jueves, 12 de septiembre de 2013

Política social en reversa


“(…) como en realidad el padecimiento de los pobres es estructural, pues unos años más sin quien los atienda no les cambia nada.”
 
Ser los últimos en la adopción de políticas públicas no necesariamente tiene que ser algo malo.  Con la innovación generalmente viene asociado un proceso de aprendizaje, ensayo y error, que cuesta dinero al fisco – es decir a todos los contribuyentes – y tiempo – que en política es oro –.  De manera que entrar un tiempo después ofrece la oportunidad de aprender sobre lo ya andado por otros.      

En cuanto a política social mucho se ha señalado lo tarde que nuestros gobernantes llegaron a entender que construir modestas redes de protección social era algo no solamente necesario sino beneficioso para la población en pobreza y las comunidades donde estás habitan.   En su momento se señaló que el principal desafío que teníamos que afrontar era pasar de una iniciativa motorizada fundamentalmente por la entonces primera dama de la nación a un esquema que permitiera institucionalizar procesos y asignación presupuestaria para esa inversión en protección social que tanta falta le hace al país. 

¿Y entonces? ¿Qué pasó en el camino? ¿seguimos bien o perdimos el norte?  Los rumores que se escuchan en los pasillos de nuestra folclórica clase política sugieren que vicios viejos del pasado, diseños institucionales incompletos y el oportunismo político (por llamarlo de alguna forma) se engulleron en un santiamén una decisión que iba en la dirección correcta.  Creo que pocas veces en la historia de un Estado nacional un Ministerio ha sido tan cuestionado y puesto en la mirilla como hoy sucede con el MIDES.  Eso da rabia porque los errores cometidos han sido casi de libro de texto.      

Por supuesto que trasplantar los programas de un fondo social señalado de corrupción es un error.  Por supuesto que cualquier intento de politizar programas de protección social es un tremendo error.  Por supuesto que hacer única y exclusivamente transferencias condicionadas es un mayúsculo error.  Por supuesto que no institucionalizar mecanismos de focalización, monitoreo y evaluación con criterios estrictamente técnicos y sobre todo transparentes es un gravísimo error.  Pero es un error todavía más grande la actitud de nuestra clase política, que en vez de tomar el camino difícil, que sería enmendar la plana y aprender de lo que se ha hecho mal, reconociendo públicamente y comprometiéndose públicamente con un nuevo diseño institucional para el ministerio de desarrollo social, optan por la salida más fácil y rápida que es botar el agua con el niño adentro. 

Esas son las equivocaciones que nos damos el tupé de cometer ya sea porque tenemos una memoria histórica nula, o peor aún, porque como en realidad el padecimiento de los pobres es estructural, pues unos años más sin quien los atienda no les cambia nada.  Para ellos nos hay ni habrá nunca bonos que paguen deudas flotantes, ni devoluciones de IVA porque no exportan más que miseria, ni mega proyectos de infraestructura que les mejoren las condiciones de vida porque no tienen con qué pagar el cabildeo.  Nacieron jodidos y seguirán en su gran mayoría jodidos, solamente atendidos por algún narco que les haga un poco de política social a su manera.    

Eso sí, de una cosa podemos estar seguros y no habrá queja que valga: en el mediano plazo nos vamos a arrepentir por no aprender de una buena vez que hay políticas de Estado que deben continuarse, independientemente de la maternidad o paternidad de las mismas; y que las prioridades nacionales tienen que definirse en función de las necesidades de la mayoría.   Porque el día que ese montón de pobres se den cuenta que son justamente esa mayoría, y que con un poco de organización le pueden dar cara-vuelta a este despelote, ¡ese día que nos agarren confesados! 

Prensa Libre, 12 de septiembre de 2013.

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