“¿En dónde han florecido grandes y exitosos grupos económicos sin haber contado con el apoyo directo o indirecto del gobierno?”
El
Financial Times publicó una nota larga el lunes titulada “Ambition in excess”, analizando
el desempeño de la economía china y su capacidad de distorsionar la actividad
económica mundial debido a su condición de jugador grande.
El argumento
va más o menos así: a partir de la
crisis internacional que inició en 2008 el gobierno de aquel país lanzó un
paquete de estímulo inmenso de 650 billones de dólares que, si bien es cierto
mantuvo el crecimiento a flote (8.7% en 2009 y 10.3% en 2010) mientras el resto
de las economías grandes y desarrolladas se desplomaban, ha generado un exceso
de capacidad instalada en varios sectores de la economía tales como cemento,
químicos, acero, televisores, y otros más.
El
problema que este exceso de capacidad genera es que, debido al inmenso tamaño
de la economía china, los precios internacionales en varios productos se han
desplomado, provocando quiebras de negocios en otros países que ya no pueden
competir. Un efecto que además de
indeseable para los países perdedores es considerado artificial ya que, según dice
la nota, ha sido provocado por un esquema de subsidios que en algunos casos
llega a contar hasta por el 30 por ciento del valor de la producción industrial.
Dicho
de otra manera, el artículo construye una historia distinta a la que hemos
venido contando sobre China como país que compite en sectores intensivos en
mano de obra calificada y más barata que en otras partes del mundo. En vez de bajos salarios hoy parece como si
la mano visible y distorsiva del gobierno es la que está induciendo producción
en donde no debiera existir (o por lo menos no en las cantidades que se está
dando hoy día), con lo cual se genera una asignación subóptima de los recursos
en China y el resto del mundo.
Más
aún, en opinión de los autores los incentivos económicos que ofrecen los
gobiernos provinciales a las empresas viene dada por el incentivo que tienen oficiales
del Partido Comunista de China (PCCh) de generar empleos e ingresos fiscales, dos
objetivos claros de política pública. Y
estos a su vez son movidos por un interés personal de ascender en la jerarquía
del PCCh. O sea que Política y Economía
no debieran mezclarse, porque entonces pueden pasar cosas indeseables como
estas. ¡Ajá!
Después
de leerla y de revisar la narrativa con una pizca de suspicacia me quedó una
pregunta dando vueltas: ¿qué es lo que realmente nos asusta? Puedo pensar en un
par de hipótesis.
En un
plano conceptual, quizás crea incomodidad pensar en el músculo de un gobierno
para inducir cambios en la estructura económica. Pero, ¿acaso no ha sido siempre así? ¿En
dónde han florecido grandes y exitosos grupos económicos norteamericanos,
europeos, o latinoamericanos, sin haber contado con el apoyo directo o
indirecto del gobierno, facilitando negocios (incentivos) o comprando los
servicios y bienes que producen?
En un
plano más operativo, quizás lo que preocupa es, por una parte, el efecto
relativamente ágil que tiene un decisión gubernamental en una economía y
sistema político como el chino; y por la otra, el efecto reverberación que se
produce debido al tamaño del país. Quizás
lo que pasa es que los hijos de la democracia occidental no estamos
acostumbrados a tiempos tan cortos desde que se toma una decisión política
hasta que esta se traduce en indicadores macroeconómicos.
Pero
eso, lejos de llamar a la crítica, apela más bien a sistemas de coordinación
internacional en donde el multilateralismo debiera ser una herramienta en
ascenso. La pregunta es ¿puede y está
dispuesto occidente a redefinir la geografía de estos espacios de diálogo
internacional? Porque al final, si lo
vemos desapasionadamente, los chinos no están haciendo otra cosa que utilizando
su mix de recursos políticos, económicos y su peso específico en la economía
mundial para hacer avanzar su agenda. Y
eso no es muy distinto de lo que históricamente han hecho y seguirán haciendo
otros, ¿o me equivoco?
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