“(…) la realidad
de este y aquel lado del Suchiate está pintada con la misma brocha.”
Una de
las grandes bondades que tiene conjugar libertad de prensa con globalización es
permitirnos conocer lo que piensan y escriben nuestros intelectuales,
dondequiera que estén. Algunos de ellos
realmente tienen una pluma privilegiada, y logran en pocas palabras trasmitir
su lectura del momento actual. Sin que necesariamente
traten de convencernos logran provocar reflexiones bien fundadas.
El
mexicano Lorenzo Meyer es uno de ellos.
Historiador, analista político del México contemporáneo, actualmente
profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Me lo presentó
un gran amigo y colega, Julio Berdegué, mandándome uno de sus artículos por
correo electrónico con el siguiente encabezado: “el gran Lorenzo Meyer”. A partir de allí comencé a seguirle la
pista.
Una de
sus últimas columnas de opinión se titula “Oz”.
Al leerla me pareció de una relevancia tal para la realidad
guatemalteca, que decidí atreverme a transcribir un par de párrafos para que
reverberen en otros círculos. Para que juzgue
usted si los latinoamericanos fuimos o no cortados más o menos igualito y con
la misma tijera. Para que nos demos
cuenta de la importancia de cruzar notas con otros que viven realidades
similares. No por aquello de que “mal de
muchos…”, sino más bien porque es verdad que el desarrollo tiene mucho de idiosincrático,
pero también es cierto que hay generalidades, comportamientos que se repiten
una y otra vez, de los cuales debemos aprender para ganarle tiempo a la
historia. Ahí le va este botón de
muestra.
Meyer
comienza diciendo que (sic) “[a] veces pareciera que el Estado mexicano está
inspirado en un cuento: El Mago de Oz: mucha apariencia y poca sustancia.
Promete portentos pero no tiene capacidad para cumplirlos. Como en el país de
Oz, depende de la credulidad de su audiencia y de que ésta no se tope con la
realidad. (…) El Estado mexicano se
presenta como una entidad coherente y dispuesta a acometer ambiciosos planes
para resolver casi todos los problemas: pobreza, hambre, mala educación, el
viejo corporativismo sindical, falta de empleo y la creación de un seguro de
desempleo, rehacer la naturaleza de la industria petrolera por vía de la
privatización y desnacionalización, disolver monopolios y crear una auténtica
economía competitiva, modificar el sistema financiero, poner al día la política
fiscal, revitalizar el campo, recuperar la seguridad, hacer efectivos los
derechos humanos, rehacer la impartición de justicia, dar protección al medio
ambiente, combatir la corrupción, relanzar el TLC, regresar al sistema
electoral la credibilidad perdida.”
Se
imaginará usted la gran tentación que me dio de usar la función “buscar y
remplazar” en mi ordenador, y cambiar la palabra mexicano por
guatemalteco. Estoy seguro que el plagio
hubiera pasado desapercibido, simple y llanamente porque la realidad de este y
aquel lado del Suchiate está pintada con la misma brocha.
La sacudida
final la da Meyer al concluir que “un ‘Estado de Oz’ no le conviene a los
ciudadanos pero con frecuencia sí a los fuertes, a los poderes fácticos que lo
pueden manipular. Su inefectividad también sirve bien a ciertos intereses
políticos…”.
Tal
parece que al igual que allá los mexicanos, aquí los guatemaltecos debemos no
solamente hacernos preguntas muy parecidas, sino también decidir qué hacer con
las respuestas. Porque como en el
cuento, es en nosotros y solamente en nosotros, los ciudadanos, que está la
capacidad de desenmascarar al mago.
Prensa Libre, 23 de Enero de 2014.
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