscando la manera de aportar ideas para mi país y el suyo. Quizás no siempre frescas, seguramente no
todas universales, y probablemente no todas correctas para cada momento.
Pero
serán aportes ciudadanos al fin. Que
buscarán materializarse en cosas simples y esenciales. Como que no se nos mueran más niños de hambre. Que la diferencia entre los que han sido
exitosos y los que no logran salir del hoyo a pesar de intentarlo sea cada vez
menor. Que el puente colgante entre las
tantas naciones que cohabitan silenciosamente en Guatemala se ensanche,
refuerce y multiplique. Que la
oportunidad de ser servidor público algún día sea entendida justamente como
eso: servir al público, al pueblo, al soberano de cualquier democracia. Que toda nuestra diáspora encuentre alguna
forma creativa de proyectarse y devolver un poco a esta tierra donde dejó el
ombligo, para que no se la saque nunca de la cabeza ni del corazón. Que nuestros jóvenes aprendan a ver a su país
como una oportunidad y ya no más como ese Alcatraz que no ha pedido. Que nuestros discapacitados tengan siempre
una red de solidaridad que les dé la certeza de no caer a un angustioso vacío
por una simple mala pasada de la vida. Y
que nuestros ancianos sepan que habrá un día en que podrán entregarnos dignamente
la estafeta después de haber cargado a tuto con la historia reciente de esta
tierra.
Días
como hoy me hacen pensar que la lectura obligatoria de fin de año debiera ser
Don Quijote de la Mancha –o tal vez es solo que este Enero me ha golpeado un
poco más duro que de costumbre y que mi país me hace falta–. Pero esa es la Guatemala que anhelo y a la
cual quisiera poder seguir aportando modestamente en su construcción.
Donde
se encuentre, con quien se encuentre, le deseo a usted y los suyos un 2014
próspero y feliz.
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